Celos y muerte en el Real
María Bayo y Violeta Urmana estrenan 'I pagliacci' y 'Cavalleria rusticana' bajo la dirección de Giancarlo del Monaco
Algunas historias de amor pueden durar una hora y diez minutos y acabar a navajazos. Está en las previsiones del Teatro Real, donde esta noche se estrenan dos óperas por el precio de una. En las entradas más caras figura un precio de 244 euros. En el cartel aparecen Cavalleria rusticana e I pagliacci, por primera vez desde 1997. La cosa promete.
Cavalleria rusticana, del maestro Pietro Mascagni, y su inseparable compañera I pagliacci, de Ruggero Leoncavallo, son dos piezas que casi siempre se representan juntas debido a su brevedad y tema común: los celos y una muerte violenta.
El director de escena Giancarlo del Monaco ha aportado la exaltación del verismo italiano del siglo XIX desde el primer ensayo. "¡Quiero más pasión en ese coro, caras con sentimientos! ¡Señora, no se trata de pasearse por el escenario!". Da indicaciones a voces desde el patio de butacas, en vaqueros, mientras los personajes enfundados en trajes negros sobre un decorado blanco, templan su voz y siguen la batuta del director musical, Jesús López Cobos, hombre pausado que no parece inquietarse por el aire frenético del ensayo.
María Bayo: "Lo que me impulsó a hacer este personaje era la fuerza teatral"
En algún momento Del Monaco cruza el pasillo como una exhalación, sube al escenario y se mezcla con sopranos y barítonos, alternando el italiano, castellano y alemán para explicar matices a su elenco internacional.
Cavalleria rusticana se representará en primer lugar. Se ambienta en la Sicilia profunda, donde Santuzza, una mujer despechada -interpretada por la soprano lituana Violeta Urmana-, delata a su prometido Turiddu -el tenor Vicenzo la Scola- porque la engaña con una mujer casada. El marido lo soluciona con un duelo a muerte y un par de cuchilladas a Turiddu.
La pieza instrumental que precede a ese momento, el Intermezzo, es conocida por los aficionados al cine. Cómo olvidar el dramático final de El Padrino III, cuando Al Pacino grita sordamente sobre el cadáver de su hija en la escalinata de la Ópera de Palermo. Para los directores italoamericanos es un clásico: también Martin Scorsese lo empleó en el arranque de Toro salvaje.
Durante el descanso, detrás del telón de terciopelo rojo del Real, un ejército de operarios cambia el decorado. Se abre el suelo y aparecen tres carteles gigantes con la exuberante Anita Ekberg bañándose en la Fontana de Trevi, en la mítica escena de La dolce vita de Fellini.
Entre bambalinas, la soprano española María Bayo calienta la voz antes de interpretar a Nedda, la comediante protagonista de I pagliacci. Esta ópera narra un crimen real sucedido en Calabria, en el seno de una compañía de cómicos, que fue juzgado por el padre de autor de la ópera.
La mujer de uno de los payasos se enamoró de un lugareño y fue delatada por otro compañero despechado. Se puede intuir el final: vuelven las navajas. En una de las arias más conocidas, Vesti la giubba, el marido engañado -el tenor ruso Vladímir Galouzine- expresa su dolor y la obligación de hacer reír al público.
Para María Bayo supone su primera incursión en el verismo, que requiere no sólo un esfuerzo vocal, sino también expresivo. "Una de las cosas que me impulsaron a hacer este personaje era la fuerza teatral. Nedda es un papel muy lírico que combina la fragilidad y la fuerza", comenta mientras su maquillador le endurece los pómulos frente al espejo del camerino.
Ambas historias de traición y muerte se combinan con una música apasionada. López Cobos señala que esta vez "la orquesta no es mero acompañamiento, sino que tiene mucho protagonismo". La Sinfónica de Madrid se encargará de transmitir el contraste entre comedia y tragedia en I pagliacci antes de cerrar con su funesta sentencia "La commedia è finita".
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