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Reportaje:

La búsqueda de un futuro

La pala profesional afronta un horizonte incierto después del cierre de la empresa que la gestionaba desde hacía ocho meses

Malvivía en crisis desde hace casi dos decádas, pero, aún en su agonía, se sostenía mal que bien como negocio y deporte al mismo tiempo. Sin embargo, la ilusión no suple al bolsillo. La pala profesional asistió a finales del mes pasado a su última función en el Club Deportivo de Bilbao. La empresa gestora, Emanbilbo, echó el cierre apenas ocho meses después de hacerse cargo de la pala, con unas pérdidas de más de 150.000 euros. En el horizonte se vislumbra un futuro confuso, aunque se apunta un consenso que puede abrir un camino en la transición de la especialidad: difundir la pala en una versión reducida, adaptable a frontón corto, de manera que sea exportable a toda Euskadi y Navarra.

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"Hemos hablado con las federaciones provinciales con el objetivo de impulsar un circuito de verano de pala corta. El futuro pasa por mantener el Deportivo, pero buscando otras alternativas", opina Txema Aldamiz, presidente de la Federación Vasca de Pelota. Así, se persiguen dos propósitos: evitar el parón de los 23 pelotaris que componían la plantilla de Emanbilbo -entre los cuales hay dos argentinos, un cubano, un aragonés, un asturiano y dos riojanos- y estimular el interés de algún empresario por recuperar la actividad.

Atraer la atención de la televisión se presenta más complicado. El contrato de ETB con las principales promotoras de pelota a mano, Aspe y Asegarce, establece la transmisión de más de 100 partidos al año, mientras que la programación de pala se reduce a no más de 10. "El poder de la mano es tan grande que es casi imposible competir con ella, porque ha absorbido todos los recursos", se queja Fernando Gutiérrez, director de Emanbilbo. La pala "no tiene imagen; la pelota circula con demasiada velocidad y apenas se ve", responde Iñigo Gallaga, responsable del programa cultural de pelota de la Federación Vizcaína y de la Diputación.

Sin embargo, la escasa cobertura televisiva no explica por sí sola la decadencia de la modalidad. La mala gestión de los años 80 ya avanzó estos problemas, aunque Gallaga apunta que "en los 70 ya se hablaba de la crisis de la pala". Jesús Azurmendi, uno de los palistas de esa época, habla de "monopolio". "Al cerrarse el frontón Balda en San Sebastián, el Deportivo quedó como el único espacio, lo que se aprovechó para reducir el sueldo de los pelotaris. Lo que se consiguió fue que muchos palistas dejaran el deporte, y el relevo es cada vez más difícil", recuerda.

Azurmendi y Gallaga coinciden en la aparición de nuevas circunstancias sociales: "Antes, sólo se podía apostar con la quiniela de fútbol o la pala. Ahora, las apuestas se han multiplicado, y también la oferta de ocio es mucho más amplia en Bilbao. Es un deporte que tiene que resistir sobre una clientela fija, que vaya todos los días al Deportivo y además quiera jugarse su dinero. Y eso es algo muy difícil". Si la sucesión de pelotaris es compleja, no lo es menos la del público, en el que la presencia de menores de 40 años es casi nula.

La tradición de Bilbao habla de una ciudad inclinada de forma histórica a la herramienta antes que a la mano. El Club Deportivo tomó, hace ahora 40 años, el relevo del frontón Euskalduna, donde se forjaron las leyendas de la primera mitad de siglo. El Deportivo recuperó a los palistas que triunfaban en Madrid y Barcelona, y desde entonces ha aplaudido a Amorebieta IV, Begoñés VII, el argentino Jorge Utge, Claudio Beitia, Iturri, Iturzaeta o más recientemente Insausti o Fusto. Tiempos de 14 festivales a la semana, por los dos que se desarrollaban en los últimos meses.

La Diputación vizcaína ha aportado 15 millones de euros para construir un frontón de mano y trinquete en el barrio de Miribilla, que será el recinto con mayor aforo de Euskadi. Algunos especialistas no ven claro que sea una opción de éxito. "La mano nunca ha triunfado en Bilbao", recalca Beitia. "El que piense que Bilbao es una ciudad con tirón por la pelota a mano está equivocado. Hace más de diez años ya se intentó programar de manera habitual, pero resultó un fracaso", apunta Azurmendi.

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