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Reportaje:

Barcelona, a tope en el puente de mayo

El buen tiempo y la festividad del Día del Trabajador atraen a miles de turistas, que abarrotan las calles y comercios de la ciudad

A Barcelona siempre le ha gustado exhibirse. Especialmente en días como el de ayer, cuando el termómetro sube de los 25 grados a la sombra y la jornada coincide con un puente que se celebra en medio mundo. Entonces la ciudad se llena de turistas, personajes ociosos que pasean por la calle despacio, absortos en su mapa y atentos a cada detalle, poniendo a prueba la paciencia de los ciudadanos que no han tenido la fortuna de irse de la capital. Para ellos, cada minuto cuenta. "Llegué con mi familia el sábado de Escocia. Dormimos en Cambrils y hemos pasado todo el fin de semana en la playa. Pero hoy [por ayer] queríamos pasar todo el día en Barcelona para ver museos", cuenta Martin apresuradamente.

Por la mañana, la entrada a la Casa Batlló y la Pedrera registraban colas de más de una hora
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El sol y el calorcillo llenan las playas

El Servicio Catalán de Tráfico informó la semana pasada de que más de 650.000 coches se desplazarían por las carreteras de la comunidad con motivo del puente del 1 de mayo, la mayoría de ellos desde Barcelona. Sin embargo, hace ya mucho tiempo que la capital ha dejado de convertirse en una ciudad fantasma por estas fechas. Ayer, decenas de miles de turistas suplantaron a los barceloneses ocupando las calles, plazas, bancos y terrazas de la ciudad. Un paisaje de chanclas, gafas de sol, camisetas ajustadas y rostros congestionados por el calor se extendió por calles, tiendas, restaurantes y museos.

El mayor reclamo turístico con el que cuenta la ciudad sigue siendo el patrimonio arquitectónico de Gaudí. A las 12 de la mañana el tiempo de espera para entrar en la Casa Batlló y en la Pedrera superaba la hora. "Seguro que valdrá la pena. No podíamos venir a Barcelona y no ver algo de Gaudí", cuenta Jaime, un gallego que ha venido a pasar el puente a Barcelona con su novia.

"Es una maravilla, uno se queda sin palabras", dice Carlos mientras contempla la Sagrada Familia. Como este argentino, multitud de miradas y objetivos se quedan hipnotizados ante el templo de Gaudí. No importa el calor intenso del mediodía. "No, no entraremos porque es muy caro. Además, estamos un poco cansadas y queremos irnos a la playa", explica Antonella, una italiana de 22 años que ya conocía Barcelona y que en esta ocasión ha venido acompañada de dos amigas. Por nacionalidades, el italiano es el colectivo más numeroso que visita la ciudad.

En un día en el que la ciudad está tomada por los turistas, las Ramblas no son aptas para impacientes. Esta arteria de la ciudad es un punto obligado en cualquier ruta turística que se precie por la capital. Unos pocos minutos de paseo son suficientes para salir en multitud de fotografías tomadas compulsivamente por centenares de turistas. "Città bella, ragazzi bella", señaló, sintético, un italiano a su paso por las Ramblas. No siempre los museos son la principal motivación para visitar la ciudad.

Ronaldinho no pasa por su mejor momento en el FC Barcelona, pero ni él ni su imitador de las Ramblas pierden tirón. Unos cuantos toques al balón y empieza a sonar el tintineo de las monedas. Para las estatuas humanas fue un día glorioso.

En pocos años, el turismo se ha convertido en un fenómeno de masas en Barcelona. En 2006 visitaron la ciudad más de seis millones de personas, una cifra vertiginosa que ha generado un debate sobre si es necesario poner límites a la llegada de turistas (Véase EL PAÍS del 29 de abril). "Sois afortunados. Ésta es una ciudad maravillosa. Tenéis buen clima, mar, montaña y cultura", decía ayer Bill, como si recitara un párrafo de alguna guía turística de la ciudad. Este jubilado inglés sólo tenía una paradójica queja: hay demasiados turistas.

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