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Semana grande en A Coruña por el 15º aniversario de la Orquesta Sinfónica

A Coruña tiene esta semana un calendario musical más que apretado, debido sobre todo a los actos conmemorativos del 15º aniversario de la Orquesta Sinfónica de Galicia. El lunes 23, se celebró un gran concierto con un programa de obras de Mozart a cargo de María José Moreno y la Orquesta de Cámara de la OSG, dirigida por Massimo Spadano. El Exsultate Jubilate y dos arias del Don Giovanni, sirvieron a la gran soprano afincada en A Coruña para volver a conquistar al auditorio. Estuvo espléndida en lo vocal y marcó perfectamente los diferentes caracteres de cada aria y del motete. La Sinfonía en si bemol para cuerda, K 137 y el Divertimento para cuerda, K138 del salzburgués demostraron los notables progresos del concertino de la OSG en la dirección orquestal y la calidad que atesoran los atriles de esta orquesta.

Llegó el martes y con él un recital de piano organizado por la Real Academia de Bellas Artes de Galicia, Al Colón, que registró poco más de media entrada, se le notó que está en fase de rodaje al principio de esta nueva etapa. Se permitió entrar a varias personas ya comenzado el acto y descubrimos cómo amplifica el ruido de los pasos la tarima de la platea; luego, tras la primera obra interpretada, nadie abrió la puerta del escenario a los camerinos. Nada que no se pueda corregir, pero hay que ponerse a ello. El pianista mejicano, habitual de los mejores auditorios y orquestas mundiales, sorprende por el contraste entre el poderío que despliega en cuanto se pone a tocar, siempre austero de gesto y movimientos, y su físico: menudo, ligero de peso y con perpetua expresión de timidez.

Un gran músico

La música que hizo demostró el poderío con una técnica portentosa: dominio de la dinámica, mecanismo de agilidades increíbles, trinos y acordes arpegiados de una regularidad y limpieza excepcionales, y un uso del pedal que es una lección de potencia y claridad. Pero eso son tan sólo los medios. Ossorio, que es músico más allá de ser un gran instrumentista, los usa sólo para alcanzar el fin: el servicio a la partitura, al autor. En Beethoven, la pasión contenida en el vivace, las oleadas de fuerza, tan beethovenianas, del prestissimo y la serena expresividad del canto en el andante final lo demostraron.

En la sonata de Brahms, toda la presencia sonora proyectada hasta en los pianissimos, toda su fuerza rítmica, la fuerza interior más allá de la dinámica y un rubato nada caprichoso, lleno de lógica, con cada nota encadenando la anterior y la siguiente. Schubert sonó con sus contradicciones y contrastes, de alegría y melancolía, y con todas sus modulaciones perfectamente marcadas por la sutileza interpretativa de Ossorio. Los dos preludios de Debussy que regaló, con todo el color y la magia que se puede extraer de sus perladas escalas, emocionaron.

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