Turbulencias de aúpa
Menudas turbulencias. Quiero decir que aunque andamos de vacaciones (por más que toquen a su fin) estamos envueltos en unas turbulencias de aúpa. Lo voy a explicar recurriendo a una historieta que corre por ahí. ¿Cómo se consigue el movimiento perpetuo? Muy fácil. Si partimos de dos hechos establecidos: a) que los gatos caen siempre de pie, y b) que la tostada cae siempre por el lado de la mantequilla, basta con sujetar sobre el lomo de un gato la tostada con la mantequilla mirando hacia arriba y luego arrojar el minino al vacío. Cuando esté a punto de llegar al suelo, las fuerzas contrapuestas de la tostada tirando hacia tierra por el lado de la mantequilla y de las patas del gato buscando el mismo objetivo harán girar el conjunto eternamente (o casi) sin necesidad de aporte alguno de energía, o sea que el movimiento perpetuo se habrá conseguido.
Y en esas andamos. Las hordas de Otegi y de Olano, etc. se ven sometidas a dos fuerzas contradictorias: la de caer con los pies, es decir, hacia la territorialidad, y la de verse impulsadas hacia el realismo político o, como quien dice, hacia el comerse la tostada integrándose en los ayuntamientos, de ahí que estén girando sobre sí mismos y produzcan las famosas turbulencias que nos tienen a todos turbados, porque para eso son gatos que nos la querían dar por liebre.
No hay Semana Santa que valga porque los amantes de las crucifixiones y otros tiros en la nuca no sólo no están en alto el fuego sino tan siquiera de vacaciones. Preparaban la guerra, como desgraciadamente sospechábamos muchos y así lo escribimos sólo para ser tildados de funestas Casandras. Visto lo visto es de suponer que el Gobierno estará reconsiderando su política de encuentros como así parecen demostrarlo los últimos acontecimientos, es decir la captura y ruina del comando Donosti. Dado que actuaciones de este tipo no pueden sino contar con el beneplácito del PP, quizá se esté abriendo un momento favorable para restañar las viejas heridas y regresar a una política de consenso.
Un colega a quien admiro y respeto avanzaba que el Gobierno se halla ahora en una situación inmejorable para reconducir la política antiterrorista (no confundir con la lucha antiterrorista, aclaro) con pocos costes. Desde luego sería bienvenido el frente común contra quienes no sólo no han dado un paso en la dirección que supuestamente abría el alto el fuego, sino que los han dado en sentido contrario y en todos los frentes, el que denominan militar y el político.
No les estará viniendo mal un baño de realismo como el que no han cesado de aplicarnos a todos en este año y pico de falacias, sin que muchos quisieran admitirlo. Pero, bueno, tampoco hay que ponerse excesivamente quisquilloso con los errores si se producen avances. Fernando Savater acaba de publicar La vida eterna, donde reflexiona sobre la muerte seguramente porque desde hace mucho tiempo los chicos de la gasolina y los de la pistola se la han puesto delante bien directamente, lleva muchísimos años amenazado, o bien un poco menos directamente a través de tantos amigos y colegas asesinados o sometidos a amenaza.
Y todo por no avenirse a pensar correctamente. Y quien dice Savater dice la también amiga Maite Pagazaurtundua, espejo de firmeza y de coherencia, unidos ahora por el último seguimiento, por la voluntad inequívoca de poner fin a su vida en la que se han empeñado los bestias de siempre. Escribe Savater en el libro mencionado: "Nos cuesta mucho esfuerzo mítico reconciliarnos con la muerte... y siempre se trata de una reconciliación relativa, un mero apaño". Frase que se podría parafrasear añadiendo que todavía cuesta más reconciliarse con ella cuando la reconciliación nos viene impuesta: reconcíliese con el tiro que le vamos a pegar y no nos venga con monsergas. Hay muchas, demasiadas turbulencias y contra eso sólo vale el soplo de ánimo, de aliento.
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