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Reportaje:

Cate Blanchett: La perla australiana

Si Meryl Streep fundara una escuela de interpretación, su alumno más aventajado tendría nombre de mujer, Cate Blanchett. Pocas hay a su altura, por no decir ninguna, como esta australiana también rubia, también luminosa y también camaleónica como la Streep.

Meryl Streep y Cate Blanchett tienen mucho en común. La primera ha recibido 14 candidaturas al Oscar (el mayor número logrado por una actriz aunque al final haya conseguido sólo dos estatuillas), tiene cuatro hijos y está casada con Don Gummer desde hace casi 30 años. Blanchett es 20 años más joven que Streep. Nacida en Melbourne el 14 de mayo de 1969, sólo tiene dos hijos, Dashiell ?en honor al escritor Dashiell Hammett? de cinco años y medio, y Roman Robert, a punto de cumplir los tres; hace nueve años se casó con su único amor, el escritor Andrew Upton, lo que según ella "cuenta como tres matrimonios en Hollywood". Lo único que diferencia en este momento a ambas actrices es que Blanchett no para de trabajar.

"Me encanta ser dirigida. Para mí, el cine depende de los directores"
"La relación con un menor que se cuenta en 'Diario de un escándalo' me volvió puritana"
"Lo más importante es que podemos lograr dar la vuelta a la crisis del medio ambiente"

En 1998, Cate Blanchett debutó con Elizabeth, la película que la colocó en el mapa de Hollywood y con la que logró su primera candidatura al Oscar. Fue también entonces cuando la prensa de esta industria, ávida de nuevos talentos, la situó en la novena posición en la lista de "descubrimientos para el nuevo milenio". "Ése es mi número maldito", comentó con ironía Blanchett. No ha pasado ni una década y la australiana, candidata este año de nuevo al Oscar como mejor secundaria con Diario de un escándalo (ganó hace dos años el Oscar con El aviador), ha tenido dos hijos y ha rodado 24 películas encarnando papeles totalmente diferentes: una madre herida de muerte, en Babel; una mujer fatal con reminiscencias a lo Ingrid Bergman o Marlene Dietrich en ese "film noir" con sabor a Casablanca que es El buen alemán, o la joven profesora sin ética ni moral que seduce a un alumno de 15 años en Diario de un escándalo. "Hay muy poco que Cate no pueda hacer", admite la actriz Judi Dench, su compañera de reparto en esta cinta y de candidatura al Oscar. Geoffrey Rush, su compañero de reparto en The golden age, precisa: "Quizá no pueda hacer de quinceañera en una película de adolescentes, pero al margen de eso, creo que Blanchett es formidable".

Blanchett es estupenda en más de un sentido. Cuando aparece en el hall del hotel Hilton, cercano a los estudios Universal, en Los Ángeles, su presencia ilumina la sala. Vestida con un peto y un chaleco ajustado del diseñador Alexander McQueen y subida a unos stilettos de Christian Louboutin, habla con entusiasmo de Alejandro González Iñárritu, el director de Babel, con el que acaba de tropezarse: "Alejandro es increíble, está lleno de pasión. Quería trabajar con él porque su obra, su guión, me dejó impresionadísima. ¡Cómo se pueden tener en la cabeza tantas ideas como las que él tiene y además ser capaz de conectarlas! Es una rara avis, un visionario de este calibre. A cualquier otro director que me hubiera pedido que me pasara inmovilizada, sangrando en el suelo, las cuatro semanas de rodaje le habría dicho que no, pero cuando me explicó la vida interna de mi personaje me iluminó el camino".

Ella es así. Generosa en alabanzas hacia todos. A Martin Scorsese, cuando el director recogió el Oscar por El aviador, le dijo: "Espero que mi hijo se case con tu hija". A su juicio, también Steven Soderbergh es otro genio "como no he visto nunca". Y comenta que la dejó alucinada por su capacidad de montar la película a la vez que rodaba El buen alemán. "Amo a un director así, que está junto a la cámara mientras actúas y no mirándote por un monitor, algo que ayuda y agiliza el rodaje hasta el punto de que nunca sabías si tendrías tiempo para ir al baño. Trabajar así permite acabar la jornada pronto sin perder el tiempo en largas esperas".

Blanchett comenta que Diario de un escándalo, de Richard Eyre (la película que se estrena ahora en España), le dejó un sabor de boca amargo por la historia que narra. "Deseaba trabajar con Judi Dench y soy amiga del guionista Patrick Marber, así que cuando me enteré de que estaban adaptando el libro de Zoë Heller, que me encantó cuando lo leí, estaba lista. ¡Qué mejor que compartir el cuadrilátero con Judi!", afirma la actriz. Pero confiesa que le costó interpretar a un personaje absolutamente desprovisto de moral: "Tengo una noción de mí misma como alguien liberal y de mente abierta, que lo último que quiere es echarle un discurso al público sobre lo que deben pensar. Pero esta relación con un menor me volvió muy puritana. El actor, obviamente, superaba la edad legal (Andrew Simpson acaba de cumplir los 18 años), hablé con sus padres y está claro que es cine, que estás simulando, pero todas las noches me acompañó a casa el pensamiento de en qué estaría pensando mi personaje de Sheba".

George Clooney habla de su compañera de reparto en El buen alemán como de "un fenómeno de la naturaleza", por su facilidad para la interpretación. Cate Blanchett vive para ser actriz, y con su voz, llena de inflexiones que le permiten modular casi tantos acentos como la Streep, expresa su vocación: "Me encanta ser dirigida, es lo que me enamora y soy de las que defienden que el cine es un medio que depende de los directores. Es algo que además he ido aprendiendo con los años, porque puedes leer el mejor de los guiones, encontrar un personaje fascinante, pero si luego van a dirigir la cámara a tus zapatos, la interpretación no tendrá nada que ver con lo que habías imaginado. Kieslowski (el director de la trilogía Rojo, Azul y Blanco) dijo que el cine es una conversación y no se puede tener una charla interesante a menos que ambas partes se involucren. Es un mito que los actores sólo han de colocarse donde les dicen, pero también es un mito que sean ellos los que hacen la película. Es un poco de las dos cosas", afirma.

Cate Blanchett tiene una belleza serena, de rasgos llenos de dulzura, y una mirada chispeante. Rubia y alta, la reina Galadriel de la trilogía de El señor de los anillos nunca soñó con ser actriz. A la pequeña Cate, la mediana de tres hermanos, que a los 10 años se quedó sin padre, ni se le pasó por la cabeza dedicarse a tal cosa. "Me gustaba escuchar música e ir al teatro, pero no tenía especial afición a ver películas? ¿quizá las de horror? Y en la adolescencia me dio por Sherlock Holmes. Me leí todas las historias de detectives que pude y me dedicaba a investigar por todas partes con mi bicicleta. Pero era muy difícil que me sentara delante de la pantalla lo suficiente como para ver una película", recuerda divertida. "La primera interpretación que me hizo pensar en ser una actriz fue la de Jane Fonda en Bailad, bailad, malditos. Me pareció extraordinaria. Y se me quedó grabada la idea cuando descubrí a [Ingmar] Bergman. Me influyó muchísimo", dice con convicción.

Comenzó a estudiar Económicas, "pero mi paso por la universidad fue deprimente. No podía con los libros. Era incapaz de escribir un trabajo de más de una línea. Y ahora ahí me tienes, con la cantidad de horas de estudio que le dedico a cada papel". Llegó por azar al Instituto Nacional de Arte Dramático. Allí, gracias a un golpe de suerte, acabó interpretando con la Compañía de Teatro de Sydney una Electra que ha quedado en la memoria de quienes la vieron como legendaria.

Con esta vuelta al pasado, Blanchett se queda ensimismada. El pelo, recogido en un moño desenfadado pero elegante, se le ha comenzado a soltar y uno de estos mechones rebeldes le devuelve a la realidad de la entrevista. Sonríe y pide disculpas. "Perdona, se me ha ido el santo al cielo", afirma, y su rostro pálido, sin gota de maquillaje, se ruboriza levemente. "Pensaba en lo mucho que me he empeñado en no ser actriz sin darme cuenta, incluso cuando fui a la escuela de arte dramático buscando alguna otra cosa que hacer? pero la interpretación me atrapó y cada nuevo proyecto me ha dado nuevas razones para seguir". Se enamoró del teatro: "Ahí aprendí lo que sé y es donde tengo mis raíces", reconoce. "Aunque se trata de un proceso que no sé articular muy bien porque hay algo de medium en un actor, eres capaz de canalizar algo inconsciente que haces de forma consciente. También requiere una gran preparación, algo fundamental para mí para poder comunicar lo que significa ese ser humano de una forma visceral. Pero no se trata de transformarme. De hecho siempre estoy descontenta con mi trabajo. Por eso nunca me quiero ver. De ahí también mi amor por el teatro, porque lo das todo en los ensayos para luego ir descartando lo que no necesitas. Y todo lo que has preparado, toda la investigación que has hecho sobre ese ser humano te mitiga la ansiedad. Aunque sigues necesitando ese coraje que te permite desnudarte, figuradamente hablando, delante del público".

Todos los que han trabajado con Blanchett reconocen su valía. El actor Billy Bob Thornton, por ejemplo, describe a Blanchett como la mejor actriz de Estados Unidos. Los directores también la alaban. Soderbergh ve en ella "el sueño de cualquier realizador"; Anthony Minghella, que la dirigió en 1999 en El talento de Mr. Ripley, valora a una actriz que siempre se siente atraída "por directores y por historias que la intrigan". A Ron Howard, director de Desapariciones, le queda el recuerdo de su risa: "Maravillosa, tan femenina". La actriz Judi Dench cree que Cate Blanchett "es una persona muy inteligente. Una actriz muy lanzada, a quien siempre le atraen las opciones menos convencionales. Te podrá gustar o no, pero es alguien con tal integridad que tienes que creer en lo que hace. Es una cualidad muy poco común". O, como dijo George Clooney, se trata de alguien que siempre se merece el Oscar. Blanchett bromea al escuchar los elogios y tira por tierra muchos de estos piropos. Lo hizo al recoger el Oscar: "Me lo merezco tanto como los demás".

No le interesa la fama y se siente algo incómoda con las atenciones que recibe. "Gracias a que no llegué al cine hasta los 25 años y viniendo del teatro y además de Australia, tengo una noción de la interpretación como algo colectivo, y eso no lo van a cambiar unos premios o unas oportunidades que otros no tienen. Siempre hay que recordar que ganas algo no porque seas mejor, sino porque quizá tuviste un voto más que el resto", resume.

Por si Blanchett no lo tuviera claro, a su lado tiene a su mejor cómplice, su marido, el escritor y guionista Andrew Upton, al que conoció durante el montaje teatral de La gaviota, de Chejov. Se casaron poco antes de trasladarse a vivir a Londres para el rodaje de Elizabeth. Y esto es todo lo que se sabe porque Blanchett guarda celosamente esta parte de su vida y no está muy dispuesta a compartirla con nadie. "No creo que el público necesite saber lo que come una estrella o cuáles son sus amoríos. Prefiero conectar con la historia que he de interpretar". Dicho lo cual, esta mujer tan coherente como contradictoria habla sin parar de su marido: "Andrew es el primero con el que discuto mi trabajo. Es una colaboración continua. Lo que pasa en muchos matrimonios es que no se pasa suficiente tiempo juntos como pareja, como familia. Y para mí esto es lo que da sentido a estar casados. Aunque el sentido del humor también ayuda", añade la actriz, que ha trabajado con casi todos los guapos oficiales de Hollywood, como George Clooney o Brad Pitt; con este último por partida doble, ya que ahora vuelve a trabajar a su lado en The curious case of Benjamin Button.

Upton y sus dos hijos suelen acompañarla a todos los rodajes. En los últimos años fijaron su residencia en Londres, pero ahora están dispuestos a regresar a Australia, donde también han descubierto su nueva pasión, la protección del medio ambiente. "Australia literalmente se está quedando sin agua", comenta Blanchett, "y estoy preocupada no por lo que será de los hijos de mis hijos, sino de mis propios hijos. No nos quedan ni 20 años", añade. De ahí que su nueva casa en Sydney será ecológica, con energía solar, tanques con agua de lluvia y todo lo necesario para ayudar en esta lucha contra el tiempo. "Lo más importante es que lo podemos conseguir y lograr dar la vuelta a la crisis del medio ambiente. Y creo que la gente se está dando cuenta", afirma esperanzada de un futuro mejor para su familia que hay indicios de que ampliará en breve.

Blanchett tiene entre manos otro proyecto. Su regreso a Australia coincide con la oferta que han aceptado ella y su marido para dirigir la Compañía de Teatro de Sydney.

¿Será la desaparición de Blanchett de la pantalla? "No hace ni ocho años que mi agente me repetía todo el tiempo eso de 'estás trabajando demasiado en teatro, ¿para cuándo una película?", recuerda entre risas. "Lo cierto es que nunca he abandonado el teatro y ésta es una oportunidad que no se presenta todos los días y que me hace sentirme una privilegiada", añade, sin responder a la pregunta de si esto significa su adiós al cine. Quizá se debe a que su contrato no entrará en vigor hasta 2008, aunque Blanchett ya ha comenzado a dirigir obras de teatro, por ejemplo Un tipo de Alaska, de Harold Pinter; entre sus planes está montar un programa teatral doble: ella se encargará de Blackbird, de David Harrower, y Philip Seymour Hoffman, con quien fraguó una estrecha amistad en el rodaje de El talento de Mr. Ripley, hará lo propio con la última obra de Upton, Riflemind.

Además tendrá tres meses de vacaciones al año, tiempo en el que espera ser "lo suficientemente afortunada" como para encontrar un buen papel que llevar al cine.

Antes de marcharse como directora teatral a su país, Blanchett terminará de rodar The curious case of Benjamin Button a las órdenes de David Fincher; en breve estrenará The golden age, que retoma la vida de la soberana que le dio la fama, la reina Elizabeth, quince años después de donde se quedó la primera parte de la película. "Me arrastraron a hacer la primera y me volvieron a arrastrar a la segunda. No soy alguien a quien le guste mirar atrás. Prefiero hacerlo siempre para adelante. Pero aquí me tienes, a vueltas con Elizabeth porque hay una historia increíblemente conmovedora que contar". El tercero de sus proyectos cinematográficos es aún más sorprendente. Se trata de I'm not there, de Todd Haynes, una suerte de biografía sobre el músico Bob Dylan. "No es lo que se dice una biopic convencional. Básicamente la personalidad de Dylan está dividida en seis personajes diferentes, con diferentes nombres, cuya yuxtaposición te aproxima a la mística de Dylan. En realidad es un filme sobre la identidad". A Blanchett no le gusta juzgar a sus personajes, no ama ni odia sus papeles, simplemente los vive y deja en manos del público los sentimientos.

Supersticiosa ?pese a no creer en los premios, llevó un guante de la mítica Hepburn en su bolso el día en que ganó el Oscar por El aviador?, nunca habla de sus proyectos por si acaso no se cumplen. Pero esta magnífica actriz está llena de contradicciones. Cuanto más emocionada está con sus descubrimientos artísticos en el cine, más deseosa está de dejarlo todo por una carrera teatral en Sydney que la alejará de todo lo que ha logrado en los últimos años.

Pero así es Blanchett, una mujer que es capaz de unir la idea de que quiere dejar la industria del cine "antes de que el cine se olvide de mí", con la certeza de que "mientras Hollywood quiera, ahí estaré".

La película 'Diario de un escándalo', con Cate Blanchett y Judi Dench, se estrena en España el próximo viernes.

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