La bicicleta y el tren
La bicicleta no contamina y el tren lo hace mucho menos que un coche. Se diría que son dos transportes condenados a entenderse y, de hecho, las empresas de transporte público han hecho abundante publicidad explicando las facilidades que ofrecen para el transporte de este vehículo. Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. En la práctica, ni los ayuntamientos que pintan carriles para la bicicleta hacen nada para que sean respetados por los coches, ni es fácil subir con una bici al tren. Bueno, subir, a veces, no resulta complicado. Lo difícil es llegar al destino final.
Ocurrió el pasado fin de semana en un tren que cubría el trayecto entre Ripoll y Barcelona pasando, como no podía ser de otra manera, por Vic. Cinco muchachos que habían estado practicando el ciclismo por las carreteras pirenaicas decidieron volver a Barcelona en tren. Sacaron sus billetes, subieron al convoy y empezó el viaje hacia Barcelona.
Al cabo de un rato, el tren llegó a Vic. Y ahí, el revisor decidió que aquello pasaba de castaño oscuro, se dirigió a los muchachos, les dijo que estorbaban lo que no está escrito y que hiciera el favor de bajarse del tren. Ellos y las bicicletas. Los jóvenes protestaron tímidamente, pero acabaron bajando y esperando a otro tren con un revisor menos dado a la discusión.
La normativa sobre el transporte de bicicletas es bastante clara: en los trayectos de media y larga distancia, se puede subir la bici al tren si no se molesta a otros pasajeros. En el caso de los trayectos que cubren los trenes de Cercanías, el transporte está permitido en fin de semana. A partir de ahí empieza la casuística que hace que las empresas públicas (como Renfe, pero no ella sola) siempre encuentren un resquicio para demostrar que la culpa de todo es del usuario.
De hecho, los muchachos fueron obligados a bajar del tren en Vic. El tramo entre Vic y Barcelona pertenece a los trayectos de Cercanías. Pero el tren que realizaba el recorrido, procedente de Ripoll, era un media distancia. De modo que el revisor podía, por el tipo de tren, hacer bajar a los chavales, aunque por el trayecto ellos tuvieran derecho a llevar las bicicletas. Sobre todo por dos motivos: el tren no iba lleno y, además, nadie les había dicho nada al iniciar el trayecto. En Ripoll no hay aviso alguno que sugiera que te pueden echar del tren a la mitad del trayecto.
Renfe sostiene que el tren era de media distancia y que eso predomina sobre el trayecto. Además, sostiene la empresa ferroviaria, aunque en Ripoll no hubiera información alguna sobre las bicicletas, los usuarios tienen que estar informados de que una bici no es una maleta y que, por tanto, las normas son también diferentes.
Para quejas en esta sección: catalunya@elpais.es a la atención de Francesc Arroyo.
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