Todo a cien
Tardaban mucho nuestros queridos candidatos en prometernos el oro y el moro. Pero parece que esta pasada semana ha sonado la tan temida pistola de la carrera electoral. Paciencia, amigos. Comprendo que se hace duro. Cuesta empezar a verles metidos en ese fregao de inaugurar parques, jardines y túneles. Da una pereza enorme oír cómo se les llena la boca de buenas intenciones, cómo se comen las alcachofas de los micrófonos con palabras grandilocuentes ahogadas en promesas de todo a cien y funden los focos de las cámaras de televisión posando en todos los saraos del mundo mundial. Es entonces cuando toca relajarse y esperar sólo que no nos tomen por más tontos de lo que ya les parecemos.
Los ya de por sí sufridos ciudadanos de Madrid y de la Comunidad no podemos hacernos muchas ilusiones a la vista de cómo han empezado la cosa Espe y Simancas. Uno va de visita y entra por las casas con esa sonrisa que se le petrificó la mañana del Tamayazo y que en estos cuatro años le ha costado volver a recuperar por culpa de aquella broma con tufo a golpe de Estado que se montó a ladrillazo limpio. A la otra, que ya se sabe que es adicta al móvil y los SMS, no se le ocurre nada mejor que llamar por teléfono como esos brasas que te persiguen para que te saques otra tarjeta de crédito. Pues ya saben, queridos conciudadanos, ni abran la puerta cuando no esperen visita ni cojan el teléfono: dejen saltar el contestador, ese gran invento para escaquearse de los plastas.
Me preocupa que nuestros dos candidatos con más posibilidades a la Comunidad hayan adoptado como técnicas punteras los usos que ya apartaron hace tiempo por inútiles los Testigos de Jehová o los vendedores de enciclopedias. Si en esto andamos así, tan al día, qué inventarán para proporcionarnos progreso. Seguramente ingenios que a ustedes ni les van ni les vienen porque una cosa es lo que prometen y otra lo que nos gustaría que nos prometieran.
Estoy por darles a ambos alguna pista que puedan aprovechar. Lo primero, que en vez de tanto llamar, cuando ocupen sus cargos, se pongan al teléfono y abran convenientemente las puertas de sus despachos. Pero, además, no estaría de más que abandonaran algunos hábitos y los cambiaran por otros: lo primero templanza, que no se dejen llevar por la guerra sucia en la que está cayendo el coso nacional, donde los palmeros de la peor calaña han institucionalizado el todo vale, incluso los muertos, para conseguir sus fines abanderados por el asqueroso aguilucho.
Tampoco estaría de más que en la selección de las listas apliquen mucho esmero, que si se atiende más a cuotas de poder y a equilibrio de camarillas, se acaba pactando con el Diablo y vienen los sustos. Agradeceríamos infinito también que a la hora de seleccionar a quienes van a sentarse en las bancadas cuenten con más posibilidades los ciudadanos con formas exquisitas, los que dejen hablar al contrario sin broncas ni bufidos, no como los macarras que montaron el show el otro día en el Senado.
No saben la ilusión que nos haría que dejaran las calles libres los fines de semana para esparcimiento y ocio, que nuestros muy honorables candidatos -sobre todo los del PP- fuesen perdiendo la afición esa a alentar manifestaciones con símbolos de la España negra, que se nos contamina el ambiente con esas frases guerracivilistas y tan poco conciliadoras como: "¡Zapatero, al hoyo con tu abuelo!". Mantengan con un poco de calma a los nostálgicos, que hay que ver cómo anda el patio con los boicotazos. Al menos para no perder apariencias de caridad cristiana, tan de derechas. No se dejen llevar por los bajos instintos, que entran ganas de exiliarse por si a alguno le vuelve a dar por esa afición de antaño por "limpiar España de rojos".
Si ya encima, las cámaras de Telemadrid se abstuvieran de fomentar el delirio, las teorías conspirativas y volvieran a recuperar el prestigio que han dilapidado en una especie de casino de la infamia queriendo emular los mejores momentos de Urdaci, pues sería un detalle. Por último, a Espe, no me atrevo ya a pedirle que no vuelva a vendernos motos como las de las listas de espera. Su decencia no da para tanto. Pero sí le favorecería un pequeño detalle: que renunciara a aplicar ese despreciable sectarismo con subvenciones a ONG próximas a sus clanes de legionarios de Cristo y aznaristas resentidos al menos tanto como su jefe. En cuanto a Simancas, con que le sacara más punta a todo esto y dejara de hacer oposición de Madre Teresa, bastaría. Tampoco es pedir tanto, ¿no?
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