La afectación es una cruz
Hasta ahora, el sentido de la forma había sido el gran aliado de Darren Aronofsky. En Pi (1998), la traducción visual de los procesos mentales de un matemático creaba un espejismo de complejidad sobre lo que no era más que la hipérbole de una sola idea: un excelente material para corto que sobreactuaba hasta convertirse en histérico largo. Adaptando el naturalismo urbanita de Hubert Selby Jr. y desarrollando algunas ideas de sus cortos de formación, Aronofsky hizo de Réquiem por un sueño (2000) todo un tratado sobre la adicción como motor de nuestro interiorizado materialismo y, con ello, logró hipnotizar a un público que no cuestionó el conservador amarillismo del conjunto.
La fuente de la vida supone el perfecto reverso de esos anteriores trabajos: fantasía romántica, conjugada en tres tiempos, sobre la aceptación de la pérdida, podría haber conmovido si su forma no supurase afectación en cada plano. Dice Aronofsky que ha usado una caligrafía visual cruciforme, que, en realidad, se traduce en heterodoxos movimientos de cámara al servicio del dinamismo perpetuo de Hugh Jackman, conquistador, médico y melancólico cósmico en las alternadas narrativas de este artificio que asfixia su propia verdad. La forma, en este caso, crucifica un poderoso mensaje.
LA FUENTE DE LA VIDA
Dirección: Darren Aronofsky. Intérpretes: Hugh Jackman, Rachel Weisz, Ellen Burstyn. Género: ciencia-ficción. Estados Unidos, 2006. Duración: 96 minutos.
Babelia
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