A la sombra de Irak para siempre
La alianza con Bush marcó el principio del fin del jefe del Gobierno británico
Su inquebrantable alianza con George W. Bush en la llamada guerra contra el terrorismo empezó a marcar el principio del fin de Tony Blair. Su legado parece condenado a quedar, quizá para siempre, a la sombra de Irak. "Todo el mundo va a pensar en Irak al referirse a Blair durante al menos una década y aún no sabemos exactamente cómo acabará aquello", reflexiona Rosemary Hollis, directora de investigación de Chatham House, uno de los foros de debate sobre política exterior más prestigiosos del Reino Unido.
"Hay dos aspectos especialmente preocupantes que van a estar ligados a Blair. Uno es que dice que no lamenta haber depuesto un dictador para introducir la democracia, cuando es cada vez más evidente que lo que llamamos democracia en realidad es el imperio de la mayoría y el enfrentamiento étnico. El otro es que está aumentando el terrorismo, y no sólo en Irak. Los europeos creen que todo esto se acabará con la marcha de Blair y Bush, pero las consecuencias van a reverberar después", añade.
Quizá todo hubiera sido diferente si Al Gore se hubiera convertido en presidente de Estados Unidos. "Sí, creo que las cosas hubieran sido muy diferentes para Blair", asiente Rosemary Hollis. "Y es más importante preguntarse qué podría haber ocurrido si Al Gore hubiera sido elegido presidente de Estados Unidos que preguntarse qué hubiera ocurrido si le hubiera dicho no a Bush. Porque probablemente Bush habría ido adelante en cualquier caso y Blair podría haber sido acusado de no haber hecho lo bastante para influenciar a los americanos".
Hollis cree que el mayor error de Blair fue que "pasó por alto la realidad sobre el terreno". "En otras palabras, le gustaba el proyecto. Se dio cuenta de que Estados Unidos iba a hacerlo y quiso hacer una componenda en el Consejo de Seguridad y convertir Irak en un lugar mejor asociándose con esa victoria. Y no permitió que la realidad le apartara de ese tipo de pensamiento", opina. La directora de investigación de Chatham House comparte la tesis de que detrás de eso, Blair escondía la ambición de pasar a la historia, de ser un nuevo Churchill. "Si las cosas hubieran ido de otra forma en Irak, habría sido un gran héroe, habría acertado al desafiar a la opinión pública, que se había echado en masa a la calle para oponerse a la invasión. Por primera vez, Blair no hizo caso de la opinión pública. Su castigo es que estaba equivocado".
Blair quiso contentar a la izquierda laborista con el argumento de que la invasión de Irak era un paso previo para solucionar el conflicto de Oriente Próximo. "Levantó muchas expectativas", explica Hollis. "Primero intentó mejorar las relaciones de los británicos con los israelíes, porque los israelíes creían que el Foreign Office está sesgado a favor de los árabes y no contaban con los británicos. Pero en realidad no podía dar a los israelíes su gran arma, su acceso a Washington, porque los israelíes tienen aún mejor acceso que los británicos. ¿Qué les podía dar? Y se comprometió a conseguirles seguridad trabajando con los palestinos", subraya Hollis.
"Muchos de los esfuerzos británicos han ido destinados a cambiar a los palestinos ayudándoles a levantar las infraestructuras estatales, sus servicios de seguridad para parar los atentados contra civiles israelíes. Con la victoria de Hamás, todo eso se fue al garete", concluye Rosemary Hollis.
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