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Entrevista:JOAN MANUEL TRESSERRAS | Consejero de Cultura y Medios de Comunicación

"Nos centraremos en la difusión de la cultura"

Pretende liderar una revolución silenciosa en la política cultural catalana. El nuevo consejero de Cultura y Medios de Comunicación de la Generalitat, Joan Manuel Tresserras (Rubí, 1955), independiente pero bajo la órbita de ERC, explicará la próxima semana en el Parlament las grandes líneas de su política. Ha dedicado estas semanas a reorganizar el departamento, en el que han cambiado la mayoría de cargos, y a diseñar una línea estratégica que pone el énfasis no tanto en promover la creación, sino en mejorar la difusión y el consumo de la producción cultural, algo para lo que le es muy útil la reunión en el mismo departamento de las áreas de cultura y de medios de comunicación. Tresserras, que viene del mundo universitario, en el que era profesor de Historia de los Medios de Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, y del polémico Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC), es ambicioso y asegura conocer bien el sector: "Tengo una idea más o menos clara de lo que hay que hacer en muchos aspectos".

"La cultura catalana tiene una tasa de cobertura del propio mercado demasiado baja"
"Crearemos un Museo Nacional de Historia, que incluirá el Etnológico y, tal vez, el de Arqueología"
"Hay que forzar a las élites a compartir con la multitud el gozo de la excelencia y lo sublime"

Pregunta. ¿Cuál es el objetivo general de su política cultural?

Respuesta. Plantear una política dirigida al conjunto de la población, entender que los destinatarios de las políticas culturales y de comunicación son más de siete millones de personas, no sólo los creadores ni una parte, sino todos. Por otro lado, plantear la libertad de creación, que es un derecho que ya tenemos, como el pilar de una política. Estoy convencido de que, por todo un conjunto de elementos, a la cultura catalana le viene la oportunidad de dar un salto y de reorientarse hacia el futuro.

P. ¿En qué sentido?

R. Durante la dictadura, la cultura catalana corrió un grave riesgo y muchas personas comprometidas con esta cultura y con su lengua adoptaron una posición de carácter más bien de protección, de resistencia. Pero las condiciones políticas adversas que originaron estas reacciones defensivas imprescindibles ya no existen y los retos políticos son otros y, por tanto, lo que hace falta son estrategias y posiciones diferentes. El reto de la cultura catalana en el siglo XXI es cómo adaptarse a las nuevas condiciones sociales y tecnológicas del mundo informacional global. Esto quiere decir que la clave no está en protegerse de nada, sino en ser capaz de construir y de vertebrarse en coexistencia con otras culturas que ya nos son completamente accesibles y próximas también. La clave para que esto pase en las políticas públicas es apostar radicalmente por la máxima libertad de creación.

P. ¿Cómo?

R. La idea de impulsar el Consejo de la Cultura y las Artes, que quisiéramos que se aprobara a mitad de año para que pudiera entrar en funcionamiento en 2008, es perfectamente coherente con esta idea de que sea el sector de la cultura el que defina sus parámetros. Las subvenciones a la creación no estarán determinadas políticamente, nadie tiene que sentirse como si formara parte de una clientela, nadie tiene que pensar que tener o no tener una subvención dependerá de su posición política. Por eso se impulsa el Consejo, porque la libertad de creación no es sólo un derecho, sino que es una pieza básica de esta política que impulsaremos.

P. En la anterior legislatura aumentaron las ayudas a la producción. ¿Desplazarán recursos?

R. Las ayudas, como el suport genèric a los libros, se han centrado habitualmente en la producción y yo tengo la impresión de que el principal problema lo tenemos ahora con la distribución y con la promoción. Deberíamos, si no desplazar recursos, como mínimo dedicar recursos intensivamente a la posproducción, porque en una sociedad de mercado no acaba sirviendo de mucho que produzcas, incluso si produces bien y bueno, si la gente no lo sabe y no te encuentra en el punto de venta. Por tanto, creo que el esfuerzo público tiene que ir también encaminado, de la mano del sector, a promover que los productos lleguen al destinatario final. Eso quiere decir marketing, presencia en los medios y trabajar por la mejora del sector de la distribución. La cultura catalana tiene una tasa de cobertura y presencia en el propio mercado demasiado baja. En esto tenemos que trabajar bastante: desplazar no los recursos, sino el centro de atención de la producción hacia la difusión, distribución, promoción y el estímulo al consumo.

P. ¿Y la calidad?

R. Estoy a favor de la cultura elitista y de excelencia, pero entonces que esté democratizada. Hay autores latinoamericanos de finales de la década de 1980 que ya teorizaban que, justamente, la capacidad subversiva de los sectores populares en la cultura de masas fue su capacidad de forzar a masificarlo todo. Forzar a las élites a compartir con la multitud el gozo de la excelencia y lo sublime. Tenemos que ser muy ambiciosos en cuanto a la calidad, pero al mismo tiempo debemos intentar que esta calidad pueda ser compartida. Y en esto las tecnologías de la información y los medios de comunicación, los públicos pero también los privados que reciben subvenciones, nos tienen que ayudar.

P. Habla de mejorar la eficiencia. ¿Había despilfarro?

R. A ver, dinero no se ha tirado. No es que antes no se fuera eficiente, es que queremos serlo más. La cultura es un sector de la economía de los que genera más valor añadido y en esto tenemos que implicar a las empresas para que entiendan que es una inversión, no un gasto. La cultura tiene efectos transversales en sectores claros como el turismo, la restauración y los viajes, pero además genera bienestar, cohesión y otras cosas difíciles de cuantificar. Por tanto, ser más eficientes quiere decir intentar hacer un seguimiento de los gastos del departamento que nos permita ver el impacto de estos recursos. Por ejemplo, si damos 100.000 euros a un grupo de teatro de Lleida para hacer una producción y, una vez utilizados, sólo sirven para que hagan dos representaciones a las que han ido un total de 2.000 personas, el coste de 50 euros por persona que ha asistido es muy alto. Pero si lo planificamos bien, montamos una gira y conseguimos que acaben viéndola 10.000 personas, entonces nos cuesta sólo 10 euros por persona. Y si además se graba y se pasa por las televisiones locales y se cuelga en Internet, la audiencia se multiplica. Buscamos esta eficiencia.

P. Se habla de un nuevo museo.

R. La idea es que en esta legislatura se apruebe la configuración de un Museo Nacional de Historia que sea inclusivo respecto al Museo Etnológico y probablemente al Arqueológico, es decir, iríamos a un gran proyecto museístico que lo incluya todo. Lo que pasa es que aún no está definido ni encargado. Éste es un proyecto que se tiene que plantear con prudencia, a medio plazo, y además contando siempre con que, inevitablemente, el museo tendría sede en Barcelona pero funcionaría en red con otros museos locales que no se tendrían que debilitar, sino mejorar.

P. Este nuevo museo, ¿tendrá carácter identitario?

R. Explicar lo que ha pasado no tiene que ser ni identitario ni no; tiene que ser intentar explicar qué ha pasado con el máximo de rigor, el máximo de material o el máximo de elementos didácticos para que la gente pueda pensar históricamente, con una cierta voluntad de atribuir sentido a la historia. Hace poco hubo un gran debate televisivo entre Helmut Schmidt y Helmut Kohl en la televisión alemana en el que se pelearon todo el rato y al final sólo estuvieron de acuerdo en que para hacer política sólo se necesitan dos virtudes: una, saber historia y la otra, tener sentido común. En una sociedad en la que hay un potencial de conflictos bestial, que la gente sepa historia y pueda aprender sentido común es fundamental. Un museo de historia puede tener sentido para esto.

P. ¿Ve posible aprobar la nueva ley de la Corporación Catalana de Radio y Televisión antes del verano?

R. Espero que sí, y si es posible por consenso. Es mejor que este tipo de leyes sean por consenso, y creo que los partidos parlamentarios tendrían que ser responsables y facilitarlo. Ahora bien, lo que me parece imperativo es que la ley se apruebe, y que la corporación se pueda renovar.

P. ¿La programación en catalán de RTVE en Sant Cugat vive una prórroga que se acaba el 1 de abril. ¿Hay novedades?

R. Creo que antes del plazo fijado de finales de marzo habrá alguna propuesta acordada con Televisión Española. En estos momentos soy optimista respecto a la capacidad de encontrar una solución viable, estable y a largo plazo.

P. ¿Eso pasa por el canal de TDT catalán?

R. La TDT es el horizonte. Y entre el momento actual y la puesta en marcha de la TDT está nuestra propuesta de que haya un canal en catalán para toda el área lingüística del catalán y para toda España. Pero esto es una propuesta y caben otras. Mientras no haya un canal digital en catalán, se trata de encontrar como mínimo una garantía de continuidad de lo que se está haciendo ahora.

P. ¿Y Ràdio 4?

R. También soy optimista. Aquí caben fórmulas muy distintas tanto de gestión como de programación. Estoy seguro de que continuará existiendo Ràdio 4 y en catalán, pero probablemente con una programación que no sea redundante con la que ya hacen las otras emisoras públicas.

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