Noche de Schumann

Un monográfico Schumann sustituía al programa anunciado con obras de Schönberg y Schumann. Lo más excitante, por novedoso, era la presencia de un pianista del prestigioso de Pierre-Laurent Aimard como acompañante. La velada tenía atractivo. Matthias Goerne es el cantante más emblemático de estos modélicos ciclos de voz y piano. De las nueve últimas ediciones ha participado en ocho, con empresas muy loables como la de acometer los tres grandes ciclos de Schubert: La bella molinera, por ejemplo, fue inolvidable. El público le quiere. Aimard debutaba en estas series.

La combinación de los esfuerzos de barítono y pianista dejó en el aire detalles de gran originalidad. Sucedía algo similar a lo que ocurre cuando un pintor se encarga del lado visual de un espectáculo en vez de un escenógrafo. Aimard era el pintor. Salieron airosos del esperado Amor y vida de mujer, aunque lo mejor fueron las doce canciones sobre poemas de Justinus Kerner, opus 35. El programa tuvo coherencia. Cantó Goerne con entrega, poderío, teatralidad y temperamento. Acompañó Aimard con sentido pianístico y espíritu dialogador. Desgranaron a Schumann con racionalidad no exenta de empuje. Cuidaron la palabra y la expresión. Gustaron, y el público lo reconoció con sus ovaciones largas y cálidas.