"Es insoportable que el insulto se haya convertido en un contenido"
Andreu Buenafuente (Reus, 1965) la armó buena cuando hace un mes dijo que renunciaba al Micrófono de Oro que le otorgaban en Ponferrada para no tener que compartir escenario con Federico Jiménez Losantos, el locutor de la Cope. Le llovieron a Buenafuente todo tipo de descalificaciones y "muchas adhesiones estimulantes". Ahora, cuando su programa en Antena 3 (Buenafuente) llega a las 270 noches y aparece, en Planeta, su libro de monólogos (entre los que hay muchos de los que publica en EL PAIS), el comunicador reflexiona sobre el medio en el que está, y evoca aquella controversia.
Pregunta. ¿Es un tiempo raro de televisión?
Respuesta. Claro que es raro. No me gusta dogmatizar, porque la tele escapa a todo análisis, pero sí te digo que, como romántico del medio, a mí no me gusta mucho la tele que se hace; está muy estandarizada, falta alma, arte. Yo siempre he creído en esta televisión que hago, pero tampoco sé si es la televisión que hay que hacer.
"Ésta es una profesión muy extraña en la que no hay un gremio, sino francotiradores"
"Mucha gente no quiere ir a la tele porque pueden obligarle a hacer el ridículo"
P. En la parrilla hay mucha telebasura. ¿Cómo se defiende un comunicador de esa ola?
R. Escuchando tu propia voz profesional. Que no haga telebasura no significa que sea mejor o peor; significa que me escucho y actúo en consecuencia.
P. ¿Y usted no se siente contaminado?
R. Sí, a veces. Y dejé un año de hacer televisión, porque me sentí extraño, como fuera del medio. Yo pensaba: "No pertenezco a la televisión, pertenezco a mi equipo". Ésta es una profesión muy extraña, en que no hay un gremio sino francotiradores. Y en el fondo esto me entristece. Porque soy un romántico del medio, un niño de la televisión, y ahora no me siento identificado con ella, francamente. Quizá es que me he hecho mayor y he caído en un montón de ingenuidades por el camino.
P. ¿Qué es lo que más le ha molestado de la tele?
R. La falta de respeto al espectador, que es la definición que da un experto, Jordi Costa. Él define telebasura como aquello ante lo que te sientes incómodo. Y eso a mí me sucede. Y cuando me ofende tengo que bajar el volumen, o cambiar de canal. Y digo: "Joder, esto no está bien, me gustan las cosas amables, sorprendentes". No puedo entender el insulto, que el insulto se haya convertido en un contenido. No lo puedo entender.
P. ¿Hay maneras de luchar contra eso?
R. Es un poco pesimista el análisis de futuro, pero la lucha pasa por una reflexión colectiva, y me parece que ahora priman los intereses económicos sobre los artísticos o de contenidos. Lo único que queda es hablar entre nosotros y decir: "Oye, ¿de verdad estamos orgullosos de lo que hacemos?" Pero creo que nunca nos sentaremos: siempre nos sentamos como clientes, como dueños o como accionistas, y así el diálogo es imposible.
P. ¿Se ha sentido presionado en algún momento por su propia cadena para cambiar su forma de ser?
R. Jamás. La cadena me ha dado una lección de libertad. Llevo 270 programas; mi balance es que esto es más duro de lo que pensaba... Entiendo que mucha gente no quiere participar en el show televisivo porque el alimento que ve, en general, es nefasto. Marsé decía que él aborrece la tele porque la tele aborrece la cultura. Y, bueno, yo procuro tenerla, aunque sea como una música de fondo con la que vamos trabajando... Mira, esta noche tendré a Saramago. Ya es algo que un premio Nobel quiera venir a mi programa. Pero es cierto que mucha gente no quiere ir a la tele porque pueden obligarles a hacer el ridículo.
P. ¿Le sorprendió el follón que se montó cuando usted se negó a compartir premio con Losantos?
R. Sólo un poco, porque sabía que irrumpir en ese avispero podía tener consecuencias; lo que me sorprendió en positivo fue la solidaridad, los mensajes que mandaron muchos compañeros. Y me sorprendió que lo mismo que yo dije contra ese modo de hacer periodismo estuviera oculto bajo un montón de capas, de miedo, de precaución.
P. Pero, por lo que se ha visto también, a usted se la tenían guardada...
R. Sí; se confirma otra vez, y resulta triste comprobar que hay una España intolerante, retrógrada, y hay otra más abierta y más progresista. Y cuando se toca un tema que está en la frontera, rápidamente los efectivos de las dos partes presentan armas. Cada día los periódicos están llenos de esas cosas y, a pesar de que no queremos verlo, porque nos da mucho miedo el pasado, de veras que hay dos maneras de entender España.
P. Ahora que ya puede ver con reposo lo que sucedió, ¿cómo ve el periodismo con el que usted no quiso compartir escenario?
R. Yo observo que hay una degradación del periodismo, pero me sabe mal decirlo, porque yo no soy verdaderamente periodista, y dirán "pero, bueno, ¿este de qué va?" Pero desde mi humilde posición veo que el periodista ha dejado de contar las cosas para intentar manipularlas, e incluso cambiar el rumbo de las cosas. Los periodistas jueces, los agitadores, no me caben en la cabeza.
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