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Reportaje:

El taller de Nietzsche

Leer a Nietzsche es tonificante porque transmite la energía y el genio de un espíritu fuerte. Fue capaz de agudizar su estilo hasta pulirlo de términos técnicos e ininteligibles, tan caros a otros filósofos anteriores y posteriores a él; acudió de modo natural a la ironía, al chascarrillo o a la sabiduría popular en esos libros suyos compuestos tanto de sustanciosas parrafadas como de aforismos certeros cual saetas; por todo ello es un filósofo grato de leer, que incita a pensar con él y contra él.

Desde hace décadas contamos en castellano con excelentes traducciones de sus obras principales y, como parece que el interés por Nietzsche no decae en el ámbito hispanohablante, algunos editores se esmeran con "cosas nuevas" del gran filósofo: los fragmentos inéditos son lo más apetecible; por ahora sólo han aparecido libros que contienen selecciones de éstos, algunas de contenido misceláneo y otras de temas genéricos tales como la estética o el nihilismo y que, si bien a primera vista son llamativas, resultan insuficientes porque apenas revelan la importancia de todo lo que quedó en el "cajón de sastre" de Nietzsche: decenas de cuadernos y cartapacios llenos de anotaciones entre las que se encuentran cientos de aforismos, pensamientos y esbozos de obras; en conjunto, un complemento idóneo para profundizar en la comprensión de los textos publicados por Nietzsche.

Este cúmulo de inéditos, inagotable filón para intérpretes y lectores del filósofo, verá la luz en castellano en una espléndida edición a cargo del profesor Diego Sánchez Meca, de la cual los dos volúmenes que reseñamos, el IV y el I, representan justo la mitad del proyecto que constará en total de cuatro tomos. Con ellos dispondremos de los ansiados fragmentos póstumos de Nietzsche en su integridad, y en una edición más completa incluso que la francesa e italiana, anteriores, pero que no gozaron como la española del beneficio que supone incorporar al aparato crítico los logros de las últimas investigaciones nietzscheanas.

Que aparezca en primer lugar el tomo IV se debe a que contiene los fragmentos del último periodo de lucidez de Nietzsche, unos tres años que se cuentan entre los más productivos de su vida; desde enero de 1889, y durante once años más, el filósofo pierde por completo la lucidez y sobrevivirá como un vegetal. Su hermana Elisabeth se encargó de cuidarlo hasta el final, en 1900. En Villa Silberblick, en la ciudad de Weimar, fundó aquélla el "Archivo Nietzsche", dedicado a promocionar la obra de su hermano y conservar los manuscritos inéditos. Junto con otro colaborador se encargó de revisar todo este material y, manipulando a su antojo lo que quiso, compuso y publicó un libro póstumo del hermano: La voluntad de poder, el cual, según ella, contenía la supuesta "culminación" de la filosofía de Nietzsche. El filósofo, en efecto, tuvo durante un tiempo la intención de sintetizar su pensamiento y exponerlo en una obra que debía titularse así; pero nada en Nietzsche era definitivo, y tras múltiples esbozos abandonó la idea de semejante síntesis, aunque sí dejó sustanciosos apuntes sobre el concepto de "voluntad de poder". El volumen pergeñado por Elisabeth con los retales mal cosidos del último Nietzsche fue un éxito de ventas e inspiró interpretaciones tan célebres como las de Heidegger o Jaspers.

Después de la muerte de Elisabeth, Karl Schlechta o Colli y Montinari desmontaron las tergiversaciones de la fanatizada hermana (ella alentó, a la par que otros eruditos, la glorificación de "la filosofía nietzscheana" por el nazismo), promoviendo la revisión y la transcripción exacta de los fragmentos. La edición de Obras completas de Nietzsche, al cuidado de los dos especialistas italianos mencionados, que comprende más tomos de inéditos que los que ocupan los libros publicados, es hoy canónica y ha servido de base a la castellana.

Con la publicación de los fragmentos de 1885 a 1889, tal cual los plasmó su autor, se disipan las dudas acerca de aquella obra ficticia y queda demostrado que la verdadera filosofía del último Nietzsche, a pesar de fragmentos inéditos tan importantes como el dedicado al absoluto dominio del nihilismo, se corresponde en general con las ideas ya expuestas en Así habló Zaratustra, Más allá del bien y del mal, La genealogía de la moral y El anticristo, libros de aquella misma época.

El volumen I, muy bien tradu

cido y anotado, contiene los fragmentos del Nietzsche filólogo, profesor en Basilea, a punto de abandonar su disciplina por la filosofía. Reflejan las originales ideas del enamorado de Grecia, influido por Schopenhauer y ferviente admirador de Wagner. Es el Nietzsche que, a lo largo de cinco años de "partos" geniales, ganará voz propia con libros como El nacimiento de la tragedia, La filosofía en la época trágica de los griegos o sus célebres Consideraciones intempestivas.

Ambos tomos, llenos de sorpresas, constatan que a Nietzsche le gustaba pensar y que hacerlo con rigor requiere trabajo. Revelan sus empeños por seguir la cadena lógica de un razonamiento o la formulación exacta del aforismo perfecto; son esbozos de un Nietzsche siempre visceral, jovial tanto en sus afirmaciones como en sus negaciones, o iracundo y melancólico, subjetivo e iconoclasta. Hoy podemos decir con las mismas palabras que Nietzsche utilizó para referirse a sus libros, que estos fragmentos, ya en castellano, "pertenecen a aquellos a los que pensar les da placer, nada más".

Friedrich Nietzsche. Fragmentos póstumos IV (1885-1889). Traducción, introducción y notas de Juan Luis Vermal y Juan B. Llinares. Tecnos. Madrid, 2006. 780 páginas. 38 euros. Fragmentos póstumos I (1869-1874). Traducción, introducción y notas de Enrique de Santiago Guervós. Tecnos. Madrid, 2007. 590 páginas. 35 euros.

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