La política de la seducción
Ahora empiezan a conocerse algunos detalles del programa que presentará el Partido Socialista para las próximas elecciones regionales. La prensa los ha ido desvelando a lo largo de los últimos días. Se trata, al parecer, de una acción calculada para interesar a los ciudadanos y pulsar su reacción. Me dicen que con ello se varía, sobre la marcha, el contenido de las propuestas para ajustarlo al gusto de los electores. Cómo se lleva a cabo todo ese proceso y se trasvasa la información, de una a otra parte, constituye para mí un misterio. Pero eso no significa nada, pues mi desconocimiento de los mecanismos de la política es enorme. Que yo considere, por ejemplo, que los socialistas actúan con una morosidad excesiva a la hora de presentar sus propuestas, o que estas no me parezcan bastante consistentes, carece de interés.
No todo el mundo piensa que los programas electorales son importantes. Hay, incluso, quienes les niegan cualquier valor. El filósofo francés Michel Mafessoli es una de esas personas. Considera Mafessoli que en la política actual todo es imagen y que, por lo tanto, triunfará aquel candidato que logre trasladar al ciudadano una representación más cercana a sus deseos. "Hemos pasado de la política de la convicción a la de la seducción", asegura. Me temo que para Mafessoli, resulte una persona de ideas anticuadas, de las que todavía prefieren la firmeza de la convicción a las delicias de la seducción.
¿Seducirme Camps? ¿Seducirme Pla? Yo no quiero que me seduzca nadie. Bastante seducción tuvimos con Eduardo Zaplana y ya hemos visto en qué estado quedaron las cuentas públicas de la Comunidad. De un político, pretendo que me convenza con sus ideas y que estas las exponga en un programa electoral, a ser posible de manera clara y detallada. De ese modo, sabré a qué atenerme y, si no cumple, podré reclamarle llegado el momento. Los ciudadanos debemos recordar a nuestros representantes que las promesas electorales son compromisos que han adquirido y que les exigiremos. Si fuésemos capaces de actuar permanentemente de ese modo, estoy convencido de que nuestra democracia ganaría muchos enteros y se evitaría no pocos vaivenes.
Sobre lo que se ha publicado del programa electoral de Joan Ignasi Pla hasta la fecha -poco, ciertamente-, diré que la propuesta de un cambio de rumbo en la economía valenciana parece del mayor interés. Pasar de "la sociedad del cemento a la del conocimiento", como ha manifestado el candidato socialista, es algo más que un juego de palabras. Se trata de una necesidad que los economistas vienen expresando desde hace tiempo, sin ser escuchados. Por eso hay que celebrar que alguien la acoja en su programa. El problema de la economía valenciana es que su dependencia de los servicios y de la construcción ha marginado a los demás sectores y ha traído una baja en la productividad que pasará factura en los próximos años.
También han dicho los socialistas que, de ganar las elecciones, venderán las acciones de Terra Mítica que posee la Generalitat. No creo que nadie se oponga a la medida, salvo algún zaplanista recalcitrante. Terra Mítica ha sido un proyecto desafortunado, y es un ejemplo de los peligros que corre el sector público cuando invade el dominio de lo privado. ¿Conocen ustedes muchas de estas aventuras que hayan acabado bien? Claro que, puestos a vender Terra Mítica, habría que pensar qué se hace con la Ciudad de la Luz, la de las Ciencias y, ¿por qué no?, con el propio Palau de les Arts.
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