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Juicio por el mayor atentado en España | 11-M
Columna
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Vergüenza

La semana pasada ha quedado doblemente destruida en sede judicial la coartada etarra que se había buscado el PP para tratar de explicar, y a ser posible justificar, su vergonzoso comportamiento en aquellos días del 11 al 13 de marzo de 2004, cuando los por entonces presidente del Gobierno, ministra de Asuntos Exteriores y ministro del Interior, que hoy es el número 2 del partido, pretendieron atribuir la matanza de Atocha a un atentado de ETA con la patente intención de eludir sus inminentes responsabilidades electorales. Aquel intento les falló entonces in extremis, pues el 13 de marzo se vieron obligados a reconocer por boca del señor Acebes que sus verdaderos autores habían sido los terroristas islámicos, con lo que el PP perdió las elecciones. Pero ahora ha quedado demostrado que ya lo sabían desde la misma tarde del día del atentado, lo que nos ocultaron a los ciudadanos durante dos días enteros y verdaderos. ¿Quién pagará por ello?

Para que nadie tuviera que pagar asumiendo la responsabilidad de tan indigna ocultación, la cúpula del PP se confabuló por unanimidad para mantenerla a ultranza como Fuenteovejuna, inventándose para ello la coartada de que los verdaderos autores intelectuales no estaban en lejanos desiertos ni en escarpadas montañas, sino que se agazapaban en la sombra, muy cerca del escenario de la matanza. Así nació la superchería de la conexión entre ETA y "los moritos de Lavapiés", que algunos peones de brega (como el diputado Del Burgo y el eurodiputado Díaz de Mera), con la complicidad de los mercenarios mediáticos al servicio del PP, se encargaron de inventar y propalar. Pues bien, esta vergonzante coartada de la conexión etarra es la que también ha quedado ahora destruida en el juicio del 11-M, gracias a la intachable profesionalidad del magistrado que la preside y de los responsables policiales que acudieron a testificar, negando su veracidad.

¿Quién va a pagar por la culpable invención de tan vergonzosa coartada? Como se dice ahora en jerga carcelaria (una jerga que viene como anillo al dedo a un caso tan nauseabundo como éste): ¿quién se va a comer este marrón? Todo parece indicar que el chivo expiatorio de tan chapucera fechoría colectiva va a ser el señor Díaz de Mera (al igual que en otra ocasión anterior fue el señor Vera quien se comió el marrón del caso GAL), pagando en solitario por unas culpas solidariamente compartidas por toda la cúpula del PP. Y por eso, todos los fariseos que se atreven a hablar en público (como los señores Rajoy o Zaplana) se llenan la boca cantando y ensalzando la dignidad, la honorabilidad y la hombría de bien del señor Díaz de Mera (justo también como hicieron en su día los fariseos del PSOE con el señor Vera). Y es que el señor Díaz de Mera se hallaba justamente en el umbral intermedio de la línea de mando: sus entonces superiores (Astarloa, Acebes, etcétera) echan la culpa hacia abajo, escudándose en sus subordinados, mientras que los responsables policiales eluden responsabilizarse por pura profesionalidad (de modo análogo a lo que ocurrió en el caso del señor Vera).

Quiero señalar que en este asunto tan vergonzoso hay que salvar la profesionalidad de los responsables policiales y del magistrado que preside la vista oral. Y su responsabilidad profesional destaca tanto más cuanto más brilla por su ausencia la profesionalidad política de los responsables del PP y la profesionalidad periodística de los mercenarios mediáticos que les sirven. Si tuvieran un simple adarme de vergüenza torera darían un paso al frente y dirían: he sido yo, no se busque más, asumo toda la responsabilidad. Es lo que hizo, por ejemplo, la señora Thatcher en otro caso análogo al de los GAL. Pero aquí no lo hace nadie, pues nuestros políticos no tienen vergüenza ni profesionalidad. No lo hizo en su día el señor González ni sus ministros del Interior con el caso GAL y no lo han hecho ahora el señor Aznar ni sus ministros de Exteriores e Interior. ¿Para cuándo la dimisión de sus cargos políticos actuales? En cuanto a sus mercenarios mediáticos, para qué hablar: lo suyo no es profesionalidad, es periodismo basura.

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