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Crítica:Las Ventas
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cogida grave de Salvador Fuentes

Los novillos estaban bien hechos. No sólo de trapío y kilos -rondaban los 460 de media- sino también de edad -al que no era cuatreño le faltaban dos meses-, de casta y dificultad. No hubo uno solo con el que no hubiese que tragar. No hubo uno solo que no avisara del peligro que llevaba en los pitones -sobre todo en los izquierdos-. Y pasó lo que pasó.

Salvador Fuentes -nombre torero-, sevillano, impuso sus ganas de triunfar. A Garrochista, su primero, un negro listón, cuatreño, de 464 kilos, le quiso hacer el toreo como Dios manda. El novillo achuchaba en los primeros tercios, pero en la franela lo embarcó bien, y con lentitud lo empezó a torear: tan parado lo tenía, que el toro lo subió prendido de un gemelo. Como un torero, las zapatillas fuera, se ajustó el corbatín en la pierna y aún le pegó dos series al natural cuando el morlaco hizo por él de nuevo, y de un hachazo seco le desvistió un muslo. Corriendo lo llevaron, tinto en sangre, hasta el hule. Quería torear y se durmió en la cara. López Díaz lo mató como pudo y hubo aplausos que nadie recogió.

Puerta / López Díaz, Pérez, Fuentes

Novillos de Julio A. de la Puerta, encastados, peligrosos. López Díaz: estocada (silencio), estocada caída (aplausos a Salvador Fuentes, que se retiró a la enfermería); ocho pinchazos y caída (silencio). Eugenio Pérez: pinchazo y media (silencio); pinchazo hondo y caída (silencio). Salvador Fuentes, cogido, recibió aplausos en la enfermería. Plaza de Las Ventas, 18 de marzo. Un cuarto de entrada.

El parte dio dos heridas. Una en el tercio superior del muslo, de 25 centímetros, que seccionó las venas femoral y safena; otra de 10 centímetros en el tercio medio de la cara posterior. El pronóstico era grave.

El catalán López Díaz, que sacaba esporádicas maneras fugitivas, midió las dosis de confianza, arrojo y cautela ante sus oponentes. En su primero, que se volvía con premura, anduvo lejos de las suertes, hasta que una estocada certera en lo alto le devolvió su condición de matador. Cuando recibió al quinto, alegre en el tercio, con dos cambiados por detrás, ya estaba pidiendo sitio. El sitio lo cogió el toro, que repetía y se volvía rápido, con el mismo aire que empezaba a soplar en la muleta. Se le fue. Entraba a matar por novena vez, de bajonazo, cuando sonó el segundo aviso.

Eugenio Pérez anduvo menos cauto, con más ganas, pero los novillos le desengañaron. Se le veían desde el ajustado quite al primero, del que salió airoso. A partir de allí todo consistió en bullir, ir a por ellos, sortear acometidas inciertas, aguantar arreones y salir indemne. En su primero, con dignidad y sin gloria; al cuarto, le trasteó sometiendo y parecía que se iba a hacer con él, cuando el novillo, tras meter tres veces la cabeza, se fue rajando y acabó gazapón y peligroso; al sexto, que salió nervioso y rebrincado, y con vista a revisar -o a graduar al menos- le concedió un solo revolcón.

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