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Reportaje:La carrera electoral en Estados Unidos

Hillary baja del cielo

La candidata demócrata sigue por delante de Barak Obama en las encuestas, pero los nervios se han apoderado de su campaña

Antonio Caño

No hay más que ver a Hillary Clinton en un concurrido acto electoral, como la fiesta del lunes pasado en Nueva York, para entender qué es lo que tanto envidia y teme de su principal rival dentro del Partido Demócrata en la carrera a la Casa Blanca, Barack Obama: su naturalidad.

Muy cariñosamente arropada por su marido, el ex presidente Bill Clinton, la senadora de Nueva York posó pacientemente junto a cada uno que quisiera una foto con ella, aceptó besos y abrazos de una parroquia muy popular que había pagado un mínimo de 100 dólares para estar cerca de su ídolo y demostró, finalmente, la enorme energía y determinación de su carácter en un discurso convincente.

Pero hay algo de forzado y artificial en toda su conducta, algo impuesto, sobre todo ahora, cuando se observa el contraste con la espontaneidad y sencillez con que le salen las cosas a Barack Obama. Da la impresión de que, mientras Hillary Clinton se ha propuesto ser presidenta de Estados Unidos a cualquier precio, Barack Obama ha nacido para el cargo.

Recauda más dinero, pero de grandes fortunas, y su rival gana en pequeñas donaciones

La sombra del senador de Illinois, el primer candidato negro con verdaderas posibilidades de llegar a la Casa Blanca, se proyecta incontenible sobre la campaña de Clinton, a su vez la primera mujer con opciones de triunfo; y aunque ésta sigue por delante en las encuestas -entre cuatro y cinco puntos como media- y en las cuentas bancarias -unos diez millones de dólares más-, los nervios se han apoderado de su campaña y la candidata, antes intratable, se ve obligada a trabajar sin descanso por su victoria. "Nadie le va a regalar la nominación, se la tiene que ganar", advierte una de sus jefes de campaña, Terry McAuliffe.

Clinton y Obama medirán por primera vez sus fuerzas hoy jueves en Carolina del Sur en un debate entre los aspirantes demócratas que será el primero de una larga cadena hasta la elección de un único candidato, allá por el verano de 2008. Hoy tendrán que compartir escenario con otros seis contendientes, muchos de los cuales, seguramente, se irán descolgando de la carrera en los próximos meses. Pero será una primera oportunidad para el público de ver a los dos grandes aspirantes defendiendo sus respectivas propuestas. Una semana después harán lo mismo los candidatos republicanos, pero a esta altura de la campaña electoral son los demócratas los que han ganado más atención.

Una prueba de esa atención es la masiva participación en la fiesta del lunes en el Pier 94 de Nueva York con el objetivo de recaudar dinero para Hillary Clinton. Cerca de 2.000 personas, entre las que se mezclaban señoras de la alta sociedad progresista neoyorquina con tenderos indios, cambiaron sus cheques por un perrito caliente y una cerveza, y se entusiasmaron con la compañía de la familia Clinton al completo, Chelsea, la hija, incluida. La suma total recaudada, según uno de los responsables de sus finanzas, sería de alrededor del millón de dólares.

La campaña de Clinton ha sido hasta ahora extraordinariamente eficaz en la recaudación de dinero. De hecho, es la primera en ese apartado, con más de 30 millones de dólares en el banco. Pero mucho de ese dinero procede de grandes donantes. Ese mismo día, por ejemplo, Clinton había acudido a una comida con un centenar de abogados que habían dejado, cada uno, mil dólares. Obama está, sin embargo, muy por delante de su rival en lo que respecta a pequeñas donaciones, normalmente atribuidas a votantes más modestos económicamente, pero más convencidos políticamente.

Con un acto como el del lunes, Clinton buscaba precisamente acercarse a ese pequeño donante, cuyo voto vale tanto como el de un millonario y cuyas preferencias son muy dudosas en una campaña con tan atractivos candidatos en liza. Entre los votantes que más dudan en estos momentos están los votantes negros, tradicionalmente seguidores de los Clinton, pero ahora, lógicamente, atraídos por un candidato de su misma raza.

No por casualidad, en su discurso en el Pier 94, Hillary Clinton comparó sus esfuerzos por obtener la presidencia con la gesta de Harriet Tubman, una heroína americana en la lucha contra la esclavitud y un símbolo de adoración de la minoría negra.

Un par de días antes, Obama había penetrado peligrosamente en puro territorio Clinton como invitado de un acto en Harlem presidido por el reverendo Al Sharpton, quizá el más notorio líder negro en la actualidad. Recogiendo el ambiente de aquel acto, Obama protagonizó una anécdota muy significativa: cuando la blackberry de Sharpton se puso a sonar en medio de su discurso, el senador de Illinois le animó a contestar por si la llamada era de Hillary Clinton.

Una de las armas que Hillary tiene previsto utilizar en busca del voto negro es la de su famoso marido, el presidente más querido por esa comunidad desde John Kennedy.

Se ve a Bill Clinton muy involucrado en esta campaña. En el Pier 94, el propio ex presidente se apresuró a buscar un micrófono nuevo cuando la voz de su esposa dejó de oírse por un fallo en el que estaba utilizando. Una de las promesas de la candidata es la de darle a su marido un papel activo en política exterior para que ayude a recuperar la imagen de Estados Unidos en el mundo.

Otro de los argumentos centrales del mensaje de Hillary Clinton es el de la reforma de la seguridad social, un plan que no pudo sacar adelante cuando estuvo en la Casa Blanca como primera dama y que ahora ha incluido en su programa. Esa reforma es una de las razones por las que Hillary Clinton es todavía una de las bestias negras de la derecha norteamericana.

Hillary Clinton interviene en la fiesta organizada el lunes en Nueva York para recaudar fondos.
Hillary Clinton interviene en la fiesta organizada el lunes en Nueva York para recaudar fondos.ASSOCIATED PRESS

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