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Tribuna:El desarrollo del territorio
Tribuna
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Urbanismo confuso

Asisto con perplejidad en los últimos días a una serie concatenada de ceremonias de la confusión. Será que la proximidad de las urnas nubla la razón. En Porxinos, una auténtica fotonovela de mala calidad. La Justicia actúa siguiendo la doctrina Parcent y suspende la operación por ausencia del preceptivo informe de la Confederación Hidrográfica del Júcar sobre la existencia de suficientes recursos acuíferos. La derecha contraataca: el conseller Esteban anuncia el recurso correspondiente mientras que el alcalde jura y perjura que tiene pruebas documentales de que en Riba-roja "sobra agua". La Confederación y el PSPV-PSOE reaccionan con cautela: hombre, si hay agua... Las elecciones están cerca y no conviene cargar con el sambenito de "antipatriotas" que quieren hundir al Valencia CF. Mientras esta fantástica trama se desenreda y el sufrido lector de prensa consigue saber a qué atenerse, el conseller Esteban toma otra iniciativa mediática: reúne a un "comité de sabios" para que le digan qué campos de golf debe autorizar. El magnífico comité es un popurrí donde están "representados" todos los intereses y donde no falta el omnipresente, polifacético y poliédrico Alejandro Escribano que actúa de docto profesor, de hombre de confianza de la promoción o de mediador (como en Mestalla) según convenga. Admirable flexibilidad la suya.

Porxinos y los campos de golf. Tanto monta, monta tanto. Dos buenos ejemplos de la "lógica borrosa" que en el campo científico es muy útil pero que en su versión inmobiliaria produce empanada mental e incontinencia verbal. Porxinos , como decía sin recato alguno y con razón Juan Bautista Soler no es más que un PAI más dentro de la miríada aprobados, en trámite o pendientes de ver qué pasa con los pesados de Bruselas. Pero yo creía que -aun siendo importante- el problema estaba lejos de reducirse a la existencia o no de recursos hídricos. Pensaba -ingenuo de mí- que la proliferación de urbanizaciones de baja densidad amparadas en la figura de los PAI presentaba algunas pegas más. Por ejemplo, el ser en muchos casos modificaciones por la puerta falsa de la estructura urbana sin que se hubiera modificado previamente el Plan General. O el estar en el origen de "recalificaciones" de suelo rústico (los famosos pelotazos) con pingües beneficios para los inductores que, además, contaban con el apoyo social de los propietarios agrícolas enriquecidos. O, hilando un poco más fino, generar demandas de recursos públicos en forma de abastecimiento de agua, depuradoras, recogida y eliminación de residuos, seguridad ciudadana etc... que ni de lejos se compensan a medio plazo con los "ingresos extras" del Ayuntamiento. Y, en excesivas ocasiones, fomentando además la motorización privada, degradando el paisaje y esquilmando los recursos naturales. Por no hablar de la exacerbación del dualismo social creciente entre los residentes de urbanizaciones y "los del pueblo". Pensaba incluso que ya se habían entendido las ventajas del urbanismo compacto (que no tiene nada que ver con las criaturas de Cullera, Nou Manises o Nou Milenni de Catarroja) y que el ritmo febril de "artificialización" del suelo iba a controlarse siguiendo las recomendaciones de la Unión Europea o del Observatorio Español de la Sostenibilidad. Pues no. Al final tiende a imponerse el pensamiento débil. Tener o no tener agua, esa parece ser la cuestión. Y como toda reducción, el resultado no puede ser otro que la confusión. ¿Qué pasa si funciona el invento de las desaladoras del programa AQUA o si por una de aquellas se acaba la pertinaz sequía? ¿Qué puñetas queremos hacer con nuestro territorio? ¿Estamos dispuestos a seguir urbanizando mientras haya demanda turística o de inversión, cualquiera que sea el coste social? Aunque tengamos agua, aunque se resuelvan los contenciosos legales y Bruselas dé luz verde a nuestra peculiar forma de entender el urbanismo, los problemas seguirán siendo en esencia los mismos. Sería triste que una vez más fuera de aplicación la famosa máxima de que todo cambie para que todo siga igual.

Si eso es cierto para todos los Porxinos y Marinas d'Or repartidos por el territorio, pánico me da el famoso comité de sabios. ¡Qué forma de marear la perdiz! Si la afición al golf nos invade y supera, constrúyanse los campos precisos y páguense con las cuotas de los sufridos socios (salvo que lo consideremos deporte "de interés general" a sufragar con los ingresos del común). Pero, por favor, si se trata de transigir con urbanizaciones de adosados con el campo de golf incluido como reclamo, estamos en las mismas de siempre y las razones apuntadas con anterioridad son de estricta aplicación.

Vale que Camps quiera cambiar el "cinturón rojo" de l'Horta por un "cinturón verde", otra frase feliz ininteligible más propia del conseller que se inventó lo del urbanismo color sandía. A sus señorías les gusta la metáfora y la prosa poética y uno es proclive a la comprensión. Pero, si no es mucho pedir, dejen de confundir al personal, por caridad. Como decía El Roto en uno de sus magníficos "chistes" (que son tesis doctorales), no sé si lo tengo todo más claro o estoy confundido a un nivel superior. Me lo haré mirar.

Josep Sorribes es profesor de Economía Regional y Urbana de la Universidad de Valencia.

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