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Columna
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Novedades chiíes

Lluís Bassets

Pocos podían llamarse a engaño. Quizás Aznar y sus empecinados amigos. Las imágenes en directo de la demolición de la estatua en bronce de Sadam Husein, organizada para fabricar un símbolo de la victoria en Irak, no dieron el pego. Sólo los más emperrados neocons pudieron venderlas como si fueran la bandera norteamericana ondeando en Iwo Jima o la cabezota de Stalin separada del cuerpo de su estatua en Budapest en 1956. Cuatro años después de la caída de Bagdad, apenas queda la idea del montaje propagandístico perpetrado frente al hotel Palestina, donde el día antes el disparo de un blindado Abrams norteamericano había acabado con la vida del periodista español José Couso. Si la muerte simbólica del dictador aquel 9 de abril fue un fiasco, su ajusticiamiento efectivo en la horca, el 30 de diciembre pasado, resultó otro globo pinchado por el comportamiento impropio de los verdugos, que le filmaron clandestinamente y le trataron sin respeto ni dignidad como corresponde a la ejecución de una sentencia judicial.

A la vista está que no había en la Casa Blanca materia de celebración de la efemérides de la caída de Bagdad. El máximo responsable de la cadena de errores y horrores de esta guerra, el presidente Bush, pronunció un discurso en la frontera mexicana dedicado a la política de inmigración. El Congreso y el Senado seguían preparando la conciliación entre sus dos resoluciones sobre el presupuesto militar para Irak y Afganistán, con fecha de retirada incluida para fastidiar al presidente. Pero en Nayaf y en Kufa, en lo más profundo del Irak chií, sí hubo celebración y demostración de fuerza, con mares de banderas -iraquíes, por cierto y no islámicas- y enormes manifestaciones contra la presencia norteamericana. La prensa de Washington, en cambio, supo detectar un signo de los nuevos tiempos chiíes en un libro, La ocupación de Irak. Ganar la guerra, perder la paz, que su autor, Alí Alawi, quiso presentar en fecha tan señalada.

Alawi pertenece a la élite chií iraquí. Ha sido ministro de Comercio, de Defensa y de Finanzas, en sucesivos gobiernos desde 2003. Está emparentado con Ahmed Chalabi, que también ha sido ministro y vicepresidente, e Iyad Alawi, que fue el primer jefe de Gobierno tras la caída de Sadam. Se ha formado en el MIT (Massachusetts Institute of Technology), la universidad de Harvard y la LSE (London School of Economics). Su libro, del que ayer empezaron a salir reseñas, es un alegato contra la ocupación y sobre todo contra quienes idearon la guerra desde una "ignorancia monumental" y "sin tener la menor idea" sobre la realidad del país que se iba a ocupar.

La ocupación fue un despliegue de "amateurismo rancio" y de "arrogante pavoneo", sin participación del exilio iraquí. La planificación según la doctrina Rumsfeld produjo un vacío de poder que dio pie al pillaje masivo, la destrucción de propiedades privadas y públicas, y la devastación del patrimonio cultural y de las infraestructuras ante la mayor indiferencia de las fuerzas de una coalición que no tenía plan alguno para administrar el país ocupado. El asesinato el 10 de abril del respetado ayatolá Abdul Majad al Khoei, recién llegado del exilio, produjo una terrible impresión en todo el Irak chií, cuya población rechaza en su mayoría una conexión entre el derrocamiento del régimen odiado de Sadam Husein y la invasión y ocupación de su país. (Esto suele diferenciar a los chiíes de los kurdos, que la establecen y la consideran positiva, y de los suníes, que también lo hacen pero para considerarlas negativas ambas).

La disolución del Ejército iraquí, la purga del baazismo, la pésima gestión de las empresas públicas, la entrega de los servicios privatizados a gangs comerciales, el robo y exportación ilegal de equipamientos públicos, o los niveles de corrupción colosales de la nueva Administración son algunos de los errores que señala Alawi. Sus soluciones chiíes se solapan, a veces, con propuestas del informe Baker-Hamilton, pero van mucho más lejos. Alawi cree que de esa crisis abismal sólo se puede salir desde Irak y desde la región, y que no hay potencia extranjera con capacidad para resolverla. Tiene ideas sobre cómo organizar el futuro, pero también para introducir elementos de cooperación multilateral en la región inspirados en la Unión Europea. Y de Estados Unidos, país donde este hombre de negocios e intelectual ha vivido, estudiado y trabajado, asegura que "cualquiera que sea el proyecto que tenga para Irak se ha desvanecido, víctima de una política incoherente e inapropiada".

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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