Litros de colonia por la borda
Expertos europeos en seguridad cuestionan la prohibición de llevar líquidos en el equipaje de mano en los aviones
Larguísimas colas ante los controles de seguridad del aeropuerto bruselense de Zaventem. Allí, como en los del resto de Europa, los pacientes pasajeros sacan los ordenadores portátiles de sus bolsas, meten los líquidos en bolsas de plástico, se quitan el cinturón y a petición de los agentes, los zapatos.
¿Objetivo? Prevenir ataques terroristas como los abortados por la policía británica el pasado verano tras descubrir que terroristas planeaban estallar aviones en pleno vuelo con líquidos explosivos. ¿Resultado? Negativo según distintos expertos y autoridades aeroportuarias, que consideran que las medidas de seguridad que los países de la Unión Europea pusieron en marcha en noviembre del año pasado, como la prohibición de llevar en el equipaje de mano envases con más de 100 mililitros, son inútiles y causan un despilfarro del que se quejan los empresarios de los Duty Free. Un ejemplo, en el aeropuerto de Frankfurt los guardas de los aeropuertos se incautan de 2.500 litros de líquidos inofensivos cada día. En el de Madrid, 900. Los expertos sostienen que la era de los explosivos, incluidos los líquidos, ha quedado atrás y que ahora se trata de prevenir los atentados químicos o de origen nuclear, por los que se decantarán los terroristas en el futuro.
Sólo en el aeropuerto de Madrid se retiran al día miles de frascos de inofensivos perfumes
La propia Comisión Europea ha reconocido recientemente que se deberían haber realizado más estudios antes de imponer restricciones a los viajeros, y que decidieron limitar el transporte de líquidos -hasta un litro en envases de un máximo de 100 mililitros y guardados en una bolsa de plástico transparente- sometidos a la presión de los técnicos que, tras los atentados frustrados de Londres, vieron en estas medidas la manera de impedir nuevos ataques. "No quiero decir que fuese una medida inútil, pero estamos dispuestos a realizar estudios en más profundidad sobre la eficacia de este tipo de medidas", declaró el vicepresidente del Ejecutivo comunitario, Franco Frattini, ante la Comisión de Libertades del Parlamento Europeo.
Christophe Naudin es investigador de "amenazas contemporáneas" en la Universidad París II. La semana pasada se presentó en el Parlamento Europeo pertrechado con una bomba despiezada que había logrado traer hasta Bruselas e introducir en el Parlamento Europeo burlando todos los controles. Allí, en una sala de la Eurocámara, agitó los aparatos en el aire para que los vieran todos los presentes. La provocación de Naudin tenía como objetivo demostrar que los controles fallan, y mucho. Según los datos que maneja, la tasa de permeabilidad de productos prohibidos en los escáneres de los aeropuertos de Europa y de EE UU oscila entre el 50 y el 90%. "Las medidas de seguridad actuales son ineficaces e inoperantes", dice alto y claro.
Naudin participó junto a otros expertos en un seminario, convocado por el grupo liberal de la Eurocámara, durante el que los convocados llegaron a la conclusión de que los nuevos controles no han aumentado la seguridad en los aeropuertos ni en los aviones. Este experto utiliza varios argumentos para sostener tan tajantes afirmaciones. Por un lado, explica que los explosivos líquidos son composiciones binarias o terciarias y que es muy difícil detectarlos en el escáner cuando aparecen aislados y que, en cualquier caso, haría falta un personal muy cualificado para poder interpretar las imágenes de los escáneres. Que la cantidad fijada de 100 mililitros "es ampliamente suficiente para juntar dos productos complementarios capaces de crear una reacción de descomposición rápida de la materia"; además, sostiene que los terroristas no actúan solos y varios pasajeros pueden juntar fácilmente varios cientos de mililitros.
Como otros expertos, Naudin piensa que tratar de reducir el riesgo prohibiendo el transporte de líquidos "es una aberración científica, además de estúpido desde un punto de vista comercial". Y se plantea que el alcohol que se sirve a bordo del avión o los perfumes que se venden durante el vuelo, sustancias ambas altamente inflamables, representan igualmente un riesgo. "¿Por qué unos productos sí y otros no?", se pregunta.
Algo parecido piensa Carel Van Eijk, profesor de Física de la Universidad de Delft en Holanda, que explica que la detección de líquidos peligrosos resulta casi imposible con métodos rutinarios y sostiene que ninguno de los métodos utilizados en los aeropuertos sirve, por lo que opina que deberían utilizarse sistemas más especializados con aparatos específicos y que, en cualquier caso, es necesario desarrollar nuevas técnicas acordes con las nuevas amenazas.
Las nuevas restricciones han supuesto además un importante desembolso para compañías aéreas y las tiendas libres de impuestos, conocidos como Duty Free, que se quejan de que en muchos aeropuertos los agentes confiscan las compras de sus clientes, ya que las normas no se aplican igual en todo el mundo. Ante la confusión de normas, dicen los minoristas, mucha gente opta por no comprar. Los empresarios se quejan de que no hay un acuerdo con otros aeropuertos de fuera de la Unión, y que, aunque en los europeos se permite a los pasajeros subir al avión con líquidos que han comprado en los aeropuertos de la UE en bolsas selladas, esos productos no se reconocen fuera. En Australia, por ejemplo, se confiscan todos los líquidos que llegan de Europa, incluidos los comprados en el Duty Free. Y en la UE, no se reconocen los que vienen de muchos países de fuera de la zona económica europea. Según las cifras del Consejo europeo de minoristas del Transporte, el valor del alcohol y los perfumes que se confiscan en el aeropuerto de Zúrich asciende a 22.000 euros cada día.
A pesar de la marea de críticas que han suscitado las medidas de seguridad implantadas en Europa, Nathalie Herbelles, de la Asociación de las Aerolíneas Europeas, donde están representadas 31 de las grandes compañías, considera que las medidas que se adoptaron en Europa son buenas, porque reducen el riesgo, al tiempo que tratan de minimizar el daño a los pasajeros. Pero también cree que la falta de claridad de las normas y la distinta aplicación en los diversos países desanima a los viajeros a subirse a un avión. No mide tanto sus palabras el eurodiputado liberal Ignasi Guardans, que lleva meses pidiendo a la Comisión Europa y a los Gobiernos de la UE que se revisen las normas. Considera las medidas de seguridad en los aeropuertos son "puro cuento para que la gente se quede más tranquila".
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