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Reportaje:

Contra las bombas antipersona

Una conferencia reúne a 49 países en Oslo para impulsar un tratado internacional que prohíba los artefactos de racimo en 2008

Ramón Lobo

Diez años después de la firma del Tratado de Ottawa, que prohibió las minas antipersona, representantes de 49 países -entre ellos alguno de los principales productores, Reino Unido, Francia, Alemania y Polonia- y más de 100 organizaciones humanitarias y ONG se reunieron ayer en Oslo en una conferencia organizada por el Gobierno de Noruega para impulsar la aprobación en 2008 de un tratado internacional que proscriba las bombas de racimo, las armas convencionales que más muertos y heridos causan entre la población civil.

Treinta y cuatro países fabrican hasta 210 tipos de artefactos y 70 los almacenan en su territorio (incluida España, que participó ayer en Oslo). Se calcula que existen miles de millones en todo el mundo. Cada proyectil con bombas de racimo lanzado desde el aire (puede contener hasta 664 unidades) y desde piezas de artillería (hasta 60) esparce su contenido en un radio equivalente a cuatro estadios de fútbol.

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Están diseñadas para matar a soldados y dañar las armas enemigas, pero los expertos calculan que un 23% de las arrojadas no explotan (defectos de fabricación, caída en zonas blandas o en árboles, por ejemplo). Miden unos 10 centímetros. Las hay de colores llamativos y formas inofensivas (algunas incluso parecen juguetes), especialmente peligrosas para los niños.

Como las minas antipersona, las bombas de racimo permanecen activas durante décadas después de terminada la guerra (o son arrastradas por las lluvias de cada año), y causan muertes y heridas a los civiles que vuelven a sus casas y campos de labranza acabado el conflicto.

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En la guerra de Líbano, en julio y agosto, el Ejército israelí esparció en el sur del país entre dos y tres millones de bombas de racimo, según Naciones Unidas. Israel reconoció haber disparado 1.800 proyectiles que transportaban 1,2 millones de bombas (muchas fabricadas por Estados Unidos). También hay constancia de que la guerrilla de Hezbolá lanzó bombas de racimo a través de sus cohetes Katiushas sobre el norte de Israel. Este tipo de arma ha sido empleada en numerosos conflictos, desde Vietnam a los más recientes de Irak y Afganistán.

La campaña internacional contra las minas antipersona -que es el gran referente de la que ayer empezó en Noruega- arrancó en 1992 de una manera modesta, apenas media docena de ONG estadounidenses pusieron en marcha un movimiento que reúne hoy a miles de organizaciones. Ciento cincuenta y cinco países han firmado el Tratado de Ottawa (también España), aprobado en 1997. Los grandes fabricantes, Estados Unidos, Rusia y China, permanecen fuera.

Jody Williams, premio Nobel de la Paz en 1997, como figura representativa de aquella campaña contra las minas antipersona, comparó ayer en Oslo ambas situaciones porque "las bombas de racimo también son responsables de la muerte de miles de civiles".

El ministro noruego de Exteriores, Jonas Gahr Stoere, se mostró convencido de que los 155 firmantes de Ottawa tendrán las mismas razones para adherirse a la campaña para erradicar las bombas de racimo "porque estamos hablando de lo mismo". Entre los países presentes ayer en Oslo hay dos de los más afectados en África por las minas antipersona, Mozambique y Angola.

"Ese tipo de bombas no distinguen entre civiles y militares", aseguró ayer en conversación telefónica Susan Eckey, del Ministerio de Exteriores de Noruega. "Esta conferencia arranca con más apoyos de los que hubo en 1992. Tenemos 49 países, incluido Colombia, que se acaba de sumar, y tenemos peticiones de otros que desean sumarse. El objetivo no es a largo plazo, el objetivo es lograr un acuerdo en 2008. Éste es un problema creciente y debemos actuar antes de que afecte a más personas", añadió Eckey.

"Indiscriminado es indiscriminado, sea una mina antipersona, una bomba de racimo o un artefacto nuclear. Toda arma indiscriminada es ilegal bajo la ley internacional", aseguró ayer Jody Williams a la agencia Reuters. La premio Nobel de la Paz de 1997 fue la gran estrella de la primera jornada de la conferencia.

El objetivo del Gobierno de Noruega -que ha decretado una moratoria junto a Austria, mientras que Bélgica las ha suprimido- y de las ONG participantes en la conferencia que concluye hoy a mediodía, es lograr la prohibición del uso, almacenamiento y proliferación de las bombas de racimo y acordar los medios necesarios para destruirlas y para ayudar a los países afectados, unos 23.

La otra campaña, la de las armas ligeras que causan el 90% de las muertes en el Tercer Mundo, y que parecía languidecer en los últimos meses, puede beneficiarse del nuevo impulso logrado ahora en Oslo.

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