Sábado de hierro, domingo de cristal
La memoria no es nada porque puede serlo todo, dependiendo de en qué manos caiga. Y como hay quienes ven en ella una escuela del futuro pero también quienes la intentan manipular, reescribir o tapar con una bandera, lo mismo puede ser el combustible de la justicia que el del rencor. En el fondo, la memoria no existe, sólo existe su sombra, la memoria selectiva.
Juan Urbano pensaba en todo eso mientras salía temprano de la casa de su chica capicúa, echándola ya de menos como si no la viera desde hacía un mundo. "Claro es que, en el fondo, todo es relativo", filósofo, "y no sólo la memoria. Por ejemplo, la misma distancia es diferente dependiendo de la persona de la que te alejas. O si no, que me lo digan a mí".
¿Y los que pasearán por las calles banderas españolas ensuciadas con un águila sanguinaria irán por Atocha?
Será porque esa memoria prefieren no tenerla, y por eso se oponen a que se quiten las estatuas de Franco de las calles
Leyó el periódico en el autobús y un poco más tarde, en su oficina, aún pensó en el asunto de la memoria mientras hacía su trabajo. Porque todo era memoria. El domingo se iba a inaugurar, al cumplirse el tercer aniversario del crimen, el monumento a las víctimas del 11-M, una escultura de vidrio sin duda simbólico, porque la transparencia es el mejor antídoto contra el olvido, que más bien está hecho de muros que de cristales. "Y para demostrarlo, no hay más leer las noticias de estos días para darse cuenta", pensó Juan, que se había sorprendido e irritado, como tanta gente, al escuchar a los que aún siguen intentando robarle a los muertos sus asesinos, para cambiarlos por otros que les beneficien, hacer pasar las mentiras por verdades y ponerle a sus errores los apellidos de otros.
Juan también veía la memoria entrar y salir por los titulares que hablaban en los diarios de la manifestación que se ha convocado para el día antes en Madrid, a la que según el líder de la oposición deben acudir "todos los ciudadanos de bien y todos los españoles sensatos". Él, por lo visto, iba a ser el sábado malvado e insensato, entre otras cosas porque no le apetecía manifestarse debajo de las banderas anticonstitucionales que suelen verse, últimamente, en las marchas contra el Gobierno, y contra las que no quieren decir nada los líderes conservadores. Será porque esa clase de memoria prefieren no tenerla, y por eso se oponen a que se quiten las estatuas de Franco de las calles, a que se le retire en Salamanca el título de alcalde honorífico de la ciudad o a que se convierta el Valle de los Caídos en el valle de todos los caídos. En una democracia no existe ninguna palabra tan importante como ésa, "todos", pero sólo para las personas que creen siempre en las elecciones, tanto cuando las ganan como cuando las pierden, y no para los otros, los que dividen a los votantes en seguidores o enemigos, sensatos e insensatos, canalla y gente de bien.
Juan Urbano se preguntó si las personas que irían el sábado a la manifestación contra el Gobierno, muy probablemente encabezadas por la presidenta de la Comunidad de Madrid y su alcalde, iban a estar también el domingo en Atocha, cuando se descubriese el monumento a las víctimas del 11 de Marzo. Y también se preguntó cuántas de ellas pensarían aún que, pese a las mil y una evidencias que se han revelado en el juicio, los terroristas que se sientan en el banquillo de los acusados, en realidad no son los únicos culpables de aquel atentado, sino sólo la mitad visible del monstruo. ¿Y los que pasearán otra vez por las calles de la capital banderas españolas ensuciadas con un águila sanguinario, aparecerán por Atocha? Y, si lo hacen, ¿la presidenta y el alcalde se encontrarán bien o mal caminando a su lado? ¿Se atreverán a desacreditarlos o harán como su jefe, que cuando le preguntan si está preocupado por los símbolos preconstitucionales que ondean en las marchas que convoca, saca el capote y dice que él "está con lo importante y no le interesan las distracciones". O sea, que no lo distraigan, ni le recuerden, por ejemplo, que su partido rebajó la pena a los mismos terroristas que hoy salen a la calle porque ya la han cumplido, o negoció con ETA el traslado, tan lógico, de algunos presos de la banda armada a cárceles del País Vasco, venga, por Dios, no me vengan con cosas del pasado, miremos hacia delante, por ejemplo hacia los GAL y eso.
Juan Urbano esperaba con sentimientos diversos el fin de semana en su querida ciudad. Iba a ser siempre Madrid, pero a ver cómo amanecía el lunes, después de su sábado de hierro y su domingo de cristal.
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