Las antiguas recetas del pasado
Entre las cualidades con que la providencia ha dotado a Arnaldo, el libertador de los vascos, no se cuentan la imaginación ni la inteligencia renovadora. Se repite. Una y otra vez. Su mensaje se queda en una frase: "No valen ya las viejas recetas...", para denostar cualquier política que no coincida con la de HB. A veces introduce una profunda variante intelectual -a él no le importan los esfuerzos mentales, mientras sean por Euskal Herria- y proclama: "No sirven ya las recetas del pasado..." Si tiene día poético las llama "antiguas recetas". Y hasta ahí. El personaje no da más de sí, ni el movimiento que le sigue. Qué malas son "las antiguas y viejas recetas del pasado": a esto se reducen hoy las ideas de la batasunía. Eso es todo.
Así que pusieron la bomba de Barajas y nos salió ETA con parecida expresión
Sus recetas nuevas consisten en sus viejas recetas de la presión del terror
¿Estamos al garete porque Arnaldo y los arnaldófilos creen esa simpleza? Conviene creerlo. "No valen ya las viejas recetas del pasado": la imposibilidad de convivir la condensan menos de una docena de palabras. ¿Por qué no les gustan las recetas del pasado? Esta es en el fondo la cuestión. La metáfora quizás se refiera a las recetas médicas, y sugiere que ya no deben recetarse aspirinas, sino la cocción de hierbas de Amoroto, remedio posmoderno. Pero resulta más probable, dadas las inclinaciones del País, que la parábola sea gastronómica, y esto la hace más rara. Vale, gusta la nueva cocina vasca, pero una chuleta a la brasa, el besugo al horno o el bacalao al pil pil tienen su aquél, pese a que sean recetas del pasado, y me malicio que la batasunidad no les hace ascos. ¿A qué se refieren, entonces? Las viejas recetas suelen gustar a los vascos, y, paradoja, el sector más tradicionalista, el que quiere llevarnos a golpes y porrazos al siglo XI o así abomina de ellas. Para resolver el misterio están las palabras del Conducatore Arnaldo y compañía en su tarea de dirigir vascos.
Empecemos por el final. ¿Qué dijo el héroe de Elgoibar tras su declaración al juez el pasado lunes, antes de que entrase Ibarretxe? Pues que "no valen viejas recetas como la Ley de Partidos", "no valen las viejas recetas del pasado, no valen las ilegalizaciones ni la represión". Estuvo sembrado, pero no se estrujó el coco. Hace tres años, en febrero de 2004, cuando regañaba a Imaz porque iba "cuesta abajo y sin frenos": "No añoramos propuestas antiguas ni viejas recetas". La esencia de la propuesta de Anoeta (noviembre de 2004, pero se decía ya desde agosto), si se quita el lenguaje pomposo, fue que "se debe dejar de lado las recetas del pasado en busca de una nueva fórmulas". Estas recetas pretéritas son "los viejos estatus políticos", léanse las autonomías. Las viejas recetas del pasado resultan ser, según los momentos: Estatuto, Ley de Partidos, Ley Antiterrorista, aplicación de la ley, actuación de la justicia, detención de delincuentes, derrota de HB, Pacto de Ajuria Enea, la Constitución.
Tras Anoeta todo fueron gritos que llamaban a olvidar las recetas del pasado, a cambiar el pil pil por el sofrito de laurel sobre lecho de aceite de Idiazábal adobado con aroma de txakoli de la Ribera. De la que se reunió con el lehendakari en enero de 2005 -tras apoyar el Plan- concluyó Arnaldo, con la imaginación que le caracteriza: "No es el momento para volver a reeditar recetas del pasado", lo que quizás dejara perplejo a Ibarretxe, que colecciona recetas de sopa de ajo, una afición como otra cualquiera. Pero la buena nueva prosperó: "No se puede seguir con recetas del pasado cuando se está hablando de diálogo" (Goirizelaia, 25/1/2005); "los gobiernos español y francés siguen apostando por las recetas del pasado" y "las recetas del pasado no deben ser válidas en la actualidad" (Joseba Álvarez, 3/8/2005). No significa que las recetas del pasado les gustasen en el pasado y que ahora se les hacen revenidas. No es eso: tampoco les gustaron en el pasado.
Así, desde que llegó el alto el fuego "permanente" (¡!) llovieron abominaciones de las antiguas recetas del pasado, sobre todo al final, cuando se acercaba la traición. Con "las viejas recetas y los viejos estatus políticos" no se puede "construir un futuro político acordado", amenazaba el líder Arnaldo en noviembre. A comienzos de diciembre, penúltima advertencia: "Arnaldo Otegi ha exigido que Zapatero deje atrás recetas del pasado y encare el proceso hacia la paz con ambición y decisión histórica". El 14 de diciembre, como un ultimátum, a cargo del discípulo Pernando. Aseguró que "las exigencias y las recetas del pasado han resultado ser un fracaso estrepitoso" y conminó a que "el Ejecutivo español" procediese a "abandonar de una vez por todas las recetas del pasado". Así que pusieron la bomba de Barajas y nos salió ETA con parecida expresión. Dijo que atentaba para "desterrar fórmulas policiales y políticas fracasadas y sin salida". Las recetas del pasado.
Esta tirria a las viejas recetas viene de lejos. Lizarra se construyó para acabar con ellas. Impactó tanto la idea que el propio Ibarretxe recriminaba en diciembre de 1998 a PP y PSOE por no hablar más que de recetas del pasado, idea que repitió hasta 2000, cuando la abandonó, al menos en su expresión pública. Para entonces ya casi la monopolizaba Arnaldo Otegi, que en aquella tierna carta que escribió en agosto 2000 al presidente Aznar le recriminaba por "la grave decisión, que hoy mantiene todavía, de recuperar recetas del pasado" y le advertía: "No podemos aplicar las viejas recetas del pasado".
Está claro qué les disgusta, de las recetas del pasado, a Arnaldo, ETA y demás tribu, gentes aferradas a sus antiguas recetas. Quieren sostenella y no enmendalla, por lo que amenazan a los demás para que se dobleguen, que en eso consiste su superación de las recetas del pasado. Sus recetas nuevas consisten en sus viejas recetas de la presión del terror, pero para decir "manos arriba, ríndete" no hace falta literatura; basta una bomba. O una pistola.
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