La paternidad de los puentes
En la última página de la edición del lunes aparecía publicado un reportaje bajo el título El puente más alto de Europa. En él se informaba del nuevo puente proyectado sobre la Bahía de Cádiz, y se incurría en algunas inexactitudes, por lo demás bastante habituales.
En primer lugar, Javier Manterola, autor del proyecto, no es arquitecto, sino ingeniero de caminos, canales y puertos. Un error que ya tuvimos ocasión de leer hace no mucho con motivo de su reciente nombramiento como académico de la de Bellas Artes de San Fernando. Nadie niega que la culpa de esta confusión, con sus ribetes de polémica histórica, recae principalmente sobre los propios ingenieros. Y aunque las razones son muchas, sí querría señalar que, frente a otros "profesionales-estrella", a nosotros nos anima el interés de todos, nunca el reconocimiento público y personal. Y por ello nadie recuerda, ni reconoce, el nombre de quienes están detrás de una carretera, de una presa... o de un puente, cuando no lleva la firma de alguno de esos profesionales citados.
También leemos con sorpresa que los políticos andan a la greña sobre la paternidad del puente. Parecen no entender que las obras públicas no pertenecen a nadie, y sí a todos los ciudadanos. Además, presumen de atribuirse, no la concepción del puente -que corresponde al ingeniero-, sino la monumentalidad de la obra: "es más largo, más ancho y más alto"... que el tuyo. En fin.
Por último, y aun reconociendo la dificultad que entraña, para un periodista no especializado, emplear un lenguaje técnico correcto, conviene recordar que los puentes no tienen "patas", como se escribe en el último párrafo, sino pilas y estribos.
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