El peligro acecha en la obra
Una visita a varias construcciones descubre trabajadores sin casco ni sujeción, andamios desprotegidos, huecos abiertos...
Si los dos trabajadores paquistaníes que hace tres semanas perdieron la vida en un trágico accidente laboral cuando se vino abajo el andamio en el que estaban subidos hubieran estado sujetados como el obrero que aparece en la fotografía de la derecha, muy probablemente no se habrían hecho ni un rasguño. El empleado de la foto, que trabaja en una construcción de Dragados en el 22@, está atado con un arnés a una cuerda independiente de la tarima. Si ésta cediera quedaría colgando. Nada más. Los dos obreros asiáticos que aparecen en la foto superior, en cambio, se arriesgan a correr la misma suerte que Abdul y Mohammed.
Así lo asegura Lorenzo Hervás, delegado de prevención de la Federación de la Construcción de Comisiones Obreras. Tras los últimos accidentes laborables mortales acontecidos en el distrito tecnológico de Barcelona, el sindicato programó una veintena de visitas en distintas obras de la zona. Detectaron graves deficiencias de seguridad en casi todas: riesgos de caídas desde altura, peligro de golpes, de quedarse atrapado, de recibir punzamientos, etcétera.
Pero cualquier ciudadano de a pie que levante la vista mientras pasee por los aledaños de la fastuosa Torre Agbar -lo mismo que pretende inculcar la consejera de Trabajo, Mar Serna, a los Mossos d'Esquadra para que ayuden a los inpectores a prevenir accidentes- se dará cuenta de los riesgos. Dos son de cajón: casco y sujeción.
El futuro Centro de Producción Audiovisual BCN Media (manzana de Diagonal, Llacuna, Tànger y Roc Boronat) impresiona de entrada. Ocho gigantescas grúas -el paisaje habitual del distrito- trajinan pesadas barras de acero para dar forma a este colosal mecano. A pie de obra y teniendo en cuenta la trágica racha de siniestros en Cataluña -15 en lo que llevamos de año- es inevitable no caer en la tentación de echar una ojeada al personal.
En el penúltimo piso del edificio principal del centro, un trabajador atiende el consejo de su jefe y cambia la gorra por el casco en cuanto se percatan de que dos tipos con pinta de reporteros toman notas y hacen fotos. Tres cuartos de lo mismo sucede en dirección Besòs, frente al Fórum, donde varios obreros se pasean alegremente (veáse la fotografía superior derecha) en lo alto de un moderno edificio en La Gran Manzana Urbis, colindante con La Mina.
Subcontratas e inmigrantes
Una visita guiada por técnicos en prevención da mucho más juego, aunque Barcelona, pese a los últimos accidentes, "está bastante controlada. Lo peor se ve por el área metropolitana, con más subcontratas e inmigrantes", explica Hervás. "El otro domingo por la mañana me asomo a la ventana de casa [Cerdanyola del Vallès] y me topo con tres que montan un andamio ¡como monos!", relata.
Inspección en un edificio en el 22@ que levanta la constructora San José. Una de las obras en la que días atrás se detectaron irregularidades: zona de protección de seguridad, huecos de escaleras sin proteger y vallas demasiado bajas. "Han modificado cosas, pero aún persisten riesgos con las vallas de los andamios móviles", dice Juan García, compañero de Hervás. "La grandes empresas se muestran receptivas pero no es lo habitual. En muchas nos ven como los que tocamos las narices", señala García. "Pero la realidad es que por donde vamos, los índices de siniestralidad bajan", añade Hervás.
Las obras de la T-Sur y de la Ciudad de la Justicia, a caballo entre L'Hospitalet y Barcelona, son "ejemplares". Los sindicalistas trabajan codo con codo con los responsables de seguridad de las empresas y -crucemos los dedos- "no hay ningún problema", explica José Antonio Méndez, técnico de prevención de riesgos de la UGT en las futuras dependencias judiciales. "Si quieres entrar, adelante, pero tráete unas botas adecuadas". Su homónimo en el aeropuerto es Américo Hurtado, peruano. La concienciación y la formación entre los inmigrantes -el 27% de los trabajadores a pie de obra- es fundamental. Más cuando no hablan español.
"Estaban tres trabajadores en una cesta, dos rumanos y un español, se volcó la cesta y el único que salvó la vida fue el español". No es un chiste, es la cruda realidad, relata Hervás, quien pronto declarará en el juicio. "Avisaron de que se tumbaba, pero sólo se agarró el español, los dos rumanos no lo entendieron".
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