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Tribuna
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La falsa simetría

Es mucho ya lo que se lleva dicho y escrito acerca de la creciente y cada vez más exasperante atmósfera de crispación que planea de modo constante sobre la política española. Es una atmósfera que apenas se advierte en la vida diaria de la inmensa mayoría de ciudadanos, pero que contamina permanentemente el debate político, en especial en el Congreso de Diputados y en el Senado, pero también, aunque en menor medida, en casi todas las instituciones públicas de nuestro país, y que llega ya a la pura y simple paranoia en algunos medios de comunicación. Lo que me parece particularmente grave es que, entre lo que algunos dicen y escriben sobre este clima de crispación política, parece subyacer una opinión que pretende ser equidistante y parte de una falsa simetría entre los artífices de la crispación y las víctimas de ésta: esto es entre el PP y el PSOE, y con él de algún modo también todos cuantos no comulgan con el Partido Popular.

No hay simetría entre los que crispan y los que intentan acabar con ella mediante la exposición razonada

El actual clima de crispación política no es más que la reedición -eso sí, corregida y sobre todo muy aumentada- del que se creó ya en 1993, cuando los ya entonces dirigentes del PP, con José María Aznar al frente, se resistieron a admitir los inapelables resultados de las elecciones generales celebradas aquel año, en las que el PSOE volvió a vencer cuando el PP estaba por completo convencido de su propio triunfo electoral. De ahí surgió aquella estrategia de la tensión que, de la mano de un potente aparato propagandístico, crispó la política española hasta límites desconocidos hasta entonces en este país. Aquella crispación no tuvo freno hasta que el PP se hizo con el poder en los comicios legislativos de 1996, pero reapareció cuando, ya con la mayoría absoluta alcanzada en 2000, Aznar imprimió un giro hacia la derecha extrema a la acción política de su Gobierno y de su partido. La inesperada derrota electoral del PP en las elecciones del 14-M -a la que Aznar, Ángel Acebes, Eduardo Zaplana, y con ellos y sin excepción toda la plana mayor del Partido Popular, contribuyeron de modo decisivo con sus falsedades y mentiras sobre la autoría de los atentados terroristas del 11-M- no hizo más que radicalizar aún mucho más al PP, sometido ya de lleno a los dictados no sólo de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), sino sobre todo de un muy potente entramado mediático instalado en la crispación.

Desde el mismo 14-M el PP, no ya con el apoyo o el estímulo, sino bajo el dictado incesante de las consignas lanzadas desde la Cope, El Mundo, La Razón y otros medios de comunicación, ha hecho de la pura y simple crispación toda su estrategia política, inicialmente con el afán de intentar la deslegitimación democrática del Gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero mediante todo tipo de patrañas sobre la autoría de los criminales atentados del 11-M, luego a través de la impugnación de todas las medidas antiterroristas y de todo tipo llevadas a cabo por el Gobierno, y desde hace algunos meses también a través del uso y abuso recurrente del recurso a toda clase de manifestaciones. Nada le ha importado al PP poner en juego toda la política antiterrorista, atizar la discordia interterritorial, utilizar de forma partidista los símbolos del Estado, enfrentar a unas comunidades con otras, clamar a favor de una unidad nacional que nadie amenaza, manipular en su exclusivo beneficio partidista a las víctimas del terrorismo, ni siquiera seguir propalando todo tipo de burdas teorías acerca de una supuesta conspiración del 11-M ni poner en entredicho las resoluciones de los tribunales con las que discrepa.

Frente a este todo vale, ¿qué deben hacer no sólo el Gobierno y el partido que le apoya, sino también cualquier persona en su sano juicio, si no es intentar responder razonablemente y con argumentos a toda esta mendaz y sectaria propaganda política? El silencio no puede ni debe ser la respuesta. Y cuando ésta se produce y lo hace con mesura y sin estridencias, nadie puede hablar de simetría entre los que crispan y los que intentan acabar con la crispación mediante la exposición razonada de argumentos políticos. No hay simetría entre un PP que ha hecho de la crispación toda su estrategia política y un PSOE que intenta defenderse no ya de las críticas, sino de los ataques a la línea de flotación no sólo de un Gobierno, sino de todo un sistema político democrático y, por consiguiente, de toda una convivencia libre y pacífica.

Jordi García-Soler es periodista.

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