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Feria de San Isidro
Columna
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Fuente inagotable de inspiración

Aunque se pueden rastrear muchos vestigios artísticos españoles en relación con el tema taurino desde un tiempo inmemorial, hay dos elementos históricos imprescindibles para que cuaje lo que hoy entendemos como genuina representación artística de los toros de lidia: en primer lugar, que se formalice la fiesta como toreo a pie, que es cuando alcanza su dimensión más épica y vistosa, y, por tanto, más popular, y, en segundo, que se fragüe la imagen romántica de España, que es la que inició la corriente de turismo internacional que hoy sigue vigente. Como lo primero tuvo lugar durante el siglo XVIII y lo segundo durante el XIX, es lógico que estas fechas marquen la historia de lo que se llegó a convertir casi en un género artístico. De manera que, desde la segunda mitad del siglo XVIII en adelante, es una verdadera legión el número de los artistas españoles que han tratado, a través de cualquier medio, el tema taurino, como se demuestra con tan sólo recordar que los mejores artistas españoles contemporáneos, Goya y Picasso, el primero nacido en 1747 y el segundo, en 1881, lo convirtiesen en un asunto crucial en sus respectivas trayectorias.

Las nuevas generaciones de artistas no tratan tan obligatoriamente el tema de los toros

Ahora bien, ¿ha perdido vigencia la fiesta taurina como tema de inspiración artística durante los últimos tiempos, sobre todo, durante el ya último cuarto de siglo de democratización de nuestro país y, por consiguiente, de su modernización internacionalmente homologada? Desde luego, a simple vista, es cierto que comparativamente las nuevas generaciones de artistas españoles no tratan tanto o, si se quiere, no tratan tan obligatoriamente el tema de los toros, pero en no mayor medida en que no se ven tan compulsivamente obligados como antaño a hacer hincapié en ningún otro rasgo identitario de corte castizo. También ha influido el hecho de que algunos de los llamados nuevos medios, la fotografía, el cine, el vídeo, se han ocupado más del tema, antes casi exclusivo de las artes plásticas. No obstante, no se puede afirmar en absoluto que los toros hayan desaparecido del arte actual, ni que haya visos de que se vaya produciendo un progresivo desinterés al respecto. En este sentido, y por hablar del arte más reciente, es muy significativo que el artista español hoy internacionalmente más famoso, el mallorquín Miquel Barceló, revalidando la afición de sus prestigiosos ancestros, haya tratado con originalidad y abundancia, pero no sólo él, que, al fin y al cabo, el asunto le cuadra más con su personalidad y con un tipo de práctica artística como la suya, que se puede considerar, si se quiere, más "tradicional", sino también en muchos otros casos, entre los que aquí sólo citaré el de la artista multimedia Soledad Sevilla, no sólo por ser mujer y por, en efecto, haber usado y usar toda clase de nuevos medios, sino porque acaba de estampar dos litografías dentro del proyecto colectivo Doce artistas en el Museo del Prado, tituladas La Verónica A y La Verónica B, que no hace falta ni explicar de qué trata. Son sólo algunos ejemplos, pero muy representativos de que el tema taurino no desaparece del arte español. No lo hizo durante la segunda mitad del siglo XX y tampoco, a lo visto, está en trance de hacerlo cuando nos adentramos en el XXI, con lo que la conclusión parece sencilla: habrá tratamiento de los toros por parte de las artes visuales mientras las corridas sigan existiendo y tengan la importancia popular que hoy suscitan.

<i>El paseíllo </i>(1990), una de las obras de tema taurino de Miquel Barceló.
El paseíllo (1990), una de las obras de tema taurino de Miquel Barceló.
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