"Toledo será una utopía de la modernidad"
Jean Nouvel ha estado apenas 10 horas en Barcelona, supervisando un grupo de apartamentos y un hotel que levantará en Hospitalet. Ha llegado después de dormir en París, donde aterrizó procedente de Nueva York. Tras 20 años de inventos arquitectónicos, en la última década su estudio parisiense, de 150 personas, construye por medio mundo. Pese a ese ritmo, él parece tranquilo. Recuerda que la preocupación por la vivienda la ha sentido siempre y, carismático y paciente, responde durante una hora a la entrevista mientras un taxi lo espera a la puerta del hotel para conducirlo hasta el sur de Francia, donde pasará el fin de semana con su familia.
"En el crecimiento de las ciudades del siglo XX el único valor ha sido el metro cuadrado. Toda la vida he luchado por cambiar eso"
"En Toledo haremos un barrio con bloques de 50 metros de altura. Es lo que no le dejaron a Le Corbusier: condensar para liberar terreno"
Pregunta. ¿Qué puede hacer hoy por la vivienda un arquitecto tan ocupado?
Respuesta. Habitar es más que vivir en un apartamento. Una casa no está sólo entre sus paredes. El barrio afecta a la vida de la gente tanto como la propia vivienda. Y más allá del barrio, sus conexiones con el resto de la ciudad, también. En ese marco, un arquitecto puede y debe hacer de todo. Todas las ciudades tienen aspectos desastrosos.
P. ¿Qué no funciona en las ciudades?
R. La planificación urbanística, si es demasiado teórica, genera desastres difíciles de arreglar. Los edificios sin alma son un cáncer.
P. ¿Y qué les da alma?
R. La relación con el lugar. Estoy en contra de la arquitectura genérica. Lo importante es crear normas urbanas sensibles. Y poner esas dos palabras juntas (sensibilidad y normas) ya indica que algo no funciona. Pero urge hacerlo. No se puede construir lo mismo en todas partes.
P. ¿Eso ha tratado de hacer en los 2.000 apartamentos que construirá en Toledo?
R. Hemos diseñado el urbanismo y construiremos la mitad de esas viviendas. Como la uniformidad mata, el resto lo harán los arquitectos españoles que ganen los concursos. El proyecto parte de una estrategia: cómo vivir en el campo de forma urbana.
P. ¿Levantarán un rascacielos en medio del campo?
R. Un barrio con bloques de 50 metros de altura. Cada uno con su carácter. La idea puede parecer nueva, pero en realidad es lo que nunca le dejaron hacer a Le Corbusier: condensar edificación para liberar terreno, estrategia que ahorra espacio y dinero. A él le construyeron los edificios sin rodearlos del paisaje que necesitaban.
P. ¿El crecimiento suburbano de adosados es agua pasada?
R. La invasión de las casitas destroza el campo. Ante eso hemos propuesto explotar las dos vertientes: el bloque urbano y el entorno natural. El edificio será la ciudad, y el resto, el paisaje, quedará intacto. Levantaremos bloques en torno a una plaza pública con comercios. Habrá zonas deportivas y todo estará rodeado de olivos. No sé si será el paraíso, pero no será un gueto. Si la vivienda social está en un gueto, deja de ser social. Este proyecto es una oportunidad para construir una utopía de la modernidad. Vivir al borde puede ser hoy la ventaja: el horizonte abierto, los meandros del río, el perfil de Toledo como panorama y un tranvía. La idea es que los habitantes se sientan como en un barco en medio del mar, sólo que en medio del campo.
P. ¿Es posible?
R. Sólo con una transición muy abrupta. El campo debe ser campo y la ciudad debe ser urbana. Uno de los desastres es exprimir el terreno con bloques urbanos. El ladrillo es como un cáncer que todo lo destruye.
P. ¿Hay una postura arquitectónica ética?
R. Las normas crean el valor. Si cambias las normas cambias el valor de las cosas. Y en el crecimiento de las ciudades del siglo XX el único valor ha sido el metro cuadrado. Toda la vida he luchado por cambiar eso. Pero hay que hacerlo interpretando las normas, que cuesta más que aplicarlas.
P. Está construyendo por todo el mundo: Estados Unidos, Abu Dabi, Alemania, Francia, donde proyecta un auditorio con forma de colina para albergar a la Filarmónica de París... ¿Qué es un edificio de Jean Nouvel?
R. Nunca es lo mismo. Yo no cambio. Cambian mis edificios. Cada edificio es una aventura que tiene que ver con un lugar. El límite es mi cerebro, pero para eso trabajo con otros arquitectos, como José Ribas en Toledo. Yo ideo el edificio y luego superviso.
P. ¿Quién es usted hoy como arquitecto? Durante dos décadas trató de aportar ideas con cada proyecto. Hoy ha crecido mucho, pero parece más preocupado por construir y marcar las ciudades.
R. La mejor arquitectura es siempre lo mismo: la propuesta correcta para el lugar adecuado. Pero eso se da poco. Yo trato de enriquecer las situaciones. Busco romper la monotonía de los lugares. No lo invento todo. Y si ahora recurro a soluciones de principios del siglo XX, lo hago con lo que hoy sabemos sobre sostenibilidad y crecimiento de las ciudades.
P. La Torre Agbar es un icono popular que no ha tenido buenas críticas. ¿Le molesta?
R. La crítica arquitectónica es a la arquitectura lo que la ornitología a los pájaros. Estoy acostumbrado. Soy una persona de extremos. Nunca he tirado por la calle de en medio. Y por eso apasiono o disgusto. Mi vida es así. Y mi arquitectura es igual.
P. ¿Le duele no haber recibido el Premio Pritzker?
R. No puedo preocuparme por eso. Es su problema. A veces me cuentan que he estado entre los finalistas. Y a veces me sorprende quién lo gana. Pero...
P. En Abu Dabi, construirá un Louvre donde sólo hay desierto.
R. La arquitectura creará un microclima, será árabe y parte de la ciudad. Entiendo así los museos, no como islas. He intentado integrarme en lo que será un nuevo barrio cultural y cosmopolita. Lo que ellos intentan levantar es el placer de regresar que tienen muchas ciudades europeas. Y yo creo que la cultura es eso: placer y bienestar, no ciencia exacta.
P. ¿Dudó antes de aceptar el encargo?
R. En absoluto. Unir arte y nacionalismo es ridículo. Sólo hay que pensar de dónde son las obras que llenan el Louvre. Todo el mundo tiene derecho a acceder a la cultura.
P. Siempre ha estado contra la arquitectura que cae en un lugar con paracaídas. ¿Esto no lo es?
R. La cultura no pertenece a los lugares sino a las personas. Los edificios sí. El Louvre de Abu Dabi será árabe. Tendrá sentido allí; en París no lo tendría. Si no creas esas raíces repites el mismo edificio por todo el mundo, algo que hacen muchos.
P. ¿Está satisfecho de todo?
R. Me satisfacen todos mis edificios, pero no siempre su mantenimiento o cómo han sido construidos. La arquitectura es una botella en medio de la ciudad, que, como una botella en medio del mar, depende de quién la recoge.
P. ¿Tiene tiempo para hacer la escultura que quería hacer?
R. Poco. He llegado a un acuerdo con el Ayuntamiento de Niza. Tendré un estudio allí y ya no tendré excusas. De momento, en Londres, detrás de la catedral de San Pablo, construyo un edificio para el que le pedí a Anish Kapoor que colaborara conmigo. Cambió de opinión. Así es que me he dado esa oportunidad. Voy a ponerme en el límite entre el arte y la arquitectura. A ver adónde llego.
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