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A Welby se le negó un funeral religioso en Italia

La lucha de Inmaculada Echevarría por poner fin a su sufrimiento tuvo su antecedente inmediato en el italiano Piergiorgio Welby. En septiembre del año pasado, este hombre, que tenía 60 años, escribió al presidente de la República, Giorgio Napolitano, pidiéndole ayuda. Como Echevarría, Welby padecía una distrofia muscular progresiva que le impedía hablar, caminar o moverse y le obligaba a depender de una máquina para respirar.

El italiano no contaba con una ley -la de autonomía del paciente- que garantizara que podía renunciar a cualquier tratamiento médico, como la que existe en España desde noviembre de 2002. Por eso Welby recurrió, mediante una videocarta, a la máxima institución del país. "Hasta hace un par de meses, mi vida estaba marcada por dificultades considerables", decía la carta, "pero al menos por unas horas al día podía, con el auxilio del ordenador, escribir, leer, investigar, encontrar amigos en Internet. Ahora estoy hundido en un agujero sin salida". Napolitano le contestó que estaba dispuesto a empezar el debate de la eutanasia, lo que le valió un aluvión de críticas.

Los intentos de Welby por conseguir una salida legal a su situación chocaron con una contradicción. La Constitución italiana afirma que nadie está obligado a sufrir tratamientos médicos contra su voluntad. Pero la retirada del respirador estaba penalizada como un homicidio, informa Enric González.

Ningún medicamento

El 20 de diciembre, Welby consiguió que un médico le retirara el respirador. No necesitó que se le suministrara ningún medicamento para morir. Los músculos de su pecho y su abdomen, debilitados por la enfermedad, eran incapaces de hacerle respirar.

Un mes después se identificó al médico que le había quitado el respirador. El facultativo sedó a Welby, éste se despidió de sus familiares y amigos y se fue escuchando canciones de Bob Dylan. La Fiscalía de Roma no halló indicios de delito en la acción del médico ni en la de las personas presentes. Pero la Iglesia no perdonó su campaña por la eutanasia y le negó el derecho a un funeral católico. La ceremonia fúnebre, civil, se desarrolló en la calle, ante una iglesia, el 24 de diciembre.

En enero, el cardenal Carlo Maria Martini propuso a la Iglesia una reflexión profunda sobre las diferencias entre la eutanasia y el rechazo del encarnizamiento terapéutico. El llamamiento de Martini, jesuita y progresista, fue inmediatamente contestado por el cardenal arzobispo de Roma, Camillo Ruini. "Una ceremonia católica habría legitimado una actitud contraria a la ley de Dios", dijo.

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