Hereu, el que se coló en la vida onírica del otro

Ni en blanco en negro ni en ninguno de los vivos colores que, por ejemplo, llevaba en su multirrayada corbata. El candidato socialista a la alcaldía de Barcelona, Jordi Hereu, definitivamente no sueña. Por no tener, no tiene ni las pesadillas que acechan a su contrincante Xavier Trias. Tanto es así que, al empezar a hablar de su ciudad imaginada en las circunstancias en las que afrontaba las cosas serias el iconoclasta Josep Vicenç Foix ("És quan dormo que hi veig clar"), no tuvo más remedio que colarse en el sueño de su contrincante: "Hablar de cambios para la ciudad y referirse al modelo de Barcelona 92 es incoherente", aseguró.

Por no usar, Hereu ni siquiera se inspiró en la acepción de sueño como baile licencioso del XVIII. Ni el pasado ni nada que no sea tangible parecen estar en la cartesiana agenda de quien llevara la mercadotecnia de la sociedad Port 2000. Lo soñado, a veces, se asocia a la imaginación, y esa es una facultad del alma. Hereu parece más agarrado a la vigilia y a la carne. "La piel de la ciudad es otra; Barcelona ha vivido un cambio de modelo económico y social, construido entre todos, que ha generado incluso el Modelo Barcelona", afirmó. Habló, pues, de marca. Y de cifras ("el 15% de la población de la ciudad ya ha venido de fuera"). Y de retos nuevos ("en una Barcelona con la creatividad como valor y cohesionada socialmente"). Y de reestructuración de un equipo ("capaces de leer los nuevos retos; representamos el empuje"). Nadie sueña con porcentajes.

"Cada uno viene de donde viene", volvió Hereu a meterse en el sueño del otro. No, él no soñó. Ni siquiera imaginó: el Tibidabo no era rojo como las colinas de Georgia de Luther King, ni la montaña de Montjuïc, con o sin castillo, mudó en llano. Trazó fríamente un futuro, pero un futuro contingente, que es aquel que puede suceder... o no. En sueños seguro que sería.