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Phelps, en Burgos

La participación activa de Edmund S. Phelps, el último premio Nobel de Economía, en el ForoBurgos de Economía y Empresa, que giraba en torno a la relación entre capital humano y competitividad, ha deparado, además de enseñanzas, alguna paradoja. Casi 300 asistentes, entre empresarios y profesores universitarios, mayoritariamente pertenecientes a una comunidad autónoma sobre cuya economía pesan algunas de las amenazas económicas propias de la globalización. La primera y más destacada, la asociada a las decisiones de deslocalización de inversiones en un sector, la automoción, en el que esa región sigue disponiendo de empresas de referencia.

Otra amenaza no menos inquietante es la derivada de la evolución demográfica, del despoblamiento gradual y, muy particularmente, de la salida neta de la comunidad de profesionales cualificados; las variaciones negativas en la natalidad empresarial completan un panorama que convertía en relevantes las sesiones del foro. Esas razonables inquietudes son en gran media compartidas en otras comunidades. Los ecos de la controvertida decisión de la empresa norteamericana Delphi, con sus inversiones en Puerto Real, flotaban en el ambiente de ese foro.

Una fuerza de trabajo educada está mejor dispuesta para adoptar la tecnología disponible

El profesor Phelps, al que con razón se le atribuye un papel central en la definición de la agenda de investigación en la moderna teoría macroeconómica y en la lucha contra la inflación, no sugirió reacciones específicas ante esas decisiones. Más bien insistió en algunos de los corolarios que se deducen de sus investigaciones: la necesidad del fortalecimiento del capital humano y del capital tecnológico, la importancia de dinamizar la economía mediante la eliminación de todo tipo de trabas y, desde luego, el fomento de la capacidad para emprender. Sugerencias comunes a todas las economías de la Europa continental, esencia de ese recurrente déficit de dinamismo empresarial que tiene en la reducida capacidad de innovación su principal exponente. La existencia de una legislación proteccionista, un sistema educativo excesivamente centrado en formar profesionales en disciplinas concretas, y una igualmente reducida identificación y satisfacción de los trabajadores con la actividad que llevan a cabo en las empresas serían, según Phelps, las manifestaciones de esas limitaciones del modelo continental frente al anglosajón.

El predicamento de Phelps para vincular crecimiento económico y calidad del capital humano es tanto mayor cuanto más premonitorios fueron los resultados de sus investigaciones. Sus trabajos sobre crecimiento a largo plazo, antecedentes hoy ampliamente reconocidos de ese renacimiento a finales de los ochenta de la teoría del crecimiento, de la mano de los enfoques endógenos, datan de mediados de los sesenta. Parte de la literatura posterior hay que radicarla en el artículo con Richard Nelson, Investments in humans, technological difussion and economic growth, de 1966. De este trabajo se deduce que el crecimiento es determinado por el stock de capital humano, por las habilidades de la población de un país para innovar o para adoptar las más avanzadas tecnologías. Ambos elementos fundamentan los crecimientos de la productividad. El rendimiento de la educación, según esa perspectiva, es una función creciente; una de las proposiciones fundamentales es que una fuerza de trabajo educada y receptiva a todas las formas de conocimiento está mejor dispuesta para adoptar la nueva tecnología disponible y, en definitiva, para competir globalmente. Los argumentos de Nelson y Phelps sugerirían la conveniencia de apoyar con recursos públicos la educación y sobre todo la creación de vínculos estables entre la Universidad y la empresa.

La otra gran dirección en que las sugerencias de Phelps han cobrado virtualidad en el contexto actual de la economía española es la relativa al necesario cambio de cultura que propicie la capacidad para emprender, precondición para que arraigue esa dinámica de innovación. Phelps es de los pocos premios Nobel que han insistido en la importancia del fomento del nacimiento de empresas, prescindiendo de esa simplificación extrema que considera a la empresa como una caja negra. No cabe extrañar, por tanto, ese bien fundamentado puente que se le atribuye a su obra entre la microeconomía y la macroeconomía, ni la sugerencia a las autoridades de eliminación de los obstáculos administrativos que todavía pesan sobre el nacimiento de empresas en España.

También es paradójico que la llegada de Phelps a Europa coincidiera con una decisión del BCE de tensar la política monetaria. Uno de los ámbitos donde el reconocimiento de su aportación es más amplio deriva del apoyo a la comprensión de la complejidad y de la relación entre inflación y desempleo, y el importante papel de las expectativas de los actores económicos en esa relación. Como subrayó su colega en la Universidad de Columbia, también premio Nobel, Joseph Stiglitz, en este periódico el pasado diciembre, "concluir que no se puede hacer nada contra el desempleo o que las autoridades monetarias deben centrarse exclusivamente en la inflación, significa utilizar de modo erróneo y distorsionado sus análisis".

Su paso por Burgos, en definitiva, ha vuelto a ilustrar esa otra afirmación de Stiglitz: "La economía de Phelps nunca ha sido una economía de la resignación, sino de la acción". Ojalá que todos los presentes en sus sesiones capitalicen esa energía.

Mauro F. Guillén es director del Lauder Institute de la Wharton School y miembro del Consejo Académico de la Escuela de Finanzas Aplicadas. Emilio Ontiveros es catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y consejero-delegado de Analistas Financieros Internacionales.

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