_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los viejos

Elvira Lindo

Es irritante leer que la Academia americana ha compensado al fin a Martin Scorsese. Es como decir que le han dado un Oscar Honorífico, lo cual sería merecido para quien dio vida a Toro Salvaje o para quien lidera esa misión pedagógica de enseñar a los futuros cineastas el viejo cine, tarea heroica en un país en el que se ignora que el cine fue alguna vez en blanco y negro. Pero Martin Scorsese se ha llevado el Oscar, así quiero creerlo, por Infiltrados, una película de acción seca, con un nervio juvenil que para sí quisieran muchos jóvenes y en la que ha sacado el mejor jugo de los mejores actores, sobre todo del gran Leonardo DiCaprio, a quien a estas alturas ya se le puede atribuir tanto talento como a De Niro, aunque esté libre, por fortuna, de su atormentada relación con el mundo. El ya viejo Scorsese se disputaba el Oscar con otro viejo, Clint Eastwood, que en los últimos años ha llenado las carteleras del mejor realismo, aquel que observa con piedad las vidas de los olvidados del imperio. A su vez, Clint Eastwood concedió el Oscar Honorífico a otro viejo maestro, Morricone, cuya música quedará siempre emparejada a los movimientos de un Eastwood joven y cómico en su representación del duro.

Casi juvenil parecía a su lado otra nominada, Helen Mirren, que lleva el éxito con la naturalidad de quien entregó su juventud al arte de la interpretación y no a las ceremonias, igual que la extraordinaria Judy Dench, que brilló por su ausencia y sobre la que se hizo el chiste más grosero, "no ha venido porque se está operando el pecho". Incomprensible que la única vez que Ellen DeGeneres tratara de ser sarcástica fuera para hacer una broma de mal gusto sobre una dama entrada en años. En algún momento, la presentadora dijo que sin negros, homosexuales y judíos no habría oscars. Chiste típico y tópico para contentar a los comedores ansiosos de corrección política. Hubiera sido más chocante decir que sin el trabajo de estos viejos el cine sería hoy mucho más superficial.

Dejando aparte que la elegancia de estos personajes compensa los humos de los que habiendo hecho dos películas se pasean por el mundo despreciando cuanto ignoran.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_