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Veinte años de ICV

Cuando Rafael Ribó accedió a la secretaría general del PSUC en 1986 tenía una idea fija entre ceja y ceja: la refundación de la izquierda marxista en Cataluña. Una izquierda nueva, capaz de recomponer la división del PSUC de 1981 y de incorporar otras formaciones políticas y sociales de la izquierda nacional catalana. Conocía perfectamente la tesis de que una marca se destruye en 30 días, pero cuesta 30 años consolidar otra nueva. Rafael Ribó comprendió lo que difícilmente podía asumir El Guti: el PSUC murió irreversiblemente en 1981. La marca fue destruida en pocos meses. Ha habido varios intentos de revivirla, incluso mediante el enfrentamiento por las cenizas. A veces los comunistas son más creyentes que el Papa de Roma. Rafael Ribó tuvo la inteligencia y la valentía de asumir el reto de reconstruir una izquierda transformadora mirando hacia el futuro, sin quedar prisionero de la memoria del PSUC. Manuel Vázquez Montalbán, Eulàlia Vintró, José Luis López Bulla, Juan Ramos y Marc Palmés, entre otros, aportaron con su apoyo e implicación directa la necesaria resolución para promover tan ambicioso objetivo.

El PSUC fue un partido influyente sobre la sociedad catalana y determinante en los últimos años de la dictadura franquista

Han pasado 20 años desde aquel 23 de febrero de 1987. No son 30 todavía, pero Iniciativa per Catalunya Verds es ya una marca consolidada. La historia real del PSUC se abre con Joan Comorera y se cierra con Antoni Gutiérrez (1936-1981). Es la historia de un partido nacional, nacido mediante la unificación de cuatro formaciones políticas de la izquierda marxista catalana de los años treinta. El PSUC fue un partido influyente sobre la sociedad catalana, determinante en los últimos años de la dictadura franquista. Después explotó la crisis de 1981 y el declive fue irreparable. El mejor homenaje que se puede hacer al conjunto de militantes que hicieron la historia del PSUC es respetar esta historia y no competir por su propiedad. El 70º aniversario de su fundación ha sido un ejemplo de lo que no se debe hacer. ¿Tan difícil es la cooperación para conmemorar una historia común? No comprendo que sea posible una coalición electoral con tanta letra, como ICV-EUiA, y que sea tan complicado superar las viejas rencillas, los mezquinos intereses por la propiedad de un legado. El PSUC tiene una historia épica, llena de gloria y de tragedia, de actos heroicos y, también, de acciones deleznables. No podía ser de otra forma, dadas las durísimas circunstancias de su existencia contra el fascismo y la dictadura. Cuando desde la coalición ICV-EUiA se ha promovido la reparación de la injusticia y la necesidad de la memoria histórica, es una contradicción esta incapacidad por asumir lo propio, para resolver absurdos litigios. El 7 de mayo de 2008 se cumplen los 50 años de la muerte de Joan Comorera en el Penal de Burgos. Es una nueva oportunidad para hacer las cosas bien, es decir, conjuntamente.

Es necesario conocer y asumir el propio pasado, pero no es bueno quedarse anclado en él. La fundación de Iniciativa per Catalunya, mediante la federación del PSUC, el Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC) y la Entesa dels Nacionalistes d'Esquerra (ENE), fue un ejemplo de buscar nuevas formas organizativas para promover un proyecto político común, respetando la identidad ideológica de cada parte. No ha sido nada fácil su evolución. Han habido disensiones y algunas rupturas, como en 1997 cuando Izquierda Unida rompió relaciones con IC. También han habido circunstancias y decisiones políticas que han puesto en peligro la existencia de IC, en beneficio de la unión electoral de las izquierdas catalanas frente al pujolismo, como sucedió con la operación Maragall a la presidencia de la Generalitat, en 1999. De todos modos, ICV se ha ido afianzando como una opción política a la izquierda del PSC, posible y necesaria para una parte importante del electorado de izquierdas en Cataluña.

Joan Saura y la actual dirección de Iniciativa per Catalunya Verds tienen el mérito de haber sabido renovar el discurso político de la izquierda catalana con la aportación ecosocialista. Ya decía Manuel Sacristán que de poco valdría el socialismo en un planeta inhabitable. Ecologismo, pacifismo y feminismo forman una unidad interdependiente con el proyecto socialista y democrático. En el Manifiesto-Programa de ICV, aprobado en la 2ª Asamblea Nacional de 1991, ya se decía: "Hace falta un nuevo enfoque de las necesidades humanas para hacer posible el bienestar material y social de todos los individuos y pueblos del planeta asegurando la preservación de los equilibrios ecológicos y la continuidad del desarrollo humano para las generaciones futuras". ICV, como el PSUC en su fundación, se ha anticipado a la necesaria renovación ideológica de las izquierdas tradicionales y ha entendido que no hay proyecto nacional sin una concepción republicana, internacionalista y federalista de la izquierda.

La última etapa de ICV se caracteriza por su capacidad de renovación generacional y por el equilibrio conseguido entre ser una fuerza de gobierno y una formación política con voluntad de cambio y de transformación social. Se puede cumplir la ley y, también, intentar cambiarla por el procedimiento democrático cuando es injusta. Desde la oposición y desde el Gobierno. Por esto no se entienden algunas desmedidas y extemporáneas reacciones cuando dirigentes de ICV afirman que quieren cambiar las cosas. Para esto están. También ha sido un acierto la recuperación de la acción política conjunta con EUiA y con Izquierda Unida. La pluralidad y unidad entre las izquierdas es condición y garantía para la emancipación, hasta alcanzar una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales en un planeta habitable. Se ha terminado el partido sabelotodo, por suerte. Por esto, también invita a la esperanza esta segunda oportunidad para un Gobierno de izquierdas catalanistas. El pluralismo, el acuerdo y la lealtad son los mimbres para un buen Gobierno de coalición. Además, conviene tener matices distintos en un mismo Gobierno. Por ejemplo, se puede ser al mismo tiempo autonomista por oportunidad, federalista por convicción e, incluso, independentista cuando en España no hay remedio.

Miquel Caminal es catedrático de Ciencia Política de la UB

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