Conspiración e imaginación
Le escribo esta carta porque estoy un poco desconcertada por lo que respecta a la llamada teoría de la conspiración en relación con el terrible atentado del 11 de marzo del 2004 en Madrid.
Cuando sucedió este acto terrorista yo tenía 17 años y por motivos familiares vivía en Italia. Las informaciones que teníamos de España las recibíamos a través del canal internacional de TVE. Al principio estábamos convencidos de que ETA era la autora de esta barbarie.
Pero la misma parabólica que nos proporcionaba la información española, también nos transmitía la opinión de otras emisoras como la BBC, la RAI o la CNN, donde ya desde la misma tarde del 11 de marzo sólo hablaban de un atentado de islamistas radicales. Al día siguiente, nadie en los medios extranjeros dudaba de la reivindicación islamista del atentado.
Hace pocos meses he regresado a vivir a España, y me he encontrado con unas hipótesis de consumo local limitado sobre teorías conspirativas de ese atentado, que no he terminado de comprender.
Una teoría defiende el acuerdo entre ETA e islamistas. Según los defensores de esta suposición, se planificó un atentado tres días antes de las elecciones con el fin de provocar un cambio en la intención de voto de los españoles; por cierto, los ultradefensores de esta teoría llegan hasta el mismísimo señor Zapatero como instigador de tan novelesca conjetura.
La siguiente teoría trata de justificar las informaciones que el señor Acebes, entonces ministro del Interior, proporcionaba a los españoles con relación a la autoría del atentado: la policía engañó deliberadamente al ministro con el fin de que su falsa información provocara una reacción tal, que los españoles cambiaran su voto.
Reconozco la imaginación de los autores de estas especulaciones. Sin embargo, en el juicio que se sigue contra los presuntos terroristas, hasta el momento, no se ha demostrado que existan conspiraciones más allá de la que los acusados tramaron.
Veremos lo que sucede al final del juicio. Mientras tanto, todavía podemos inventar alguna otra teoría conspirativa según el gusto del editor o del consumidor.
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