Emotividad y sencillez
La vida contemplativa se asocia generalmente a los conventos de clausura. En Santiago de Compostela hay cinco, que pertenecen a órdenes mercedarias, dominicas, clarisas, carmelitas descalzas y benedictinas. La iglesia del primero de ellos acogió en la noche de Viernes Santo uno de los conciertos del II Festival de Músicas Contemplativas, con cantos del Barroco latinoamericano, incluso en quechua, a cargo del estupendo grupo de Birmingham Ex Cathedra Consort and Continuo, dirigido por Jeffrey Skidmore.
El festival ha alcanzado en solamente dos ediciones un nivel artístico potente. Cada concierto es en una iglesia diferente, todas ellas restauradas por el Consorcio de Santiago. Los repertorios elegidos se han complementado a la perfección. Los cantos de la tradición sufí del Magreb, con su correspondiente ritual, fueron desentrañados por el grupo tunecino Ikhwan al Hadra, mientras los cantos bizantinos, ortodoxos, serbios y rusos hallaron una realización primorosa en la actuación del coro Melódi, de Belgrado, dirigido por la impagable Divna Ljubojevic. La tradición medieval vocal beneventina del sur de Italia, en griego o latín, hallaba su atmósfera adecuada en las gargantas del Ensemble Organum, de Marcel Pérès, en la pequeña iglesia de San Fiz. Angel Recasens y La Grande Chapelle rindieron tributo a la música española de Nebra o Yangüas, en un memorable concierto en la iglesia de Las Ánimas, con sus impactantes estucos sobre ladrillo, mientras Jordi Savall y Hesperion XXI propusieron un viaje de intercambios entre Oriente y Occidente con muestras musicales de Andalucía, Galicia, Cataluña, Afganistán, Marruecos, Bulgaria, Alejandría, Irán, Sarajevo, Italia, Rodas y Argelia. Paul Mc Creesh y su Gabrieli Consort se movieron entre Monteverdi y Stravinski en la imponente iglesia de San Martiño Pinario.
En el campo instrumental, este festival ha permitido la presentación del cuarteto de cuerda de la Real Filharmonía de Galicia, con Las siete palabras de Cristo, de Haydn. Los conciertos estuvieron abarrotados, con un público de todas las edades. No se escuchó una tos, ni sonó un teléfono móvil. Y se pudo ver de incógnito al alcalde de la ciudad en una localidad lateral.
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