¡Pobre Zimbabue!
Fue la visión de Margaret Thatcher la responsable de terminar con el régimen racista de Ian Smith y de que la antigua Rhodesia (sin hache en su versión española), fundada por Cecil Rhodes a mediados del siglo XIX, se convirtiera en abril de 1980 en la república independiente de Zimbabue. Mucho han cambiado las cosas en África desde entonces. Zimbabue constituye la excepción. Padece desde hace 27 años la misma dictadura impuesta por su primer y único presidente, Robert Mugabe, convertido en uno de los dictadores más notorios del planeta y cuyo nombre ha vuelto a acaparar la atención mundial por los recientes desmanes cometidos por sus matones contra el líder del Movimiento por un Cambio Democrático (MDC), Morgan Tsvangirai, y otros dirigentes opositores.
Como corresponsal en Londres de este diario, permanecí cerca de tres meses en Zimbabue para cubrir su proceso de independencia. La capital, entonces Salisbury y hoy Harare, era una de las más bellas del continente, en consonancia con la belleza del país, que incluye las cataratas Victoria, descubiertas por el explorador británico, David Livingstone. La situación era delicada. Ian Smith, que en 1965 había proclamado la declaración unilateral de independencia de Londres, conocida como la UDI en inglés, resistía los ataques de las guerrillas nacionalistas y las sanciones económicas de la comunidad internacional, impulsadas por Londres. Poco después de ser elegida primera ministra en 1979, Thatcher y su secretario del Foreign Office, lord Peter Carrington, se propusieron terminar con el problema. De un plumazo suprimieron la UDI, reincorporaron el país al régimen colonial británico e impusieron a Smith la celebración de elecciones democráticas. Smith, que perdió hasta el apoyo de la entonces racista Suráfrica, su vecina meridional, no podía enfrentarse a la amenaza de una intervención militar británica. El yerno de Churchill, Christopher Soames, como nuevo gobernador de la antigua colonia, fue el encargado de negociar la participación de los líderes guerrilleros y sus formaciones en los primeros comicios generales multirraciales. Mugabe y su partido, el ZANU de la etnia shona, mayoritaria en el país, ganaron esas primeras elecciones frente a sus adversarios nacionalistas, Joshua Nkomo, Abel Muzorewa y Ndabaningi Sithole. Fueron las únicas elecciones limpias en la historia del país. El 17 de abril de 1980, Rodesia se convertía en el actual Zimbabue independiente para caer en las garras de Mugabe.
Hasta 1990, Zimbabue vivió en régimen de partido único, el de Mugabe, después de declarar "el socialismo científico" -léase marxismo-leninismo- como su filosofía inspiradora. La presión de la comunidad internacional le obligó a tolerar una oposición controlada, aunque desde entonces ha ganado todas las elecciones a la presidencia con márgenes y procedimientos de intimidación escandalosos. A los 83 años, pretende todavía presentarse a los próximos comicios de 2008, si es que el país lo resiste. Porque Zimbabue, uno de los países más ricos del continente, antes conocido como el granero de África, se encuentra en una situación económica terminal. Su inflación es la más alta del mundo, un 1.700%, y tiende a aumentar hasta un 4.000%, según cálculos del Banco Mundial; su índice de desempleo llega al 80% y su economía se ha reducido en un 50% desde 1999. Sólo malvive del mercado negro y de las remesas de los más de tres millones de emigrantes, más del 20% de su población. En cuanto a la política, cualquier intento de manifestación por grupos opositores es suprimido por la fuerza. El líder del MDC está procesado por traición. El pasado día 11, un intento de protesta pacífica en Harare se saldó con un muerto y el apaleamiento de Tsvangirai.
En 1871, el periodista del New York Herald Henry Morton Stanley, encontró al descubridor de las cataratas Victoria, Livingstone, a orillas del Lago Tanganika, en un estado que hacía temer por su vida. El explorador había desaparecido hacía tres años y muchos le daban por muerto. El lacónico saludo del periodista ha pasado a la historia: "Dr. Livingston, I presume?". (¿El Dr. Livingston, supongo?). Con Mugabe no habría dudado: "El tirano, seguro". ¡Pobre Zimbabue!
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