Desconfiar de la alegría
El novelista austriaco Hermann Broch nunca publicó en libro sus poemas. Un volumen reúne ahora una obra lírica marcada por el irracionalismo meditativo.
EN MITAD DE LA VIDA (Poesía completa)
Hermann Broch
Prólogo de Clara Janés
Traducción y epílogo de Montserrat Armas y Rafael-José Díaz
Igitur. Tarragona, 2007
135 páginas. 13 euros
James Joyce, antes de sus grandes novelas, escribió y publicó poesía. Igual le sucedió a Faulkner, quien antes de su honda producción novelística editó un libro de poemas -El fauno de mármol- de clara adscripción simbolista... A semejanza y diferencia de ellos, el vienés Hermann Broch (1886-1951), junto a Musil, tenido como uno de los gigantes de la novelística de la Mitteleuropa, escribió poemas desde sus tardíos comienzos literarios, pero nunca llegó a editarlos en volumen. Sus poemas (y de ahí proviene la presente traducción, en edición bilingüe) sólo aparecieron en la edición más exhaustiva de sus obras completas, editadas en alemán, en ocho volúmenes, entre 1974 y 1981.
Escritos -todos van fecha
dos- entre 1913 y 1949 (los mejores, los más densos, suelen corresponder a los años treinta y primeros cuarenta) no tienen demasiada semejanza con la poesía alemana de su tiempo, aunque algunos -rimados- apelen a la lírica tradicional. No hay señales de Rilke, ni de Hofmannsthal, ni de Trakl, ni de George, ni de Benn, por citar notables cimas. Salvo cuando escribe de amor, que es más cercano (por ejemplo en Te busco, una canción), la escasa poesía de Broch -quizá por ello los críticos tiendan a considerarla un producto secundario en su hacer, apenas 56 poemas sueltos y se excluyen los que incorporó a alguna de sus novelas- muestra un lirismo que quiere pensar en imágenes. Llamarle "poesía filosófica" no sería correcto, si en la filosofía buscamos un orden o una claridad cartesianos o kantianos. Hija del simbolismo y del expresionismo, aunque queriendo ir más allá, la poesía de Broch (quizá como su gran novela La muerte de Virgilio, de 1945) sólo puede considerarse pensamiento lírico, incluyendo como básica su veta irracionalista. Broch medita en imágenes partiendo de lo real inmediato (véase Mitad de la vida, un poema excelente, o Lago Maggiore) para intentar indagar en el corazón del sentir o de la mente: "Constantemente nos atrapa el río del principio y del fin, / una y otra vez...". Y también: "Oh, lo pasado, que desciende al atardecer / como presentimiento de lo siempre existente". Estos segundos versos proceden de un poema de 1945 titulado Paisaje virgiliano. Hay un campo mediterráneo con olivos y serenidad junto al mar, pero el poema -como la novela- es otra vez una meditación sobre el tiempo y la condición humana: "Porque lo verdadero es serio, desconfío de la alegría".
Algún lector todavía se pregunta (quizás a costa de Ashbery) ¿se puede meditar sin lógica aparente? En ese punto está casi toda la poesía de Broch, que algo se clarifica más hacia su final. Los sentidos de palabras e imágenes han de poseer otro sentido más allá del evidente, y que tampoco es la mera denotación. Estamos ante el llamado pensamiento lírico, que suele ser la poesía de la prosa (está en Joyce y en Faulkner asimismo) y que viene a edificar la poesía filosófica de un tiempo que no admite Lucrecios ni Dantes; quizás intentar darles caza fue el sonoro y rico fracaso de los Cantos de Pound. Hermann Broch -lírico y filósofo- sabe que no puede trazar límites ni fronteras ni grandes certidumbres, y con un inmenso caudal de saber y vida (vocación y exilio) se lanza a una escritura de mesurado torrente rítmico que quiere pensar o si se prefiere, sugerir pensamientos. Toda su poesía es eso. Un salto de belleza desde lo real inmediato hacia alguna parte: ¿la hondura?, ¿la muerte?, ¿el conocimiento? Es una poesía abierta. Sugiere más que responde. Como la prologuista recuerda, en La muerte de Virgilio se dice que la poesía es "la más extraña de las actividades humanas, la única que sirve para el conocimiento de la muerte". Pero es una muerte llena de vida. Y finalmente el lector de este poemario mayor y menor no podrá dejar de decirse ¿qué les falta a estos grandes prosistas -más de los que he nombrado- que necesitan acudir siempre a la poesía? Estudiar qué sea el pensamiento lírico formará el principio capital de la respuesta.
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