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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ciudades del futuro

La semana pasada, Luis Díaz Alperi pronunció una conferencia sobre el futuro de Alicante. Fue una conferencia importante. Lo fue, sobre todo, porque nos encontramos en época de elecciones y aquello que los candidatos digan o dejen de decir, despierta una inusitada atención. No sé si el alcalde convencería a quienes acudieron a escucharle. Supongo que sí porque el alicantino no es persona difícil de complacer, hablando en términos generales, claro está. Díaz, además, les tiene tomada la medida a sus paisanos y sabe que, en estos casos, lo mejor es proponerles algún asunto que despierte su atención.

Poco importa que estas propuestas de las que hablamos sean más o menos realistas o tengan visos de llevarse a término algún día. Todo eso que juzgaríamos importante, aquí es lo de menos. Lo que pretende Díaz es que, durante un tiempo, se hable del asunto en la ciudad. A eso se reduce todo. Pese a su aparente simplicidad, no conviene menospreciar una práctica que le ha proporcionado al alcalde unos resultados excelentes, como prueban las sucesivas mayorías que ha obtenido en cada votación.

En la charla del otro día, Díaz Alperi hablaba del futuro de Alicante. El futuro de una ciudad constituye siempre un tema atractivo. Se presta a que el conferenciante recurra a la imaginación y exponga grandes proyectos que el auditorio escuchará complacido. Pues bien, la propuesta más novedosa que realizó Díaz en su conferencia -y con la que la prensa encabezaba la noticia al día siguiente- es que la ciudad cuente con un cementerio privado. Sí, un cementerio privado. Considera el alcalde que todas las ciudades modernas disponen de uno y Alicante, que aspira a codearse con ellas, no debe quedarse atrás.

Fuera de esta iniciativa, poco más sugirió Luis Díaz para el futuro de la ciudad que no fuera la construcción de viviendas. El plato fuerte de la conferencia fue anunciar que Alicante precisará 60 mil nuevas viviendas en los próximos 20 años, lo que supone toda una lección de prospectiva. Naturalmente, para comunicar esas viviendas será preciso trazar grandes avenidas que atraviesen la ciudad de punta a cabo y para las que el alcalde no quiere rotondas, sino pasos subterráneos que aligeren el tráfico. En resumidas cuentas, se trata de entregar la ciudad a los constructores y al automóvil. Ninguna novedad, pues, respecto a lo que ocurre hoy.

En el mismo momento en que Díaz dibujaba este futuro temerario, se celebraba en Alicante un foro internacional sobre la ciudad. El encuentro había sido organizado por la Diputación Provincial, cuyo presidente, José Joaquín Ripoll, es concejal del Ayuntamiento y un defensor de este modelo de crecimiento. No es infrecuente que se produzcan estas contradicciones en la actualidad. ¿Acaso no son las empresas que más contaminan nuestra atmósfera las que defienden con más ahínco el medio ambiente?

No hace falta decir que cuanto han discutido los participantes en el foro no ha tenido el menor eco en la ciudad. Lo que se ha explicado de Shanghai, de Nueva York, o Melbourne, sonaba tan lejano en los oídos alicantinos como si sucediera en otra galaxia. Los debates habrán servido para saber que las ciudades pueden organizarse de otra manera, y que hay arquitectos, como Richard Rogers, capaces de transformar Londres con su acción. Pero todo eso, como digo, sucede siempre en otro lugar.

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