El final feliz
El grupo E.ON se queda en España, donde competirá con la Endesa de Enel y Acciona
La traca final de la larga feria eléctrica ha sido deslumbrante. La capacidad de sorpresa en este culebrón es enorme y nadie se atreve a decir que no haya más. Cuando parecía que estaba todo el pescado vendido y que E.ON tendría un final tranquilo, apareció Enel, tercero de Europa, para decir que todavía quedaba tela que cortar. Apenas tres semanas después de que E.ON lanzase su oferta a 38,75 euros por acción y Gas Natural se hubiera retirado, la italiana apareció de repente y adquirió el 25%.
El aterrizaje de Enel fue una venganza servida en frío. La llegada estuvo precedida por la cumbre hispanoitaliana de Ibiza, en la que Romano Prodi y Rodríguez Zapatero zanjaron el asunto. Un día antes, el primer ejecutivo de Enel, Fulvio Conti, le había contado sus planes al jefe de la oficina económica de Moncloa, David Taguas, y al ministro de Industria, Joan Clos.
En la memoria, las palabras de Zapatero tras la reunión con la canciller Angela Merkel en abril de 2006: "Habrá un final feliz". Todos apuntaban a un acuerdo para allanar el camino a E.ON. Ahora, ese final feliz apunta a otras partes.
Hacia Enel, hacia Acciona y también hacia el Gobierno, para el que la operación encaja en su diseño de una empresa integrada y con presencia española en la gestión. Hay que preguntarse si también encaja en el concepto de "campeón nacional" al que apeló Zapatero. Los diversos enfrentamientos por el control de la eléctrica española ponen de relieve la distancia que todavía existe para alcanzar de verdad el mercado único europeo.
Enel cambió el panorama. Había tres competidores, dos con participaciones importantes y un tercero con una OPA en curso condicionada al 50%. Las cuentas eran muy fáciles. Si Enel y Acciona sumaban, E.ON tenía prácticamente imposible lograr sus objetivos por mucho que Caja Madrid, controlada por el Gobierno del PP de la Comunidad de Madrid, le aportara su 10%. A medida que la OPA avanzaba y las cosas se le torcían, E.ON intentó convencer a Entrecanales de que le apoyase prometiéndole los activos de Endesa en América y los de energías renovables.
Entrecanales no entró al trapo y pronto llegó el comienzo del fin. Tras los contactos bilaterales, llegó la segunda parte del aterrizaje de Enel: el acuerdo con Acciona por cuatro años. Los aliados se comprometieron a lanzar una OPA conjunta por un mínimo de 41 euros, de manera que Acciona se quede con el 25% del capital y Enel, con el resto que compren. La presidencia será para Entrecanales y el puesto de consejero delegado para Enel. Además, por si fuera poco, el grupo público SEPI, que controla el 2,95%, anunciaba que no vendería a E.ON. Lo suficiente para que el grupo alemán acabara arrojando la toalla y negociando una salida digna. Tras dos días de intensas negociaciones en Madrid, el lunes anunciaron el fin de la contienda. E.ON adquiere activos por valor de 10.000 millones, entre ellos Viesgo y tres centrales españolas; pero lo más importante es que se queda en España y anuncia que quiere estar entre los tres primeros del sector energético. Aviso a navegantes. E.ON también persigue su final feliz, pese a haber doblado la cerviz.
La Bolsa se disparó. Todas las empresas se tentaron las ropas. El sector lleva tiempo agitado. Además de la incorporación de Acciona a Endesa, el grupo ACS entró en Unión Fenosa (tiene ya el 45%) y en Iberdrola (13%), donde el presidente, Sánchez Galán, se ha reforzado con la compra de Scottish Power. Y Sacyr ha comprado el 20% de Repsol, que cuenta con una participación de control con La Caixa en Gas Natural. Ésos son los caminos para crecer.
El acuerdo, por otra parte, ha tenido consecuencias traumáticas en la CNMV, cuyo presidente, Manuel Conthe, ha anunciado la dimisión tras quedarse solo ante el consejo por defender a E.ON. Previamente, Conthe se había salido con la suya al prohibir la nueva OPA hasta pasados seis meses. Conthe ha querido irse metiendo ruido. Ayer mismo, el portavoz parlamentario del PP, Eduardo Zaplana, pidió una comisión de investigación para aclarar las responsabilidades políticas que pueda haber detrás de la "insistencia del Gobierno" en negarse a que Conthe comparezca en el Congreso. Al final de todo, el Ejecutivo también se encuentra con un doble final feliz inesperado: la marcha de Pizarro y Conthe.
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