"Mi madre cobra 100 euros al mes"
Mosshine Ouaissa, de 32 años, siguió un camino distinto del recorrido por la mayoría de marroquíes para llegar a España. Cruzó la frontera por los Pirineos en 2004. Había trabajado en Francia como cocinero, y cuando acabó su contrato decidió no regresar a su país sino quedarse a mitad de camino: en España.
Trabaja como educador de menores para una asociación de inmigrantes marroquíes (Atime). Gracias a su licenciatura en filología árabe les da clase de ese idioma. También es su cuidador. "Los trato como amigos", comenta sobre los cuatro adolescentes que ahora tiene a su cargo.
Gana unos 800 euros mensuales por trabajar de ocho de la tarde a ocho de la mañana. Con ese salario, paga el piso en el que vive en Lavapiés, por 260 euros, y envía otros 200 a su madre. Busca empleos esporádicos para completar su sueldo. "Algunas veces me sale trabajo por la mañana, alguna chapuza". Desde hace unas semanas trabaja en un almacén hasta las cuatro de la tarde, espera que pronto le hagan un contrato de media jornada.
Cuando habla de su madre, a Mosshine se le ilumina la cara, sonríe. "Es alta, blanca de piel, más que yo, trabajadora y muy cariñosa". Fátima Saharaoui, que así se llama, tiene 65 años y es viuda. Jubilada, con "una pensión de 300 euros al trimestre", y con su propia madre a su cargo, difícilmente acabaría el mes sin la ayuda de su hijo. Fátima, originaria del Sáhara Occidental, vive en Tetuán, en el barrio de Tuta, una zona de gente trabajadora. En una casa de tres habitaciones y dos patios.
Con la pensión que cobra y el dinero que le envían sus hijos -Mosshine tiene una hermana que también vive en España aunque no puede enviar el mismo dinero que él- Fátima ahorra un poco. "Es normal", exclama su hijo, "¿y si pasa algo y hay que llevar a mi abuela al médico?".