Guerra a las invasoras
La Consejería de Medio Ambiente trata de neutralizar la amenaza de 45 especies exóticas
En el Espacio Natural de Doñana se libra esta primavera una batalla silenciosa. Algunos individuos, particularmente peligrosos, han conseguido burlar la vigilancia e introducirse en los terrenos protegidos, donde están causando graves daños. La Consejería de Medio Ambiente trata de identificarlos, localizarlos sobre el terreno y, finalmente, acabar con ellos. Todos son vegetales o animales que han llegado a tierras andaluzas desde ecosistemas remotos, la mayoría situados en otros continentes, y por eso se les conoce como especies exóticas invasoras. En Doñana el combate se concentra en 14 especies vegetales, algunas tan conocidas como el eucalipto o la mimosa, aparentemente inofensivas y, sin embargo, capaces de provocar serias alteraciones en el patrimonio natural autóctono.
Se trata de vegetales o animales que llegaron a Andalucía desde ecosistemas remotos
En algunos casos las invasoras han logrado colonizar amplias parcelas, como ocurre con la uña de león, propia de algunos ecosistemas surafricanos y que se extiende ya por numerosas zonas costeras, incluida la franja litoral que discurre entre las localidades onubenses de Mazagón y Matalascañas, donde durante dos meses se trabajará para intentar erradicarla. La única forma de garantizar la desaparición de estos y otros vegetales foráneos es recurriendo a una minuciosa retirada manual y, aun así, la mejor manera de blindar estos terrenos frente a una nueva invasión es facilitando que en ellos se instalen, mediante plantación, especies autóctonas como el barrón o la azucena de mar.
La amenaza de todos estos organismos se conoce desde hace tiempo, aunque sólo en determinados enclaves, particularmente sensibles, es en donde se están librando estos peculiares combates. En las marismas del Guadalquivir ya se ha frenado la presencia del galápago de Florida, mientras que en el propio cauce del río han logrado capturarse un buen número de ejemplares de cangrejo chino. En Córdoba se ha trabajado en la laguna de Zoñar, de donde se eliminaron, tras una compleja operación, 12 toneladas de carpas, y en Granada el enemigo a batir es el cangrejo señal. Todos estos animales son capaces de desplazar, con su presencia, a otras especies autóctonas, algunas de ellas protegidas, como el galápago leproso.
El problema se extiende a todo el territorio andaluz porque, en total, se considera que son ya más de 300 las especies exóticas invasoras, entre animales y vegetales, que pueden estar presentes en el sur peninsular. No todas representan el mismo grado de amenaza, y por eso los técnicos de Medio Ambiente, con el asesoramiento del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, han decidido establecer una lista de acción prioritaria en la que figuran 45 especies.
Además de las ya citadas, en el grupo de las plantas vasculares aparece el alianto o árbol del cielo que, procedente de China y Japón, está presente en diferentes zonas montañosas de la región, habiéndose documentado su impacto en las formaciones vegetales mediterráneas de la Sierra Norte sevillana. En este mismo grupo también figura la tradescantia, de origen suramericano e instalada en el Parque Natural de Los Alcornocales (Cádiz), el jacinto de agua, característico de las zonas tropicales americanas y que lleva años reproduciéndose en la desembocadura del Guadalhorce (Málaga), y la lechuga de agua, cuyo origen también se sitúa en zonas tropicales y que ha aparecido en varios humedales gaditanos.
Dentro del apartado de fauna preocupan algunas especies de cangrejos particularmente agresivos como el chino, el señal y el chico americano. Todos ellos se han hecho fuertes en algunos cauces de la región y, en determinadas circunstancias, son capaces de transmitir enfermedades letales para los cangrejos autóctonos e incluso pueden llegar a ser portadores de agentes patógenos para el ser humano. La nómina de animales exóticos se completa con algunos reptiles (rana toro, tortuga china de caparazón blando y galápago de Florida), peces de aguas continentales (carpa común, gambusia y carpín), insectos (hormiga argentina), aves (cotorra argentina y cotorra de Kramer) y hasta mamíferos (arruí).
Gracias a los modernos sistemas de transporte, y al creciente flujo de viajeros y mercancías, animales y plantas pueden salvar barreras geográficas que antes les resultaban infranqueables y trasladarse así, en poco tiempo, a largas distancias de sus lugares de origen.
Las consecuencias de estas invasiones biológicas van más allá del impacto evidente que originan en la biodiversidad local. También se anotan graves repercusiones económicas en sectores estratégicos, como la agricultura, o daños, difíciles de evaluar, en capítulos como el de la jardinería urbana.
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