El uso metódico del terror
Un libro recuerda las matanzas de decenas de miles de indígenas mayas en Guatemala
El exterminio más salvaje de población civil de la segunda mitad del siglo XX en América Latina se produjo en Guatemala. Decenas de miles de personas murieron violentamente en este país centroamericano entre los años sesenta y noventa. Poca gente en Europa se acuerda de las matanzas de indígenas mayas.
El periodista almeriense Carlos Santos escribe sobre estas décadas sangrientas en Guatemala. El silencio del gallo, que ha publicado Debate.
La ONU ha calificado como genocidio lo ocurrido en Guatemala entre 1978 y 1983
Lo que ocurrió en Guatemala entre 1978 y 1983 -el denominado quinquenio negro del conflicto civil que asoló el país entre 1962 y 1996- ha sido calificado por la ONU como genocidio. El resultado de la represión militar asciende, según la ONU, a unas 200.000 víctimas, entre muertos y desaparecidos. El 93% de ellas, siempre según Naciones Unidas, fueron causadas por las fuerzas de seguridad del Estado y, en su gran mayoría, pertenecían a la población maya. En menor medida, la represión militar se cebó con opositores de los regímenes derechistas que se alternaron en el poder en las tres décadas y media de conflicto.
Santos ha empleado cerca de cinco años en escribir este libro. "Fui a ver al misionero Luis Gurriarán, que es mi tío, a Guatemala en el año 2000. La primera idea que tuve fue reconstruir su vida. Me llevó a una aldea, Santa María Tzejá, en lo más hondo de la selva de Ixcán. Luis fundó la aldea con 100 familias mayas. La aldea fue destruida por el Ejército en 1982, como ocurrió con otras 600 aldeas. Luis y los supervivientes de la guerra me hablaron de cosas del pasado. Empecé a pensar en escribir la historia de mi tío, una historia llena de emociones, de aventuras y aderezada incluso por elementos de realismo mágico", evoca Santos.
"Mi idea era reconstruir su peripecia personal. Al mismo tiempo, descubrí cosas que no sabía. No tenía ni idea de la magnitud de la tragedia vivida en Guatemala. Probablemente, allí se produjo la guerra más cruenta de America en el siglo XX. La singularidad de Guatemala es que las víctimas fueron mayas. Fue una guerra desigual en la que una minoría aplasta a una mayoría. Hay un momento entre 1978 y 1983 en que esa minoría decide deliberadamente exterminar a los mayas con la loca fantasía de quitarle el agua al pez. Se dijeron que si eliminaban a la población civil, le quitarían la base social a la guerrilla", relata el autor.
"Quemaron aldeas de una en una. Una de las aldeas que ardieron fue Santa María Tzejá. Los expertos comparan la manera cómo se mataba a los indígenas con los métodos de Hitler y Pol Pot", recuerda Santos. El Ejército utilizaba el miedo como herramienta. Además de las habituales ejecuciones, se incurría en las mayores atrocidades para meter el terror en los huesos de la gente. "Llegaron a meter en una capilla a mujeres y niños y quemaron la capilla. A los niños los mataban pegándolos contra las piedras y los árboles para no gastar en munición. Las violaciones de mujeres eran colectivas, rituales, en público, delante de maridos, hijos y abuelos... Querían deliberadamente sembrar el terror", señala el autor.
Santos tiene un claro protagonista para su libro, el misionero Luis Gurriarán, que llegó a Guatemala en la década de los sesenta. Recién salido del seminario, el joven misionero tenía como tarea evangelizar un poblado de indígenas mayas. Gurriarán vivió un choque brutal con la realidad. La miseria, el caciquismo y la explotación a la que eran sometidos los indígenas le hizo lanzarse en su defensa. Esto le puso en el punto de mira de la minoría que manejaba los hilos del poder. "A los 11 meses de llegar a Guatemala, Luis le escribe a mi madre, su hermana, 'estoy cansado de predicar a estómagos vacíos'. En resumen, el libro cuenta la historia de un sacerdote católico de esa época que se convierte en un activista social", explica Santos.
"Luis nunca estuvo en la guerrilla. Le escribe a mi madre: '¿cómo le voy a contar a la gente que la vida es un valle de lágrimas y que Dios les guardará un lugar a su derecha?'. Luis se puso a predicar otras cosas. Luis no había leído ningún libro de Teología de la Liberación. En Guatemala no hay teóricos de la Teología de la Liberación", comenta el autor, que es una de las voces más conocidas del programa Las mañanas, de RNE. Licenciado en Ciencias de la Información y Filología Hispánica, Santos ha sido presentador de informativos en Canal Sur TV, editor de Cambio 16 y director de La Voz de Almería.
Gurriarán vio las paupérrimas condiciones de vida de la gente y creó cooperativas. El sistema de contratación al que eran sometidos los indígenas los mantenía con deudas perpetuas que pasaban de padres a hijos. Gurriarán luchó contra la opresión ejercida por militares y latifundistas. "Esto le llevó a ser amenazado de muerte cuando llevaba dos o tres años en el país. Y, posteriormente, llegaron las primeras expulsiones de Guatemala", afirma Santos, que destaca como uno de los momentos vitales más importantes de su tío su presencia junto a otros activistas en la sede de la ONU. Entre ellos estaba Rigoberta Menchú, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1992.
"Luis Gurriarán, Rigoberta Menchú y el resto de activistas se cuelan en la ONU. Cada uno consigue una credencial. Se ponen a hacer pasillos. Y en diciembre de 1982 consiguen una resolución de la asamblea de la ONU de condena al régimen del general Efraín Ríos Montt, al que se acusa en el año y medio que gobernó de 17.000 muertes violentas", dice el autor.
El juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha propuesto al Gobierno español que solicite la extradición del ex presidente guatemalteco Ríos Montt por delitos de genocidio, terrorismo y torturas cometidos durante el intento de exterminio de la etnia maya entre 1978 y 1986. La medida afecta también a otros siete ex altos responsables de Guatemala, a los que el magistrado imputa los mismos delitos. El caso afecta también al asalto de la Embajada de España el 31 de enero de 1980, cuando un grupo de campesinos del departamento de Quiché se introdujo en la legación diplomática para que el embajador hiciera de mediador. Las fuerzas de seguridad entraron y mataron a los ocupantes.
Han pasado los años. La paz llegó a Guatemala. "Mi impresión y la de Luis es que esta pelea no ha sido en vano. No hubo vencedores ni vencidos. Hubo un acuerdo en 1996, un proyecto de construcción democrática del país muy ambicioso. Esos pactos se han cumplido a medias o menos que a medias. Guatemala intenta encontrar el camino de la reconstrucción democrática, pero todavía no ha logrado construir una democracia sólida. Hay unos crímenes de guerra por los que no ha pagado nadie. Los responsables de ese genocidio no han rendido cuentas ante nadie", recalca Santos.
El título del libro hace referencia al silencio del gallo. "Las personas que se refugiaban en la selva huyendo del Ejército tenían que extremar las medidas de seguridad para no ser detectadas por los helicópteros y ametralladas. No podían hacer fuego de día porque el humo delataba su presencia, y a los gallos les ponían una cuerdecita en el pescuezo y la regulaban para que no cantaran", concluye Santos.
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