La hora de la diplomacia
La frase se la han repetido a George W. Bush hasta la saciedad desde que la realidad iraquí empezó a cambiar desde el rosa inicial al negro actual. La pronunció John F. Kennedy en plena crisis de los misiles soviéticos en Cuba en 1962, y que estuvo a punto de provocar la III Guerra Mundial. "Never talk out of fear but never let fear stop you from talking" ("Que nunca el miedo te fuerce a hablar, pero nunca dejes que el miedo te impida hablar"). Al fin, el concepto parece haber hecho mella en el inquilino de la Casa Blanca, cuya principal preocupación en sus últimos dos años de presidencia no es otra, como la de sus 42 antecesores en el cargo, que asegurarse un juicio benigno en la historia de su país. Y ese juicio dependerá, sobre todo, de cómo termina la pesadilla iraquí.
La sorprendente disposición de Washington a participar en una conferencia regional para discutir la situación en Irak con la presencia de dos de las tres bestias negras de Bush, Siria e Irán -la tercera era, hasta hace una semana, Corea del Norte-, refleja no sólo el segundo giro copernicano en la política de Bush hacia esos países tras la reciente firma en Pekín del acuerdo a seis bandas con el régimen de Pyongyang, sino una constatación de la pérdida de influencia de los halcones, liderados por el vicepresidente, Dick Cheney, en el círculo íntimo del presidente. Significa el triunfo de la línea moderada, defendida por los titulares de los departamentos de Estado y de Defensa, Condoleezza Rice y Robert Gates, frente a la intransigente representada por Cheney y los neocons. (Resulta significativo que la decisión de Washington de participar en una mesa de negociación con Siria e Irán se producía justo cuando Cheney se encontraba de viaje oficial en Pakistán y Afganistán). Y esta nueva situación, que puede naufragar ante cualquier provocación del impredecible presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, es una magnífica noticia.
El mérito de la propuesta pertenece al Gobierno del primer ministro Nuri al Maliki y a su titular de Exteriores, Hoshiyar Zebari, reciente visitante de Madrid durante su gira europea para pedir el apoyo de los países de la UE. La preparación de la conferencia se gestará este mes entre funcionarios intermedios para culminar en abril con la asistencia de los primeros espadas en la capital de un país árabe aún no determinado. Además de Siria e Irán, se invitará a participar a los países influyentes de la zona -Jordania, Kuwait, Egipto y Turquía-, además de representantes de la Liga Árabe y de la Organización de Estados Islámicos. Y los cinco grandes del Consejo de Seguridad (EE UU, Reino Unido, Francia, Rusia y China) actuarán como notarios de las reuniones.
Es pronto para afirmar que Bush se ha convertido de golpe al multilateralismo. Pero la tozuda realidad de Irak y el empeoramiento de la situación en Afganistán hacen obligada una reconsideración urgente de los objetivos. En Irak, ya no se trata de conseguir la victoria inicial, ridículamente proclamada a bordo del portaaviones Abraham Lincoln hace casi cuatro años, sino de hallar un camino que permita un mutis digno, que deje atrás un Irak medianamente estabilizado. Y para eso es imprescindible la cooperación de Teherán, porque el régimen patrocinado por Estados Unidos en Bagdad es mayoritariamente chií, como el de Irán. Hasta ahora, como escribe en el New York Times el ex secretario de Estado James Dobbins, "la actual política de EE UU no ha conseguido ni estabilizar Irak, ni contener a Irán". Por contradictorio que parezca, la única forma de estabilizar un Gobierno chií en Bagdad, como el de Al Maliki, pasa por un acuerdo previo con Irán. Bush debe escoger entre la cooperación con Irán o el enfrentamiento con la antigua Persia. Estabilidad en Irak y enfrentamiento con Irán son incompatibles. De ahí, la importancia capital de la próxima conferencia internacional sobre el futuro de Irak, que protagonizará el primer contacto oficial directo entre Washington y Teherán desde la revolución de los ayatolás de 1979.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.