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Reportaje:Elecciones 27M

Un lugar para el 'botellón'

Jóvenes y vecinos acercan posturas para solucionar lo que unos viven como un hecho social y otros como un problema intolerable

Ignacio Zafra

Según desde dónde se mire, el botellón está medio lleno o medio vacío. Para la mayoría de los jóvenes, sentarse juntos en una plaza y beber no representa ningún "problema". Al menos de entrada. Para la mayoría de los vecinos que padecen o han padecido el jaleo que acompaña a ese tipo de encuentros, resulta "intolerable". Aunque también hay espacio para los matices.

Las recientes algaradas de Madrid, con decenas de chavales destrozando el mobiliario urbano y enfrentándose a la Policía por las calles de Malasaña, hacen difícil imaginar que las dos partes implicadas directamente, los que practican y los que sufren el botellón, puedan llegar a entenderse. Pero si se habla con la principal federación de vecinos y con el principal órgano de representación juvenil de Valencia, la conclusión es que queda margen para el acuerdo.

Hay que tomar medidas para reducir el consumo excesivo de alcohol, dice una joven

"Nosotros no lo vemos como un problema, sino como un hecho social", dice Joaquín Sanz, presidente del Consell de la Joventut de la Comunitat Valenciana. "Dada la baja tasa de emancipación, la situación laboral y su bajo poder adquisitivo, los jóvenes no tienen más remedio que salir a la calle. Es mucho más barato comprarte la bebida e irte a un plaza o a un polígono que consumir en un bar, un pub, una tasca o una discoteca", dice.

En la trinchera de enfrente, María José Broseta, presidenta de la Federación de Vecinos de Valencia, responde: "Cuando hay una concentración de gente, joven o no, armando ruido en la calle, por la noche, hay problemas. Y no sólo por el ruido, sino por la cantidad de desperdicios que se dejan detrás. Eso es una evidencia".

Toni Cassola es dirigente vecinal de El Carme, el barrio que durante años acogió el botellón más concurrido de la ciudad. Con cientos de jóvenes relevándose en la plaza donde confluyen la calle de Roteros y la del Museo. La presión de quienes vivían allí sin poder dormir forzó a la policía a actuar. Los agentes disolvieron el gigantesco corro, pero eso sólo sirvió, básicamente, para dispersar el problema. En vez de un macrobotellón, han surgido decenas, repartidos por calles, plazas y solares del barrio.

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Cassola retoma el hilo de Broseta. "No hace falta decir que el sufrimiento de los vecinos es intolerable. El sufrimiento de los vecinos no es un precio ni una moneda de cambio para nada. Pero es que yo creo que todo el tema del botellón, es también muy peligroso. Por ponerte un ejemplo: Cuando cuatro amigos se compran una botella y se van a beber a la calle, lo grave es que hasta que no se acaba la botella no se van. Se consume demasiado alcohol", dice.

Le contesta Alicia Esteve, presidenta del Consell de la Joventut en la ciudad de Valencia: "En realidad, el hecho de sentarse para consumir alcohol es secundario. Los jóvenes encuentran en el botellón una forma de expresión, de estar en la calle, de compartir y de relacionarse que no tienen en otros sitios. Porque no los hay o porque les gusta la calle".

¿Qué dónde está ese margen para el acuerdo? Sigue Esteve: "Esa es una parte y otra es el aspecto de la salud. Nosotros creemos que hay que tomar medidas para reducir el consumo excesivo de alcohol, y trabajamos para evitar ese y todo los demás consumos abusivos. Pero no hay que olvidar que en esta sociedad existe una cultura del alcohol. Y que prácticamente todo el mundo que sale se toma al menos una cerveza o una copa. Los jóvenes somos más molestos porque no lo hacemos a siete o 10 euros sino que intentamos hacerlo a dos. Pero creo que se debe separar el tema de la prevención y la visión que se pretende dar de que solamente nos juntamos para emborracharnos y acabar tirados por las esquinas, porque no es así".

El presidente autonómico, Joaquín Sanz, señala: "Nosotros creemos que la Administración no debe dar la espalda al hecho del botellón, y que es la falta de espacios concretos lo que causa problemas". Y afina: "Deberían habilitarse zonas para que ese hecho social innegable se pueda realizar sin molestar a los vecinos. Y eso debería acompañarse de una sensibilización sobre el consumo del alcohol y sobre cómo consumirlo".

"Lo que hace falta", dice Broseta, "es una planificación del ocio en la ciudad. Y esa planificación no se puede hacer sin los jóvenes. Nosotros estaríamos de acuerdo en que se habilitaran zonas abiertas donde no se perjudicara a nadie y donde ellos pudieran estar juntos, relacionarse. Pero habría que estudiarlo bien. Si son muy lejanas aparecerían problemas con los desplazamientos y con la falta de servicios públicos".

¿Cuáles podrían ser esos espacios? Esteve apunta, con algo de ironía, al recinto de la Copa del América "cuando acabe la competición". "Los Jardines de Viveros podrían ser una alternativa. Cualquier espacio abierto que no tenga vecinos pegados. Con dos condiciones fundamentales: los jóvenes tienen que tomar conciencia de que estamos usando un espacio público y que hay que respetarlo. Eso es algo que tenemos que asumir. Y luego hay que guardar una imagen. Después de Fallas se gasta mucho dinero en limpiar, y si al día siguiente de un botellón no se limpia, da la sensación de que somos unos bárbaros".

No todo tiene que ser botellón. Cassola propone que el viejo cauce del Turia sea declarado "espacio libre de alcohol igual que existen espacios libres de humo". Que se monten allí "chiringuitos de fin de semana, encuentros de dj's, pequeños conciertos. Hay mil cosas que podrían hacerse que ayudaran a que lo dominante no fuera la cultura del alcohol". Y Alicia Esteve coincide: "Una noche te puede apetecer salir a tomarte unas cervezas a un parque. Pero no te apetece siempre. Lo que pasa es que no hay mucho que hacer. En los centros culturales y juveniles podrían habilitarse exposiciones, circuitos de teatro joven, zonas de encuentro. Pero habría que cambiar unos horarios que están completamente fuera de lo que necesitamos. Si el local cierra a las 10 de la noche, no te sirve para nada".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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