La batalla por el alma del capitalismo
DEMOS TIEMPO para conocer la profundidad del aumento de la morosidad hipotecaria en EE UU y su capacidad de contagio al resto de los mercados. Lo que sabemos hasta ahora es que se ha multiplicado el número de ciudadanos de ese país que tienen dificultades para pagar las hipotecas; que como consecuencia de ello, la firma de corretaje New Century Financial (la segunda del sector) ha perdido el 90% de su valor bursátil en apenas tres semanas, y que otras 35 sociedades del mismo sector han desaparecido del mapa, y que, ante el peligro de que se extienda la crisis, ha habido un rápido contagio de los mercados bursátiles de todo el mundo, aunque no un contagio hipotecario.
Diversos analistas explican que en los últimos días -y en parte antes, desde que las bolsas sufrieron una corrección que tuvo su epicentro en el mercado chino, cuando éste trató de implantar alguna regulación- el ambiente que se respiraba en Wall Street tenía semejanzas con el de los previos de otras crisis financieras, grabadas en la memoria de los accionistas.
El aumento de la morosidad en el pago de las hipotecas en EE UU se contagia a los mercados bursátiles. Pero el riesgo de hacer equivalencias con el pago de inmuebles en otras partes del mundo es muy bajo
Mientras esperamos a las próximas jornadas, rememoremos alguna de la mejor literatura que hace luz de lo sucedido en el pasado y que, por ello, sirve de aprendizaje sobre el presente. El fundador y ex primer ejecutivo del grupo de fondos de inversión Vanguard, John C Bogle, ha publicado el libro La batalla por el alma del capitalismo (editorial Marcial Pons), en el que describe a la vez, quizá por primera vez, qué falló en la América corporativa, en la América de la inversión y en la América de los fondos de inversión -los tres elementos fundamentales del capitalismo- tras los últimos escándalos. Bogle aboga por un doble análisis: el desplazamiento de la propiedad de los accionistas hacia un nuevo sistema de propiedad indirecta dominado por los intermediarios financieros, en gran medida fondos de inversión y fondos de pensiones, y el defectuoso estado de los sistemas de jubilación públicos, privados e individuales, "la columna vertebral del ahorro de la nación".
El catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares Antonio Torrero ha escrito el muy interesante texto titulado Crisis financieras. Enseñanzas de cinco episodios (editorial Marcial Pons), en el que aborda la Gran Depresión de 1929, el crash bursátil de 1987, el estallido de la burbuja japonesa, la crisis del fondo de alto riesgo Long Term Capital Management en 1998 y la burbuja tecnológica de la segunda mitad de los noventa. Torrero es crítico con quienes aplauden el protagonismo creciente de los mercados financieros; previene sobre la actividad estabilizadora de los bancos centrales porque incentiva el riesgo moral con el consiguiente aumento de la propensión al riesgo, en un entorno en el cual se considera la gestión del mismo como la actividad fundamental de las finanzas, y analiza cómo el protagonismo se desplaza desde el sistema bancario hasta los mercados financieros.
Jaime Requeijo, antiguo consejero del Banco de España, publica Anatomía de las crisis financieras (McGraw-Hill). Distingue entre las crisis ocurridas hasta la creación del sistema de Bretton Woods tras la Segunda Guerra Mundial y las sucedidas desde su ruptura en la década de los setenta, para llegar a las siguientes conclusiones: en las primeras no había crisis cambiarias, mientras que sí las hemos padecido en las segundas, lo que se explica por los sistemas monetarios vigentes; las primeras crisis no se desencadenaron por la existencia de desequilibrios macroeconómicos, mientras que las segundas, sí; por último, las primeras se apagaron por sí solas, mientras que las crisis modernas han supuesto la puesta en marcha de políticas anticrisis por parte de los Gobiernos y ayudas, muchas veces masivas, de instituciones internacionales y de otros países.
Cualquier intento de destacar los rasgos comunes de todos estos episodios de alarma debe subrayar, al mismo tiempo, las diferencias existentes entre los mismos, so pena de errar el análisis.
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