"El accidente del metro fue más molesto que doloroso para la Generalitat"
A Enrique Chulio se le quebró la vida a la que se había acostumbrado el 3 de julio de 2006, poco después de la una del mediodía, entre las estaciones de Jesús y Plaza de España. Su mujer, Maribel Sistellas, enfermera, de 34 años, fue una de las 43 víctimas mortales del peor accidente de metro registrado en España. Chulio recuerda perfectamente lo ocurrido aquel día, desde que se despidió de Maribel en casa, antes de irse a trabajar, hasta que le confirmaron su fallecimiento, pasadas las once de la noche. Apenas puede reconstruir nada, en cambio, de lo que sucedió durante las siguientes semanas.
Chulio, nacido hace 33 años en Valencia, Ingeniero en Telecomunicaciones, presidente de la Asociación de Víctimas del Metro 3 de Julio, dejó su trabajo, más o menos de mutuo de acuerdo, en una empresa de servicios. "Luego me impuse una disciplina. Y el nano, que tiene dos años, tiró mucho de mí. Desde el principio. La mañana siguiente, a las siete y media, ya estaba pidiendo la papa. Y me obligaba a comer sin ganas de comer, a intentar dormir, porque tienes un hijo, y no puedes ponerte enfermo".
"El siniestro fue la consecuencia de una mala gestión. Como toda la retahíla de incidencias que ha habido en los últimos dos o tres años"
"Mi motor para crear la asociación fue pensar en qué quería contarle a mi hijo dentro de unos años, cuando empiece a hacerme preguntas"
"Hubiéramos querido que Camps viniera a vernos y hubiera dado la cara. Le habría caído un chaparrón, pero habría quedado bien"
P. ¿Quién tuvo la culpa del accidente?
R. La sensación general en la asociación es que no hubo ningún causante porque no fue voluntario. Sí que hay un sector que considera que hubo una negligencia tan fuerte que deriva en homicidio. Pero al mismo tiempo, la conciencia mayoritaria es que el accidente no pasó porque sí. Que fue consecuencia de una mala gestión. Como toda la retahíla de incidencias que han estado pasando en los últimos años, y voy a recalcarlo, porque parece que sólo ha habido incidencias desde el día del accidente. Pero desde hace dos o tres años, nosotros, como usuarios de la línea 1 del metro, los hemos vivido.
Los accidentes siempre son consecuencia de una serie de circunstancias. Y los responsables no son responsables directos, pero sí indirectos. No son los causantes del accidente, pero sí son los responsables de lo que pasa en su empresa. Por eso habríamos visto como una acción necesaria que los máximos dirigentes de Ferrocarrils de la Generalitat y de conselleria, hubieran recogido sus trastos, y hubieran dicho: 'Esto es un fracaso de mi gestión'.
P. El Consell se dio prisa en tratar de pactar las indemnizaciones y en cerrar la comisión parlamentaria de investigación.
R. Me atrevo a decir que nadie necesitaba una indemnización. Quizá algunas víctimas sí, si quien había muerto era la principal fuente de ingresos. La posición mayoritaria era exigir justicia, algo subjetivo que traducido en palabras más claras sería responsabilidad. ¿Por qué se dieron prisa? Por intentar quitarse el asunto cuanto antes de encima. Porque era pernicioso para la imagen pública de la conselleria, del gobierno actual y del partido que lo sustenta. Suponemos que pensarían eso por la constatación de los efectos. Que para ellos ha sido un asunto molesto más que un asunto doloroso.
P. ¿Cómo valoran la actitud del presidente de la Generalitat?
R. Fíjate que en un principio algunos tampoco esperábamos más. A algunos sí que les hubiera gustado que Francisco Camps viniera a aquella primera reunión que celebramos en septiembre en Torrent y hubiera dicho las palabras que él hubiera considerado convenientes. Eso es lo que ellos hubieran considerado dar la cara. No para tirarle tomates ni nada. Se ha de comprender que la gente tenía una rabia contenida, y la habría demostrado de alguna forma. Habría sido aguantar un poco el chaparrón, pero se habría quedado muy bien. Con el tiempo, eso no ha hecho más que inflar la decepción.
P. ¿Y el de la oposición?
R. La verdad es que hemos visto su reacción un poco insatisfactoria. Al principio hubo mucho guirigay, y creemos que ellos contribuyeron a eso, al espectáculo. De entrada nos hubiera gustado que hubieran dado un poco más de caña. La hubo hasta septiembre, pero luego se diluyó.
P. ¿Qué sentido tenía crear una asociación de víctimas?
R. Al principio, antes de una reunión siempre me planteaba: 'No voy'; '¿qué necesidad tengo yo de pasar por esto?'. Mi motor fue pensar qué quería contarle a mi hijo, dentro de unos años, cuando empezara a preguntar. La conclusión fue que me gustaría contarle lo que ocurrió, que las cosas que vi no estaban bien, que había que hacer algo, y que intenté esforzarme por transmitirlo a la sociedad.
P. Han acabado tomando una vía más reivindicativa.
R. Hay una cosa muy clara: Esta asociación existe sólo porque hay un motivo que nos une. Pero no es un club de amigos. Y eso se nota en que siempre tratamos de ser muy pragmáticos. Intercambiamos información, lo que ha resultado crucial en algunos momentos. Pero llegado un momento nos preguntamos: ¿Estamos en esta asociación sólo para juntarnos a llorar? La respuesta fue que no, para eso ya estaba la familia, los amigos. Y ahí entró la parte de ciudadanía. Como usuarios del metro, como protagonistas, hemos visto las consecuencias de una forma de gestionar. Y nos dijimos: 'vamos a ver qué podemos hacer para que esto no se repita'.
P. Creen que han tomado las medidas necesarias para ello.
R. Pensamos que no. Para empezar porque no se ha estudiado realmente qué falló en el servicio. O, si se ha investigado, no se ha hecho público.
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