Emigración lumpen
Los sindicatos de Portugal calculan que unos 40.000 braceros son explotados en diferentes países de la Unión Europea
En octubre de 2003, Ricardo Pereira dos Santos, que entonces tenía 14 años, fue abordado en una calle de Fundão (a 50 kilómetros de la frontera hispano-lusa) por dos individuos que lo convencieron para que fuera a trabajar al campo en España. El chico aceptó sin saber lo que le esperaba: fue obligado a trabajar sin cobrar nada a cambio, mal alimentado, recibía agresiones y dormía en un sótano. Sucedió en una finca agrícola en los alrededores de Valladolid. Su calvario duró tres años y medio. El mes pasado consiguió huir de la red que lo secuestró. Escapó y contó su historia. Casi nadie le creyó.
Después de que la Guardia Civil desmantelase en Navarra una red de tráfico de inmigrantes agrícolas, palabras como explotación, subcontratación, trabajo a destajo, esclavitud y palizas empiezan a sonar más reales, son términos que se usan todavía en España y Portugal, dos países de la UE en el siglo XXI.
Según los últimos datos conocidos, los portugueses residentes e inscritos legalmente en España superan ya los 70.000. Muchos otros, más de 50.000 según fuentes sindicales, son temporeros, trabajan al otro lado de la raya y vuelven a casa el fin de semana, o un par de veces al mes. Los sindicatos calculan en 40.000 el número de portugueses explotados en diferentes países de la UE. Portugal ha vivido en los últimos años otros casos tan espeluznantes como el descubierto en Navarra. El primero fue juzgado en 2004: una red de etnia gitana raptaba y enviaba esclavos a España.
Después, ha habido nuevas operaciones, de distinta gravedad, en La Rioja, Tudela y Holanda. Pero los sindicatos afirman que es una situación conocida desde hace años y temen que sea solo la punta del iceberg.
En noviembre de 2005, el Sindicato de la Construcción del Norte denunció la existencia de mafias organizadas de "angariadores" (contratistas, reclutadores), que captaban desempleados en las zonas en crisis cercanas a Oporto para llevarlos subcontratados a las miles de obras que inundan la geografía española, a veces de forma ilegal y siempre en condiciones inferiores a las de sus compañeros españoles.
Las redes que facilitan mano de obra barata a los empresarios agrícolas de La Rioja, Navarra, País Vasco, Castilla y León y Cataluña actúan en albergues de caridad y estaciones de transporte. Ahí es fácil encontrar el lumpen que nutre las furgonetas que van al otro lado de la raya.
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