Häendel sobre la M-30
A las seis se abrían las puertas y media hora después no cabía un alfiler en la llamada Explanada del Rey, hoy un páramo por donde antes pasaba la M-30 y se supone que mañana un jardín florido.
Quedaban tres horas para empezar a escuchar la música de Händel. El que no se podía sentar -cuatro mil sillas había colocado el Ayuntamiento- se quedaba de pie y aquí paz y después gloria que para eso estamos en San Isidro.
Veinte minutos antes de empezar llegaba el alcalde con su esposa, dejándose retratar por unos y hasta besar por otras, pues estamos en plena campaña y no es cuestión de ir por ahí soterrando también los votos. Y a la hora en punto arrancaba el concierto con la Música acuática de Händel, estrenada, ya se sabe, en el Támesis, o sea en aguas más lucidas que las de nuestro aprendiz de río, del que Ruiz Gallardón había afirmado que el día del patrono presentaría "un caudal razonable". La verdad es que daba un poco de pena. Espléndido, como era de esperar, El Concierto Español, que dirige Emilio Moreno.
Tras las tres suites acuáticas llegó la música para los reales fuegos artificiales, que se dio dos veces, una tal cual y otra ya con los dichos fuegos colocados a la orilla del río, tras la orquesta.
Y aquí toca descubrirse ante los señores de Pirotecnia Caballer, que volvieron a emocionar de verdad como ya lo hicieron el año pasado en el Retiro. La gente veía el Palacio Real, la Almudena, el trocito de cúpula de San Francisco el Grande envueltos en el humo de colores y pensaba que estaba en otro mundo. Casi en éxtasis, uno vestido de chulapo decía a la salida: "Mejor que la Pantoja". "Ya te digo", contestó la parienta.
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