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Manual para candidatos

Joan Subirats

Se acercan a pasos agigantados las elecciones municipales. Y no se nota sólo en las inauguraciones de estas últimas semanas, sino también en el espacio publicitario de más de 40 minutos con el que nos ha obsequiado Telemadrid hablando de ciudadanos en Cataluña. Hablando en serio, recomiendo a cualquier candidato que quiera saber de qué va la cosa, que se agencie cuanto antes el último volumen del Anuari Territorial de Catalunya que viene editando la Societat catalana d'Ordenació del Territori (scot@iecat.net) desde hace tres años. Los tres volúmenes editados, correspondientes a los años 2003, 2004 y 2005, y por tanto, plenamente insertos en la legislatura municipal a punto de concluir, muestran la enorme significación que el debate territorial va teniendo en el país en los últimos tiempos. Las 200 fichas que la paciente labor del equipo dirigido por Àlex Tarroja, Margarida Castanyer y Montserrat Mercadé ha logrado reunir nos ofrecen un mosaico fascinante de la transformación de las ciudades, los pueblos y las comarcas catalanas, atravesados por conflictos y debates territoriales de todo tipo.

La construcción de grandes infraestructuras (aeropuertos, puertos, ferrocarriles, carreteras) ocupa un lugar destacado. Y nos demuestra que seguimos plenamente atrapados por la fascinación del crecimiento como panacea universal a nuestros males pasados, presentes y futuros. El gran despliegue e impacto producido por la pomposamente calificada como reunión de la sociedad civil catalana en torno al tema de la gestión del aeropuerto de Barcelona y el poco relieve que tuvo la semana siguiente la primera convención del Tercer Sector de acción social de Cataluña nos indican por dónde van las prioridades de quienes tienen poder. La mitad de los cerca de 40 conflictos relacionados con infraestructuras que se recogen están relacionados con autovías y con la construcción del AVE. La gente protesta por los impactos que estas obras tienen en sus territorios, y también protesta por las pocas mejoras que se han dado en los trenes de Cercanías, o por el abandono de ciertos trayectos de Renfe. No se trata, pues, de conflictos unidireccionales del tipo todos contra toda obra, propios de lo que algunos denominan la cultura del no, sino que mucha gente parece priorizar ciertas cosas que no son priorizadas desde las posiciones de poder.

Otro de los grandes paquetes de conflictos es el relacionado con el crecimiento y la transformación urbana. Casi 50 casos vinculados a planes urbanísticos, 14 surgidos de procesos de transformación urbana (muchos de ellos en Barcelona o su conurbación) y 6 conectados con estaciones de esquí nos indican que las sensibilidades están a flor de piel. La mezcla de la cultura del crecimiento como panacea, la escalada de los precios urbanísticos a cotas insospechadas y la conexión arcas municipales exhaustas-plusvalías urbanísticas han puesto de los nervios a mucha gente que ve por todas partes indicios de que se reparten grandes porciones de pastel sin que la distribución de costes y beneficios del asunto esté muy compensada. El tercer gran apartado de debates sobre conflictos y problemas recogidos en el Anuari es el dedicado a temas de gestión de recursos, residuos, energía y protección de espacios naturales. Evidentemente, muchos de estos temas se entremezclan, y donde hay un nuevo plan urbanístico, una nueva infraestructura o una ampliación de estación de esquí asoma un tema de protección de espacios o se cuestiona la existencia de recursos naturales suficientes para que la sostenibilidad proclamada como valor por todos se consiga realmente garantizar. Destacan los temas energéticos, con especial relevancia para las iniciativas eólicas, con sus conocidos impactos paisajísticos y, por tanto, identitarios en muchos territorios. Con lo cual, una vez más, tenemos las evidentes contradicciones internas que todo debate en serio sobre el futuro de un territorio plantea desde las muchas perspectivas posibles.

Lo más interesante del volumen, y que justifica el título del artículo, es la evidente notoriedad de los ayuntamientos en este conjunto de cuestiones. Son más de 150 municipios los tocados de una u otra manera en las 200 fichas del estudio. Y algunos de ellos (como el de Barcelona, con más de 30 citas) aparecen profusamente. Cualquier aspirante a una plaza en los próximos gobiernos locales no puede dejar de buscar su ficha en el texto. Y, de paso, buscar con quiénes deberá medir sus fuerzas. En efecto, al margen de los partidos de todo el arco político y algunas fuerzas políticas exclusivamente locales, destacan la multitud de plataformas en defensa de cualquier trozo del territorio y los ya famosos Salvem que pueblan nuestra geografía, desde el Empordà a las comarcas del Ebro. Más de 60 plataformas y una veintena de salvem nos indican que la diversidad y riqueza de nuestra sociedad civil no se acaba en el IESE.

Tenemos, pues, aquí un utilísimo aviso para navegantes en forma de estudio. No debería caer en saco roto la experiencia que la gente del SCOT han ido recogiendo pacientemente a lo largo de estos años a partir de la red creada en torno a la lista de distribución de Internet (www.territori.org). Cada vez tenemos más indicios de que conviene acercarse a los temas territoriales con sumo tiento. Sabiendo que los instrumentos estrictamente técnicos son necesarios, pero no suficientes. Sabiendo que muchas de las decisiones que a veces quieren implantarse tienen grandes dosis de irreversibilidad. Y sabiendo, en definitiva, que por mucha razón que pienses que te asiste a la hora de emprender ciertas acciones, es conveniente que tengas en cuenta el mapa de actores sociales presentes y las vías para que puedas calibrar hasta qué punto comparten o no tus previsiones y razones. Cada vez será más difícil operar en el territorio con la sola fuerza de la jerarquía, el dinero y la técnica. Tejer complicidades, compartir diagnósticos, explorar soluciones, aprender a gobernar con la gente y no sólo para la gente será, espero, cada vez más necesario.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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